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VICE: Muchos de los sobrevivientes tienen diferentes versiones de lo ocurrido después del accidente y entran en conflicto: los nombres cambian, se altera la función que tuvo cada quien y cosas de por el estilo. ¿Sientes que tu historia fue escudriñada? ¿Qué te hizo querer contarla ahora?
Pedro Algorta: Bueno, somos un grupo de personas que tuvo una experiencia tremenda hace 40 años y desde entonces cada uno de nosotros ha seguido su camino, así que somos bastante diferentes, y eso nos ha permitido mirar atrás y ver nuestras historias con perspectivas diferentes. Ésta es una historia de la que nunca había hablado en 35 años. Escuchaba a mis amigos contar la suya, entonces pensé: "Esa historia también es mía". Al contarla me di cuenta de que difería de muchas formas porque es mía. Nadie vivió lo que yo viví y nadie lo vio desde mi punto de vista. Me di cuenta de que todos tienen su propia historia y todas importan. No pretendo ser el dueño de la verdad ni mucho menos, siento que todos tenemos el derecho de contar nuestra propia historia. Es mía, así la viví, esto es lo que aprendí de ella y lo que traje de las montañas a mi vida diaria.
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El accidente nos puso al borde de la muerte. Es una situación donde no sabes si vas a sobrevivir o no, tienes momentos de pánico y pierdes el control de ti mismo y de tus alrededores. Te lanzan al aire y todo puede pasar, eso fue lo que sentí. El avión se sacudía caóticamente y chocaba de una montaña a otra, hasta que llegamos al pie del valle que rodeaban las montañas. En ese momento ya no había sonido alguno, nevaba suavemente y los sobrevivientes estábamos dentro del avión.
Bueno, el caso es que, aunque tengo imágenes —sé que son mías porque tengo la imagen de mi amigo Felipe muerto a mi lado— no puedo recordar muchos detalles de lo que ocurrió ahí, ¿sabes? A tal límite emocional, la memoria no te permite retener todos los detalles. Por ejemplo, no recuerdo el número de mi asiento ni lo que dije un minuto antes de estrellarnos porque la emoción y el pánico eran tan grandes que me impiden recordarlo. Por muchos años me he preguntado si debería intentar recordarlo o trabajar en ello tratando de desmenuzar los detalles del accidente y todo eso, pero no puedo, así que ahí lo dejé. Está en algún lugar de mi subconsciente y simplemente no volverá. No tengo ninguna clase de pesadillas, y me he enfocado en llevar una vida normal durante los 40 y tantos años que siguieron al accidente.
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Al principio, éramos un grupo de personas que se había formado en torno a un equipo de rugby y el capitán de ese equipo era la persona más importante. El sabía cómo dar ordenes al grupo, así que se convirtió inmediatamente en una figura de autoridad. De hecho, tuvo un papel muy importante los primeros días que pasamos en las montañas tratando de organizar lo que pudimos y se ganó el respeto gracias a su autoridad. Pero lo que él decía era: "Aguanten, van a rescatarnos muy pronto" y eso nunca pasó. Cada vez que decía eso, impedía que el grupo hiciera el trabajo de adaptación que tuvimos que hacer. No se necesitaba una figura de autoridad; se necesitaba un líder que hiciera al grupo consciente del problema en el que estábamos metidos.Él murió en una avalancha y cuando eso pasó, el grupo que quedó eran jóvenes sin una figura adulta. A partir de ese momento, cada uno de nosotros empezó a trabajar para sí mismo y para el grupo con sus propias fortalezas y debilidades. Por ende, cada actividad, cada cosa que cada uno de nosotros tuvo que hacer fue de importancia para la evolución del grupo.Hubo momentos de discusiones y mucha tensión, no éramos amigos. Teníamos que luchar para que escucharan nuestras ideas, para ganar nuestras posiciones de autoridad dentro del grupo, para no convertirnos en un chivo expiatorio y estar cerca cuando se tomaban las decisiones. La dinámica que seguimos en la montaña, ocurre en cualquier otro grupo; incluso en aquellos que tuve que dirigir posteriormente. Las cosas que nos ocurrieron como grupo también ocurren en cualquier grupo social. Es una dinámica que siempre está ahí, en ese sentido no somos una excepción. Tienes que luchar por autoridad, líderes emergentes que se incorporan, chivos expiatorios y experimentos; si no te equivocas, tienes la razón. También aprendes. Así fue como pudimos formar este grupo capaz de adaptarse y progresar en ese clima tan hostil.
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Bueno, esa decisión no se tomó con pleno uso de conciencia. Ninguna figura de autoridad vino y nos dijo 'oigan chicos, yo sé qué deben hacer'. Fue una decisión que tomamos con nuestro estómago. Y al mismo tiempo, en diferentes lugares, distintas personas se dieron cuenta que si queríamos sobrevivir teníamos que llenarnos con algo, pero no teníamos qué comer. Fue por esa razón que no necesitamos convencernos con pensamientos lógicos, tan sólo respondimos a nuestra debilidad, a nuestro deseo de sobrevivir. Algunos de nosotros recogimos uno de los cuerpos que teníamos y le hicimos un pequeño corte con un trozo de vidrio y empezamos a comer, eso fue todo, y fue lo más normal y lógico para seguir alimentándonos.Una vez que lo habíamos hecho, no sentimos como si hubiéramos cruzado ciertos límites o roto algún código moral o ético, simplemente sentimos que habíamos dado un paso adelante y aprendido a sobrevivir en ese clima tan hostil; habíamos aprendido cosas que no estábamos acostumbrados a hacer.Entonces, ¿comer carne humana nunca se sintió anormal?
Para nada. Ni siquiera hoy, cuando lo vuelvo a recordar. Me doy cuenta que de no haberlo hecho, no estaría aquí. Hacerlo fue la respuesta a nuestro instinto de supervivencia más básico, punto. Por eso no es muy difícil o muy fuerte leerlo en el libro, porque te llevo paso a paso a través de esa decisión, y una vez que estás ahí, te das cuenta de que no había nada más que pudiéramos hacer y estoy completamente convencido de que cualquiera en nuestro caso hubiera hecho lo mismo.
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Lo hicimos porque estábamos hambrientos, porque nos sentíamos débiles. Es cierto que necesitas este tipo de compensación lógica, pero a final de cuentas, fue nuestro estómago el que nos impulsó a hacerlo. No tuvimos mucho tiempo para planear racionalmente; cualquier planeación y conversación estaba relacionada con cómo íbamos a sobrevivir cada día en las montañas. Y no lo sabíamos, no teníamos herramientas ni experiencia en alpinismo, nunca antes habíamos estado rodeados de nieve, no sabíamos qué hacer para sobrevivir, no estábamos preparados para eso. Así que todo salió de nuestro instinto y de millones de ensayos y errores con los que a veces lográbamos dar un paso adelante.
La noticia ya había puesto a todos al tanto, así que sí se habló del tema. Nosotros simplemente dijimos "Sí, lo hicimos" y eso fue todo. No fue necesario decir más. Cuando lo declaramos nos dieron un aplauso tremendo. Los familiares de aquellos que no regresaron dijeron "está bien". En estos 40 años no ha sido un problema. Todo se dijo y todo se sabía; para nosotros era normal, nunca esperamos que fuera un problema porque en ese momento no pensábamos en eso; sólo pensábamos en sobrevivir. Lo hemos manejado así desde entonces y no nos sentimos diferentes.
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Ahora que tienes 40 años, ¿cuánto tiempo de tu vida diaria dedicas a recordar lo ocurrido en las montañas?
Pues tengo que admitir que nunca pienso en ello. No lo recuerdo a menos de que esté hablando sobre eso, como ahora, pero no es algo en lo que piense día a día. Como dije antes, no me causa pesadillas. Hemos sido capaces de vivirlo en paz con las montañas.Desde que recibimos ese aplauso, hemos podido vivir una vida normal y tranquila. No trato de fingir que no me afectó, porque sí ha sido un trauma. Un trauma comienza cuando no sabes cómo lidiar con algo, y nosotros supimos cómo hacerlo gracias a que nunca nos acusaron ni marginalizaron. Nadie nunca nos ha señalado con el dedo ni acusado de nada. Fui a una buena universidad, he tenido trabajos buenos, tengo una linda familia, así que la montaña se quedará en nuestro pasado. Lo que importa es que hemos sido capaces de llevar una vida normal. Pienso que eso es lo más importante que puedo decir porque demuestra cómo la gente puede recuperarse de cosas que ocurrieron en el pasado.Supongo que ustedes llevan una vida normal, como pudieron haberla llevado aquellos que no sobrevivieron.
Desde luego que sí. Los chicos que no regresaron no están con nosotros y esta pregunta siempre está presente: "¿Por qué estamos aquí y ellos no?" Pero no tengo la respuesta. Es una pregunta de carácter religioso, moral y ético, todos tienen una respuesta diferente. Yo no la tengo.Sigue a Joel Golby en Twitter:@joelgolby