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El nuevo anuncio de la Lotería está lleno de errores

El nuevo anuncio de la Lotería de Navidad es, aparte de inmoral, un pozo de errores y despropósitos.

Ya lo sabéis, joder, es una tradición que tenemos en VICE. Cuando se acerca el frío y vemos a lo lejos asomarse esos mágicos días navideños no podemos sino esperar con alegría el nuevo anuncio de la Lotería de Navidad, sede de innumerables fracasos y distopías. No creáis que disfrutamos criticándolos, cada anuncio fallido es como una estaca clavada directa a nuestro corazón. Soñamos, año tras año, en un anuncio que nos conmueva de verdad, que nos haga llorar, reír y, por qué no, enriquecernos. Estamos cansados de ser los malos, los cínicos los que tienen los sentimientos ocultos en una jaula, dentro de un baúl, debajo del mar; pero es que, coño, siempre nos sentimos profundamente timados con estos anuncios, creaciones que únicamente pretenden conmover gratuitamente con una sencilla mezcla de trucos narrativos y sonoros.

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El anuncio de este año no es una excepción. Resulta tremendamente perverso. Aparte de inmoral, tiene varios mensajes escondidos y errores que ahora mismo, si me cogéis de la mano y saltáis conmigo sin rechistar, podréis descubrir. Que empiece pues, como cada año, NUESTRA RESEÑA DEL ANUNCIO DEL SORTEO EXTRAORDINARIO DE NAVIDAD.

Arriba y abajo. Mar y montaña. Bien y mal. Vida y muerte.

El anuncio empieza con un plano general, de localización. Este es un plano inocente, sin malicia, pero ya nos anuncia que, este anuncio, no es lo que se supone que es. ¿Por qué? Bien, se nos presentan dos realidades distintas y, supuestamente, antagónicas: mar y montaña. Es un juego de opuestos, de dualidad, que planeará todo el rato por encima de este trabajo. En fin, nos plantea la existencia de un segundo nivel de interpretación, opuesto al que se nos revela en primera instancia.

Atiende al número de arriba a la derecha

Esta dualidad está presente en muchos pequeños detalles: las dos palomas de cerámica besándose al lado del cuadro de la anciana y su marido; las dos bolas del mundo en el comedor; las dos tazas encima de la mesilla de al lado de la tele; el décimo de lotería lo han comprado dos personas, la fecha es el "22" de diciembre, ese "1-2" impreso en la puerta de la fábrica donde trabajan esas señoras, las dos cestas, los dos policías y podríamos seguir hasta que nos tocara la jodida lotería.

El primer error del anuncio es que nos presenta a una señora que, supuestamente, está un poco senil y que tiene delirios cuando todo apunta a que la mujer está perfectamente cabal y que la edad le sienta muy bien. Pese a esta evidencia, la gente de su entorno se empeña en demostrar todo lo contrario, que se trata de una pobre loca que deben ayudar. "Ayudar", este es el peor verbo del mundo, la condescendencia en su máximo nivel, la tolerancia y el creer que una forma de entender el mundo está por encima de otra, que, por supuesto, hay que reconducir.

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En ningún momento el anuncio nos puede llevar a pensar que nos encontramos delante de las cavilaciones de una loca; lo único loco y desfasado que hace esta señora —en fin, que el director nos muestre— es el desayuno desfasadísimo que le prepara a su nieto, nada más. La locura se encuentra, únicamente, en la mirada de los demás.

Este cretino lo ha empezado todo

Venga, ya que he sacado el tema, hablemos del nieto. Aparte de ser un cliché —joven

Miradla, no es una loca ni una mujer frágil, es una mujer capaz de liderar una revolución

millennial enganchado al móvil y pasota (me imagino estas mismas palabras a la hora de presentar el personaje en el pitching para el cliente)— su evolución es desmesurada. Vale que el anuncio solo dura cinco minutos pero es que el tipo hace un cambio radical. En dos escenas pasa de estar tirado en el sofá desde donde todo se la suda a ser el nieto modélico que siente una gran responsabilidad por mentir a su abuela y construir su felicidad a base de artimañas. En fin, en dos escenas aprende el auténtico sentido de la Navidad.

En el fondo se trata de un simple error: la señora se confunde y cree estar viendo el resultado del sorteo de la Lotería de Navidad de este año cuando en realidad son las retransmisiones del premio de años anteriores. Ya está. Todos podemos tener un despiste de estos de no saber en qué coño día vivimos. ¿Cuántas veces hemos ido a Correos y al rellenar el papelito de correo certificado no tenemos ni puta idea de qué día es? Cientos. El problema principal aquí es que el nieto —ese cobarde— no tiene la decencia de decirle a su abuela que se ha confundido, que el resultado de la lotería se dará al día siguiente. Solo este pequeño detalle habría alterado el destino de ese pueblecito costero. Todo empieza aquí. Pero de algún modo el anuncio avanza sobre esta farsa de que la mujer necesita creer que ha ganado la lotería, sin darnos ninguna razón por la que debamos pensar que mantener este engaño sea una cuestión de vida o muerte para ella (no hay ningún drama económico en la familia, ella no sufre ningún tipo de enfermedad que altere su percepción de la realidad…). Si fuera una loca que vive dentro de una terrible espiral eterna en la que cada año cree vivir ese día en el que ganó la lotería de Navidad —en una especie de adaptación fatal de

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Atrapado en el tiempo— pues aún tendría sentido, pero darle coba a un error sin importancia (un despiste, vamos) no lleva a nada. En fin, la trama se sustenta sobre un planteamiento erróneo.

En este maldito pueblo solamente hay una persona sensata que ve que no PASA NADA. Es esa que señora que sale por la ventana y grita "¡pero qué dices, chalao". Estupefacta ante la locura general, esta señora ofrece el único segundo de genialidad del anuncio.

Si aceptamos el planteamiento erróneo del anuncio, ahora nos encontramos con que no se sabe de qué tienen que salvar exactamente a esta señora. Se supone que toda la gente del pueblo cree que mantener la ilusión de la señora la salvará de algo, ¿la tristeza? ¿La muerte? Quién sabe. Me atrevo a lanzar una teoría: de la misma forma que el anuncio muestra esta dualidad semántica de la que hablaba al principio, la gente de este pueblo asturiano cree que esta dualidad es necesaria también en la vida de las personas. Me explico: mientras su marido vivía, todo iba bien, pero al enviudar, algo se desequilibró, algo se rompió. Según los habitantes del pueblo, la mujer, con sus dos bolas del mundo, sus dos tazas y sus dos palomas de cerámica, vive en una realidad demencial propiciada por la nueva soltería. Y este pueblo NO PUEDE COMPRENDER UN SISTEMA FAMILIAR QUE NO SEA UNA DUALIDAD. Supongo que esto debe ser lo único que les hace creer que la mujer "ya no está bien". Cuando la idea de pareja se rompe, se pierde la armonía y el equilibrio de su cordura. Esto es lo que piensan estos malditos pueblerinos locos.

De la misma forma, cuando percibimos este anuncio desde un único punto de vista y caemos en la lágrima fácil, estamos generando un desequilibrio preocupante en la interpretación de las imágenes en el tiempo (lo que vendría a ser el séptimo arte). Si bien ahora, desde la distancia emocional, podemos entender que los locos son ellos (los del pueblo) y no ella (la anciana), los que defendemos nuevos puntos de vista a la hora de interpretar este anuncio somos también, a nuestro pesar, unos pobres locos.

El plano con más sonrisas de la historia del cine

Por último, dejadme terminar con esta instantánea. El plano con más sonrisas de la historia del cine. Cientos de personas avanzando orgullosas con la mentira estampada en sus caras hacia un destino inevitable: la verdad. Porque toda esta elucubración fantástica sobre el gordo de Navidad caerá por su propio peso, pues al día siguiente, la señora se dará cuenta del pequeño percance y les dirá "coño, ¡la que me liasteis ayer!". Si esto no sucede y la mujer se pasa el día durmiendo la mona, tendrán que ocultarle DURANTE TODA LA VIDA que vive un día adelantado al resto de la humanidad, tarea ciertamente ardua y complicada. Mucho más que toda esta artimaña terrible que ha unido a un pueblo en la mentira.