¿Qué cosas importan cuando sufres de ansiedad?

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¿Qué cosas importan cuando sufres de ansiedad?

Entre el bombardeo diario de los placeres de la vida, el mayor lujo puede que sea dejarse perder en el momento. Eleanor Morgan comparte sus reflexiones acerca de su primer libro, una confesión honesta sobre su experiencia con la ansiedad.

Este artículo fue publicado originalmente en i-D, nuestra plataforma de moda.

La palabra "lujo" es un término evocador. Al decirla en voz alta nos vienen a la mente todo tipo de imágenes: cuero suave, sábanas de hilo y agua cristalina donde mojar tus pies en vacaciones. Pero el lujo no es sólo algo material o tangible, es un concepto que implica la riqueza de una experiencia. Por eso, cada uno crea su propia idea de cómo es y cómo se siente.

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En el mundo, no hay dos mentes iguales porque la construcción de identidad personal está siempre en desarrollo. El cerebro trabaja de infinitas formas misteriosas, formas que, a pesar del avance de la neurociencia, todavía dejan a los científicos rascándose la cabeza. Sin embargo, tenemos la certeza de que nuestras respuestas personales ante la vida son producto de muchas cosas como la genética, el desarrollo cognitivo temprano, la experiencia, la memoria, la naturaleza y la nutrición.

Cuando consideramos lo subjetivo que son los conceptos, la idea de lujo nos parece menos relacionada con su definición –que denota la exhibición o manifestación de riqueza– y descubrimos que tiene que ver más con quiénes somos como individuos y con nuestro contexto.

Para muchos, el lujo y el dinero son conceptos inseparables. Pero el lujo es en realidad posible sin estar condicionado al dinero. Así, podríamos decir que lujo no es sólo la sensación del cuero suave entre los dedos y dormir entre sábanas de algodón egipcio, sino es más bien la capacidad de tener libertad de decisión.

No tener dinero nos excluye de la toma de decisiones de muchas cosas, excepto de las más básicas que están relacionadas con afrontar saber en qué gastar nuestros últimos pesos. Para las millones de personas que viven en la pobreza alrededor del mundo, el lujo es igual a no tener que preguntarse: "¿Compro esto que me hace falta o otro par de zapatos?".

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Son los pequeños extras de la vida los que le ponen una carita feliz a la existencia cotidiana: tener un billete de 5.000 en el bolsillo para comprase una empanada y una gaseosa, coger el SITP en vez de caminar, o poder desayunar algo más que aguapanela o tinto con pan en una semana. En fin, son todas esas cosas que la gente que tiene dinero ve como una realidad muy remota. Esos, para mí, son los lujos de la vida.

Cuando era niña, mis padres eran pobres y pasábamos por etapas en las que realmente no teníamos mucho. Todavía no logro entender exactamente la razón de esa situación, pero sé que había una deuda y unos negocios fracasados en el contexto de una pareja de unos veinticinco años con tres hijos de menos de cinco que intentaba hacer todo lo posible por salir adelante.


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Sin haber vivido todavía las experiencias que me irían formando como adulta, mi idea de lujo existía entonces en los momentos en que mis sentidos estaban muy involucrados. La mayoría de las veces tenía que ver con el gusto, creo: poder repetir postre (un cóctel de fruta de lata y yogurt), poder comprar un helado del carrito que pasaba frente a la casa,y cosas así. No tener mucho dinero significaba que vivíamos con lo básico, así que cualquier cosa que estuviera fuera de nuestra rutina era algo deluxe. Algo que seguramente le pasa a mucha gente.

Cuando estaba estudiando, el lujo en mi vida era que me sobrara algo de mi beca para poder tomar un taxi a casa después de una noche de fiesta en lugar de tener que coger bus en la noche. Cuando empecé a trabajar como periodista a los 20 años, la situación era bastante parecida. Pero ahora que tengo 30, el lujo significa poder viajar, comer de vez en cuando en buenos restaurantes y el placer material de tener cosas de calidad.

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Sin embargo, más que otra cosa, el lujo significa tranquilidad en la mente pues, como alguien que ha vivido con ansiedad, poder absorber el presente es algo que me resulta difícil.

He vivido con ansiedad durante toda mi vida adulta. 'Vivir con' es un término que puede significar varias cosas, ya que en ocasiones lo he sufrido hasta llegar a la desesperación y tener que retirarme del mundo de forma temporal, mientras que otras ha estado ahí de fondo, como una pequeña mancha en mis gafas.

Pero el llegar al punto en el que puedo reprimirla durante largos periodos de tiempo ha sido un largo camino lleno de baches. Se necesita –y he necesitado– mucho compromiso, aunque algunas de las estrategias que he aprendido al tratar mi ansiedad están muy lejos de ser infalibles. Sin embargo, lo que he aceptado es que mi estado de ánimo es siempre transitorio y nunca se queda igual.

La ansiedad puede llegar a hacer que vivir el presente sea realmente difícil cuando te encuentras encerrado en un enredo de pensamientos catastróficos sufriendo los diferentes síntomas que estos pueden desencadenar. Nos encerramos en nuestro mundo hasta tal punto que es imposible llegar a ver el mundo tal y como es, y esto es lo que hace que poder estar (realmente) presente sea un auténtico lujo.

¿Pero cómo lo conseguimos? ¿Cómo podemos distanciarnos de nuestro mundo rápido, complejo y digitalmente saturado, para acercamos así a nosotros mismos de una forma que nos inspire tranquilidad? Esta es la pregunta del millón que todos se preguntan y para la que nadie tiene una respuesta clara. Tampoco es un problema que afecta sólo a aquellos que han sufrido complicaciones de salud mental –aunque está claro que ellos la tienen más difícil– sino que es un problema que nos involucra a todos.

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A principios de este año terminé de escribir un libro sobre la ansiedad. Mi propia experiencia me sirvió como clave para plantear preguntas más amplias sobre algo que se encuentra en el corazón de la condición humana pero que puede complicarse para alguna gente (millones de personas en todo el mundo de hecho).

Además de explorar la raíz de mis propios problemas, gran parte de mi investigación se basó en descubrir qué factores hacen que una persona llegue a tener ansiedad. Pero siempre volvía a lo mismo, y es que los científicos tienen algunas ideas claras de por qué la ansiedad puede convertirse en un problema tan grave, pero nada es realmente blanco o negro. Esto es algo que nos puede dar mucho en qué pensar.

He aprendido que la ansiedad no tiene "cura" –¡eso sí que sería todo un lujo!–, pero hay muchas buenas opciones de tratamientos que pueden ayudar a gente que, como yo, vive con ella para que tenga una vida completa, feliz y con sentido. Mientras estaba escribiendo el libro –durante los largos periodos de soledad que vinieron con ello– tuve más tiempo para ser consciente de mi situación.

Me examiné con mucha más profundidad que nunca antes y en ocasiones me encontré llorando de frustración; en otras, me quedé sentada durante horas sin poder escribir ni una palabra.

Reflexioné mucho sobre la idea del lujo y me di cuenta de que los sentimientos más agradables que conozco no vienen de nada que pueda palpar o portar, sino que llegan cuando no me doy cuenta de que ha pasado el tiempo. Eso puede que se deba a que soy una persona que sufre de ansiedad, pero creo que seguramente también se debe a que soy una persona y punto.

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Nuestras mentes están más avanzadas que nunca y por eso a veces nuestra naturaleza actual se puede poner en nuestra contra. En muchos aspectos, nos sentimos demasiado conectados por la tecnología que nos rodea.

Usualmente tengo más consciencia de mí misma cuando no estoy pendiente del computador ni de la fecha arriba de la pantalla de mi celular. También me pasa cuando encuentro el momento para salir, cosa que hago todos los días como terapia contra el estrés. Algo se calma en mi interior y me siento libre.

A través de la escritura de mi libro, he descubierto la base científica que lo explica. Todos sabemos que desconectarse de internet, de nuestros teléfonos y de lo que sea que nos mantiene atados, y mirar hacia un paisaje verde es bueno para nosotros. Y lo que pasa en nuestro celebro mientras nos desconectamos es algo fascinante.

Esto pasa, por ejemplo, cuando hablo bobadas con mis amigas, pues reírme de tonterías es seguramente la mejor sensación de libertad que conozco. También ocurre cuando escucho lo que la gente dice y cuando estoy aprendiendo algo.

Por eso decidí –tras una década escribiendo y editando– inscribirme a una maestría de psicología e intentar formarme como psicóloga clínica. Soy consciente del privilegio que es poder estar en esa posición y de tener la libertad de tomar una decisión como esta para mi vida.

Descubrí así una idea muy existencialista, donde el lujo es un sentimiento más allá de algo que podamos tocar o medir con objetos materiales.

¿No es eso lo que buscamos, en el fondo, cuando gastamos dinero en cosas? ¿Un sentimiento?

Si quitamos el dinero de la ecuación, puede que el lujo sean los momentos en los que nos evadimos de la realidad, aunque sea por un instante, como si ese tiempo se hubiera detenido. Y eso es algo que cada uno de nosotros percibe de manera diferente.

El libro de Eleanor llamado Anxiety for Beginners se publicará por la editorial Bluebird (PanMacmillan) el 2 de junio.