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La verdadera razón de la guerra en Irak

El objetivo de la guerra en Irak no era más que mantener a flote el changarro del petróleo.

(Foto vía Wikipedia Commons)

Greg Palast es uno de los bestsellers del New York Times, además de ser un periodista e investigador sin miedo cuyos reportajes han salido en la BBC y The Guardian. Ve los reportajes y cortos de Palast en www.GregPalast.com donde podrás enviarle tus documentos con completa seguridad y marcados como “confidenciales”.

Justamente porque estaba marcado como "confidencial" en cada página, el títere de la industria de petróleo no podía creer que el Departamento de Estado de Estados Unidos me hubiera dado una copia completa de sus planes secretos para los campos petroleros de Irak.

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De hecho, el Departamento de Estado no hizo tal cosa. Yo ya tenía todo mi rollo muy bien ensayado, mi identidad falsa estaba lista y de verdad me volví tan bueno que casi llegué a creerme mis propias mentiras.

Dije que quería asegurarme de que ella y yo estábamos trabajando para el mismo proyecto del Departamento de Estado. ¿Podría ella decirme el nombre oficial, fechas y números de páginas? Pues Lo hizo.

¡Bingo! había derrotado al complejo militar petrolero en su propio juego de mentiras y estaba muy satisfecho.

Después de hacer unas llamadas de California a Kazajstán para probar mi engaño, mis siguientes llamadas fueron para el Departamento de Estado y el Pentágono. Cuando tuve las especificaciones sobre el proyecto para el petróleo de Irak –las mismas que el Departamento de Defensa y el de Estado juraron por escrito que no existían– les dije que iba a agradecer mucho que me dieran un copia (sin censura) si no querían tener una historia verdaderamente problemática en el noticiario nocturno de la BBC.

Pasaron unos días y nuestro jefe de investigaciones, el señor Badpenny, fue a mi cabaña en las afueras de Nueva York y me entregó un documento de 323 páginas y tres volúmenes creado por el Departamento de Estado durante el mandato de George Bush, el cual hablaba de una reunión secreta en Houston, Texas.

Rompí el sobre donde venía el documento y quedé asombrado.

Como muchos de los periodistas de izquierda supuse que George Bush y Tony Blair invadieron Irak para comprar sus yacimientos de petróleo a un precio ridículamente barato. Pensábamos que los neoconservadores eran los verdadero casus belli: sangre por petróleo.

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Pero la verdad es que todo fue mucho peor que "Sangre por petróleo". Mucho, mucho peor.

La clave estaba en el diagrama de flujo de la página 15, una línea de tiempo del régimen petrolero iraquí.

“…Una sola empresa estatal …mejora relación del gobierno con la OPEC”


Una infografía del autor que representa la historia secreta de la guerra contra Irak. Da click para hacer más grande.

Permítanme explicar por qué estas palabras sacudieron mi mente.

Ya había tenido en mis manos un documento de 101 páginas, era un esquema secreto del Departamento de Estado que fue descubierto por Neil King, un reportero del Wall Street Journal. El documento pedía la privatización y la venta de cada una de las acciones del gobierno y la industria petrolera. En caso de que alguien no esté siguiendo el hilo, las ventas de estas acciones o activos incluirían cada torre de perforación, cada pipa y el barril de petróleo, o como el documento dice: "especialmente el petróleo".

Ese plan fue creado por una manada de ejecutivos neoconservadores que trabaja para la Fundación Heritage. En 2004, la autenticidad del plan fue confirmada por Grover Norquist –la estrellita de la política en Washington–. (imagino la imagen de Grover sacudiendo sus pequeñas y suaves manos mientras convierte a Irak en un Disneylandia del petróleo recreando las hazañas de estilo dictatorial de Pinochet en Chile)

El plan era dividir y vender yacimientos de petróleo de Irak, incrementar la producción, inundar el mercado mundial del petróleo –y así destruir a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y con eso, la estabilidad política de Arabia Saudita.

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El General Jay Garner confirmó también el plan para adquirir el petróleo. De hecho, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld despidió a Garner, cuando el General, que había vivido en Irak, se quejó acerca de la estrategia neoconservadora la cual dijo que podría causar una guerra civil. Que de hecho sí lo hizo.

Sin embargo, Rumsfeld reemplazó a Garner con un nuevo casique estadounidense, Paul Bremer, socio en la firma de Henry Kissinger, para completar la adquisición corporativa de activos de Irak, "especialmente el petróleo".

Pero eso no podía ser. Mientras que Bremer supervisaba la transferencia de industrias iraquíes a las empresas extranjeras, fue detenido en seco en los campos petroleros.

¿Cómo? Yo sabía que había sólo un hombre que podría aplastar a todo el ejército neoconservador: James Baker, ex Secretario de Estado, padrino de la familia Bush y uno de los más importantes asesores de Exxon Mobil Corporation y House of Saud.

(Esto lo sé de una fuente involuntaria, de un experto en la industria petrolera, Edward Morse de Lehman/Credit Suisse. Morse siempre negó que alguna vez hablé con él, pero cuando reproducía la cinta de mi grabadora escondida, se le borraba la memoria y se iba del lugar.)

De ninguna manera los clientes de Baker, desde Exxon hasta Abdullah, iban a permitir que una manada de monstruos neoconservadores destrozaran la industria petrolera de Irak. No iban a permitir que rompieran las cuotas de producción de la OPEP e inundaran el mercado con 6 millones bbd de petróleo iraquí de tal modo que el precio del petróleo bajaría hasta $13 el barril tal y como estaba en 1998.

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Las grandes petroleras no podían permitir que los yacimientos de petróleo se privatizaran y quedaran fuera del control del estado. Eso hubiera hecho imposible mantener a Irak dentro de la OPEP (un objetivo declarado de los neoconservadores) como el estado no podría limitar la producción de acuerdo a las cuotas del sistema. La industria petrolera de Estados Unidos estaba usando su poderío político para evitar la entrega de los yacimientos de petróleo de Irak.

Así es: las compañías petroleras no querían ser dueñas de los yacimientos de petróleo –según ellas no querían el petróleo– pero era todo lo contrario, lo que realmente querían era asegurarse que de hubiera un límite en la cantidad de petróleo que venía de Irak.

Saddam no estaba tratando de detener el flujo de petróleo –estaba tratando de vender más. El precio del petróleo había subido 300% por las sanciones y un embargo de corte de ventas que limitaba la venta de petróleo de 4 millones de barriles al día por solo dos millones. Con Saddam fuera, la única maldita manera de mantener el petróleo en territorio nacional era asegurarlo en la petrolera estatal la cual permanecía bajo las cuotas de la OPEP.

El Instituto de James Baker rápida y secretamente comenzó con la redacción de un plan de 323 páginas del Departamento de Estado.

Con la autoridad concedida desde arriba (es decir, Dick Cheney), ex-presidente de Shell Oil USA, Phil Carroll fue trasladado de urgencia a Bagdad en mayo de 2003 para hacerse cargo de petróleo de Irak. Bremer dijo, "No habrá ninguna privatización de petróleo –fin de la discusión". Carroll pasó el control del petróleo de Irak a Bob McKee de Halliburton, una empresa vieja de servicios petroleros quienes implementaron la opción de "mejorar la OPEP" basada en una política estatal.

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Un poco de petróleo pudo salir, especialmente dirigido a China, a través de la limitada pero lucrativa, "acuerdo de reparte de producción".

Y es así como George Bush ganó la guerra en Irak. La invasión no fue acerca de "sangre por petróleo", sino algo mucho más siniestro: sangre por nada de petróleo. El objetivo de la guerra era mantener el mercado y elevar los precios como nunca antes.

Los hombres del petróleo, no importa si es James Baker o George Bush o Dick Cheney, no están en el negocio de producción de petróleo. Están en el negocio de producir ganancias.

Y lo han conseguido. Irak, es capaz de producir de seis a 12 millones de barriles de petróleo al día y exporta todavía muy por debajo de su cuota de la OPEP de 3 millones de barriles.

El resultado: como nos marca el décimo aniversario de la invasión de este mes, también marca el quinto año en el que el crudo está 100 dólares por barril.

Ahora si George Bush le puede decir con todo el orgullo a James Baker: ¡Misión cumplida!

Sigue a Greg en Twitter: @Greg_Palast

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