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Cultură

Yo, Atlante – Cómo no dormir nunca

Sueño, en clave nacional, que me encuentro entre un grupo de personas que se anudan la corbata en la frente, ejecutan coreografías y alzan a los dioses combinados en vaso de tubo. Me despierto angustiado...

Sueño, en clave nacional, que me encuentro entre un grupo de personas que se anudan la corbata en la frente, ejecutan coreografías y alzan a los dioses combinados en vaso de tubo. Me despierto angustiado.

A diferencia de las bandadas, los enjambres, sean de la densidad que sean, no requieren líderes para mantener la cohesión. Cada individuo interacciona con media docena de vecinos y la conducta aislada de cada uno de ellos dictará la decisión colectiva. No hay control central y cuanto más simples las unidades, claro, mejor funcionará el grupo. Esto lo escuché en un documental de los de fumar porros. También decían que el rasgo más intolerable de la especie es pertenecer a ella, comprobar de continuo que tú eres tal, pero que se va llevando porque no hay otra y que las cosas más asombrosas que hacemos los hombres son llorar, curar patas de cerdo y los dibujos animados.

Ah, pero yo vivo solo, vivo de los besitos que me dan por ahí.

En lo personal, mi nueva vecina solo tiende toallas y bragas de encaje, de lo que se colige que es puta y queda certificado por sus abluciones nocturnas. En su encima también ha habido muda, y un pastor -que no un cura- bendice el apartamento bramando de buena mañana que se ha de atar toda hueste de maldad, que tú, Señor, eres el que hace la Obra, y en alternancia una voz femenina pide romper yugos y que se nos cubra con la sangre poderosa del Hijo. Por delirio e insistencia tal vez merecen una bofetada de ida y vuelta, pero como para mí esto es novedad, atiendo acodado en el alfeizar, desnudo y legañoso, hasta que un parroquiano les menta toda la defunción por el patio de luces y la mujer reconduce su arenga hacia “el derecho del enemigo”. Le perdona la vida. Siguen ahí enfrascados cuando salgo de la ducha, insistiendo en creerse a sí mismos, escalando la enajenación hacia el lugar último, prácticamente exhaustos, y se interrumpen cuando suena el vals de Nokia. Mi puta madre: ¡se salen de misa para atender una llamada de la Tierra! Así no alcanzaremos nunca la experiencia mística…

En esta ciudad he visto yo ayer, bocarriba en un parterre, un caracol bullendo de larvas blancas, translúcidas y sudorosas, devorando en un silencio vertiginoso lo blando del molusco. Y nadie se estaba dando cuenta.

El caso es que nos están poniendo el pan muy arriba, ciertamente, pero mira, no dejemos de maravillarnos por esto y por aquello y rompamos algunas reglas, que al final se ha quedao buena noche. A mí me gustaría habitar la casita austera de un faro pero no tengo posibles, así que me consuelo con que la derrota, en acepción marina, no es más que el rumbo. Luego escribo porque es un alivio y os hago entrega así de mi angustia y mi veneno. Tampoco os hagáis ilusiones sobre vosotros mismos, no sois más que accidentes, pero celebremos la realidad, ¡que no es nada!