Cazador de tumbas
El conflicto en Colombia ha dejado 68 mil desaparecidos desde 1977, el año en que se realizó la primera denuncia oficial de una desaparición forzada. Foto por Andrés Vanegas.

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La hora mágica

Cazador de tumbas

El único geólogo forense de Colombia busca a sus compatriotas desaparecidos.

"Cuatro de mis familiares han desaparecido desde 1996", me dijo Jaqueline Orego de 46 años, de Antioquia, Colombia. Enterrados sin luto, señales o rezos, su madre, padrastro, hermana, primo y amigo desaparecieron y presuntamente fueron asesinados por el Bloque Noroeste de las FARC. Los cuerpos de su madre, padrastro y hermana fueron descubiertos en agosto de 2007 en el extenso terreno de una granja rural perteneciente a Guillermo Gaviria, padre del actual alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria. Orrego aún espera encontrar los cuerpos de los demás.

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"Siempre tienes ansiedad, la esperanza de que los encontrarán vivos, aun cuando todos te dicen que están muertos. Estás en agonía pensando dónde estarán y si estarán perdidos por siempre. Luego, cuando encuentras los cuerpos, descansas", dijo Orrego, cuya familia ha sido acusada por la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de ser paramilitares. Ella sostiene su inocencia.

Estos cinco desaparecidos forman sólo una minúscula parte de las terribles estadísticas de personas desaparecidas de Colombia. De acuerdo con el Registro Nacional de Desaparecidos (RND), que colecta información de varias instituciones gubernamentales, el número de desaparecidos en Colombia es de hasta 85 mil. Gustavo Duque, un fiscal nacional de justicia transicional, dijo que el número puede acercarse más bien a los 96 mil.

En marzo de 2014, el Servicio Forense Nacional declaró que había alrededor de 68 mil personas desaparecidas registradas mediante quejas formales, de las cuales unas veinte mil eran víctimas de desaparición forzada. De ésas, 366 fueron encontradas con vida y 818 asesinadas, mientras que no hay rastro de las 18,816 mil restantes. Franklin, el primo de Orrego, es parte de estos últimos.

El hecho de que casi 19 mil personas sigan desaparecidas ha generado preguntas acerca de la metodología y efectividad de la búsqueda gubernamental. "Se pudieron encontrar los cuerpos de los parientes de Jacqueline gracias al testimonio de un comandante guerrillero que indicó el área donde los cuerpos fueron enterrados. Cavamos en un radio de 500 metros usando picos y palas. Luego la tierra empezó a hablar", me dijo Duque.

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En 2000, Colombia decretó la Ley 589 que tipifica las desapariciones forzadas y establece condenas por el crimen. La ley también creó la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas, una agencia dedicada a apoyar y promover la investigación de desapariciones forzadas. También está la RND que ya mencionamos, cuyo objetivo es identificar cuerpos y seguir los casos de desapariciones; así como el Mecanismo de Búsqueda Urgente, cuya meta es alentar a las autoridades jurídicas a que lleven a cabo los pasos apropiados para la búsqueda de desaparecidos.

A pesar del trabajo de estas organizaciones, las estadísticas y la descripción de Duque de la búsqueda que sacó a los parientes de Jacqueline a la luz son un recordatorio de que en muchos casos las técnicas gubernamentales son básicas, dependientes de informantes y poco precisas.

Desde 2006, Molina ha desarrollado métodos sofisticados para encontrar fosas comunes en Colombia.

Encuéntrenlos a todos. Ésa es la misión de Carlos Martín Molina, un residente de 28 años de Bogotá, quien es el único geólogo forense del país.

La geología forense es un término que cubre varias aplicaciones de la metodología geológica para resolver crímenes, investigaciones humanitarias y recuperar cuerpos en zonas de desastre; básicamente, es un área en la que las ciencias forenses y las ciencias de la tierra se encuentran. Molina usa un radar que penetra el terreno, medidores geoeléctricos y frecuencias de inducción electromagnética que miden la conductividad y susceptibilidad magnética de la tierra. Todo esto puede ayudar a encontrar tierra removida y cuerpos bajo la superficie.

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Molina podría usar estos métodos para encontrar oro o yacimientos de petróleo y ganar dinero. Pero como una suerte de Sherlock Holmes moderno, Molina cambió la pipa por un sombrero vueltiao, opio por galletas de sésamo y al Dr. Watson por su esposa y su madre, las únicas personas que lo acompañan en su trabajo. Él ha dedicado su vida a buscar a quienes la violencia ha silenciado. Su dedicación para encontrar cuerpos en un país en donde sólo el año pasado 4,359 personas desaparecieron (se sospecha que 99 por ciento de ellas fueron desapariciones forzadas) significa un voto de pobreza de por vida.

"El foco del trabajo son las víctimas y aquellos con familiares desaparecidos cuya búsqueda ha sido un calvario. Ayudarles a clarificar estos casos también tiene gran importancia en términos legales. Podría ayudar a descongestionar las cortes y a reducir los niveles de impunidad", me dijo. La preocupación de Molina en cuanto a la impunidad está bien fundada. De acuerdo con el cuerpo gubernamental Justicia y Paz, más de veinte mil desapariciones forzadas registradas en 37 años han llevado a sólo 35 condenas por "crímenes contra la humanidad", la designación de las Naciones Unidas bajo la que tales actos caen. De los 3,551 guerrilleros que han confesado tales crímenes, sólo cinco fueron condenados. "Si sabes dónde están los cuerpos, entonces ve y encuéntralos", dijo Molina.

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El interés de Molina por crear una nueva y más efectiva metodología y por utilizar las tecnologías de la geología forense surgió a principios del 2000, cuando visitó junto con algunos oficiales varias regiones de Colombia en busca de personas desaparecidas. Las expediciones, como aquéllas que descubrieron a los parientes de Orrego, se basaban en testimonios de informantes. En estos viajes, la única herramienta que Molina tenía era una vara de metal que sumergía en la tierra para literalmente sentir tumbas o anormalidades en la tierra. "La barra de metal puede ser efectiva cuando el muerto es una persona recientemente desaparecida, pero no es efectiva con un cuerpo que fue enterrado hace diez o veinte años", dijo Molina, quien regresó de todas esas misiones sin un solo resultado positivo.

La lluvia altera la composición y porosidad del suelo, lo que puede complicar la búsqueda de cuerpos.

Desde 2006, Molina ha desarrollado otros métodos modernos para encontrar fosas comunes en Colombia. Su programa de doctorado actual, de la Universidad Nacional de Colombia, busca promover el uso de técnicas y tecnología geofísicas para agilizar la búsqueda de fosas comunes en su país.

En un terreno de 200 metros cuadrados en Mosquera, un municipio cerca de Bogotá, Molina instaló un laboratorio. Desde junio de 2013 ha simulado ocho fosas comunes allí. En dos de ellas enterró cuerpos de cerdos, cuyos cadáveres se descomponen de manera similar a los de los humanos, y dejó las otras dos vacías como control. El tercer par contiene dos esqueletos humanos, mientras que las últimas dos son hogar de huesos dañados y chamuscados que simulan los cuerpos quemados y mutilados que se encuentran frecuentemente en las fosas comunes colombianas.

Para tomar en cuenta los diferentes tipos de tierra y condiciones climáticas del país, Molina instaló un laboratorio similar en los Llanos Orientales. Cuando la tierra es perturbada, como sucede en una excavación para enterrar cuerpos, las propiedades físicas de la tierra cambian. "La susceptibilidad magnética y conductividad, entre otros factores, se modifican. Encontrar y medir estas alteraciones es la meta de mi investigación", dijo Molina. "Esta investigación está dirigida a todo el país y a todas las personas desaparecidas. Estoy dispuesto a buscar cualquier cuerpo, sea de quien sea".

Tristemente, esta misión aún no empieza. El proyecto de Molina todavía está en desarrollo, obstaculizado por una falta de apoyo financiero y oficial. No ha podido sacar sus teorías y métodos del laboratorio y meterlas a los campos y ciudades, donde éstas podrían ayudar a encontrar a algunas de las miles de personas que siguen desaparecidas.