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La guía Vice de la salud mental

¿Está en riesgo la salud mental de Bogotá por la excesiva exposición al plomo y al mercurio?

Y probablemente no es culpa de ninguno de los que la habitamos, sino de lo que respiramos y comemos.

En Bogotá podemos estar intoxicándonos a punta de plomo y mercurio. Foto vía.

En medio de los intentos por explicarle al mundo por qué cayó el Imperio Romano, existe una teoría que asegura que sus habitantes, gracias a la ingesta de plomo en sus bebidas, empezaron a enloquecer. Autores como Columa Gilfillan, en 1965 y Jerome Nriagu, en 1983, esgrimieron esta teoría y afirmaron que el saturnismo o la intoxicación por plomo, producido por los altos niveles de este metal en el agua y el vino consumido por la población, fue el causante de la baja tasa de supervivencia infantil en la época, e incluso, el responsable de la ruina de la Roma Eterna, por las afecciones psicológicas que desencadenó en sus habitantes.

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La teoría generó revuelo desde que fue formulada, pues hay quienes se resisten a creer que todo un imperio cayera producto de un episodio de demencia colectiva, una amalgama mental que poco a poco fue afectando a los romanos y determinando sus comportamientos, sin que ellos ni siquiera lo sospecharan, o pudieran controlarlo.

Independientemente de la verdad histórica detrás de la caída de Roma, lo cierto es que la ciencia hoy sigue, más que nunca, preocupada por la relación entre la salud mental de una ciudad y los niveles de mercurio y plomo a los que están expuestos sus habitantes.

O al menos en Bogotá.

Hace un año, un equipo de investigadores, liderado por Luis Jorge Hernández, profesor de la Universidad de los Andes, divulgó el estudio Prevalencia de mercurio y plomo en población general de Bogotá. Allí, este equipo en Salud Pública concluyó que nueve de cada diez bogotanos estamos contaminados con mercurio y plomo en nuestro organismo. "Veneno en la sangre", como lo llama Hernández, quien es PhD de Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia. "Estos son dos de los metales más recurrentes en áreas urbanas, por eso nos motivamos a hacer este estudio", me explica el profesor. "El plomo y el mercurio se encuentran presentes en el aire, en el agua, en el suelo, en la vegetación y, de esta manera, entran y se acumulan en el organismo".

Los resultados mostraron que de este 90% de bogotanos, el 80% tiene mercurio en la sangre y el 93.9% contiene plomo. Seis personas del estudio, sin embargo, presentaron niveles de concentración de estos metales superiores a los valores de referencias del Instituto Nacional de la Salud (INS) e incluso de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hernández, quien recalca la diferencia entre contaminación e intoxicación, afirma que, aunque fueron pocos, sí se encontraron en la ciudad casos de gente intoxicada: "los síntomas en ese caso son dolor abdominal, calambres musculares, problemas neurológicos, trastornos psicológicos y en la movilidad, sensación de hormigueo en las extremidades y parálisis cuando son casos extremos".

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Radiografía de intoxicación por mercurio. Foto vía.

El informe de este equipo también señaló la preocupación por la forma en la que esta sobre exposición podría estar afectando la salud mental de los bogotanos y recordó que "la exposición a mercurio y/o plomo a dosis bajas por periodos de tiempo prolongados tiene reconocidos efectos en la salud humana, actuando principalmente sobre el sistema nervioso". Según el documento, esta afectación se relaciona "con temblor y demencias en adultos", en el caso del mercurio, y "con coeficiente intelectual bajo, alteraciones del desarrollo, y trastornos neurológicos y comportamentales en los niños… y elevaciones de la tensión arterial, neuropatía distal y temblor" entre los adultos.

La preocupación de Hernández y su equipo no es singular. En 2013, y por causa no solo de estos efectos, sino por sus efectos ambientales, 140 países firmaron la Convención de Minamata, a través de la cual se pactaron compromisos globales para reducir las emisiones de mercurio en las próximas décadas. "Estamos ante una epidemia silenciosa que merma las capacidades intelectuales de la sociedad", declaró entonces Philippe Grandjean, profesor de Salud Ambiental de la Escuela de Salud Pública de Harvard.

En diferentes estudios realizados en las últimas décadas, investigadores como Craig Stenberg (PhD en psiquiatría de la Universidad de Colorado), Alexander Jungreis (neurólogo en Orlando Regional Medical Center) e incluso la misma OMS han divulgado evidencias de la vinculación entre estos metales y la salud mental. Entre otras cosas, estas investigaciones concluyen que la exposición a estos metales pesados producen episodios de depresión y agresividad, y comportamientos antiadaptativos en los niños.

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Cuando le pregunté a Hernández si esto era posible, o si Bogotá podía estar sufriendo de un trastorno psicológico colectivo debido a la exposición a estos metales, me respondió que era muy probable. Sin embargo, por estos días el profesor está preocupado por la población más vulnerable a esta exposición, y el efecto que tienen estos metales sobre sus mentes: los niños.

Los cerebros de organismos expuestos por mucho tiempo al plomo presentan disminución de volumen, sobre todo en la corteza prefrontal. Foto vía.

Hernández no sería el primero en preocuparse por este tema. Un artículo del New England Journal of Medicine le atribuye a los altos niveles de plomo en los niños sus comportamientos antisociales y déficits de atención en clase. Asimismo, tras un estudio para medir el desempeño académico, en donde 58 niños contaminados con plomo y 100 niños sin contaminación por plomo fueron sometidos a la prueba Wechsler de inteligencia para niños, se determinó que los que estaban contaminados obtuvieron puntajes mucho más bajos en la prueba, así como bajos puntajes en tests de audición, oratoria y atención que se realizaron posteriormente.

De ahí que, para la segunda fase de su estudio, Hernández pretenda "realizar un monitoreo de los posibles efectos en la salud física y mental de los niños y niñas de edades preescolares y escolares" de la presencia de plomo y mercurio en el organismo. Además, buscará medir los niveles de estos metales en el suelo, aire y agua de la ciudad, y analizará su relación con el consumo de pescado.

Las cifras de salud mental en Bogotá no son alarmantes, pero por falta de diagnóstico. Según la Secretaría de Salud, en 2013 se registró la esquizofrenia paranoide como la afección mental más común en la ciudad, con más de tres mil diagnosticados, seguida de los trastornos mixtos en el desarrollo cognitivo de la persona, y los cuadros de depresión leve entre los habitantes. En total se atendió un promedio de 7.729 personas, en una ciudad de casi nueve millones de habitantes. Sin embargo, las cifras deberían ser mayores. "Muchos enfermos están enmascarados", afirmó Wilson Bustos , subgerente científico del Hospital de Kennedy, en una entrevista con el diario El Tiempo. "Hay sociópatas en las calles, hay hombres y mujeres con trastornos sin tratar. Si la salud mental se empieza a considerar como un problema de salud pública habrá un verdadero proceso para identificar todos los casos".

Hernández y su equipo están trabajando de la mano con la Secretaría de Salud de Bogotá y otras universidades como la Universidad Nacional. "Vamos a hacer comparaciones entre la población más expuesta y la menos expuesta para la siguiente fase. Queremos estudiar las incidencias psicológicas de esto, puede que la presencia de estos metales esté determinando el comportamiento de los habitantes en Bogotá".

A la final, puede que esa teoría incomprobable del Imperio Romano haya sido revivida en nuestros días, y esas coladas en Transmilenio, ese acoso en los sistemas de transporte, esa inseguridad latente y demás hostilidades citadinas a las que nos vemos sometidos a diario, no respondan a nada más que a las sustancias venenosas que se están acumulando en nuestros cuerpos.