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Drogas

Me metí un montón de cocaína sobrio en nombre de la ciencia

Siempre la consumes cuando vas borracho por una buena razón: no la disfrutas para nada sin la ayuda del alcohol.
rayas de cocaína sobre un videojuego
El autor, haciéndose una raya

Combinar alcohol y cocaína es una práctica tan antigua como la cocaína misma, así que realmente no es tan antigua. Sin embargo, para cierto sector de fundamentalistas del viernes noche, meterse unos gramillos después de varios cubatas se h instaurado como una tradición tan arraigada como el vodka con cola o el beberse diez birras y darle un puñetazo en toda la cara a un caballo de la policía.

Por razones que resultan obvias, nada de esto está bien. Para empezar, al mezclar alcohol y cocaína, se genera una nueva sustancia en la sangre —el cocaetileno— que puede ser incluso más perjudicial a nivel cardiaco que la propia cocaína. Eso sin tener en cuenta el aumento de la pureza de la coca y de las muertes relacionadas con su consumo. Por no hablar del golpe que supone para tu bolsillo y tu corazón el hábito de comprar un gramo cada vez que sales por la noche. Y claro, esnifar farla implica quedarte despierto más tiempo y, por tanto, beber más.

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Pero para muchos es un hábito: bebes hasta que estás tan mal que necesitas algo para reanimarte, así que haces una llamada para pedir ayuda. Para una quinta parte de la gente que llama, la coca llega más rápido que la pizza. Siendo tan fácil saciar esa tentación, es normal que la gente pase por alto las advertencias en forma de números rojos en la cuenta y riesgo de sufrir un infarto.

Pero, ¿y si quitamos el alcohol de la ecuación? ¿Consumirías coca igual? Para la mayoría de consumidores, la respuesta es sí, aunque según datos del Reino Unido, cerca de 875 000 personas que consumen coca habitualmente no lo harían estando sobrias. ¿Quién iba a querer malgastar el dinero en coca pudiendo gastarlo en un restaurante pijo?

Yo, en nombre de la ciencia.

COMPRAR LA COCA

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Es sábado por la noche y pillo un gramo de mi camello de confianza, que me cuesta 90 libras (100 euros) y la recibo en casa una hora después de pedirla. Pero antes de empezar mi experimento, quiero comprobar dos cosas: cómo de potente es la droga y con qué la pueden haber adulterado.

¿QUÉ PUREZA TIENE LA COCA QUE ME HAN PASADO?

Como no soy químico —ni siquiera soy escritor—, me compré uno de esos kits para analizar droga que te dan algunas asociaciones como EZ Test. Me advirtieron de que no son pruebas de laboratorio, pero que teniendo que la mayoría de nosotros no tenemos acceso a un laboratorio profesional, son “la mejor opción”.

La cosa funciona así: pones un poco de líquido de prueba en un tubito con otro líquido de prueba, luego añades 20 mg de farla, lo agitas todo bien y compruebas el color del mejunje resultante con una tabla.

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Como veis, el color es de un marrón oscuro / negro que, según la ciencia, básicamente indica que la coca es de gran pureza. Bien por la parte de satisfacción como cliente. Mal por mi cuerpo si me paso consumiendo.

¿QUÉ MÁS LLEVA LA COCA?

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Habrás oído un montón de historias horribles sobre cómo adulteran la cocaína, pero lo cierto es que, incluso sabiendo que a veces la mezclan con levamisol (un agente antiparasitario), benzocaína (un anestésico local) y fentanilo (un opioide fortísimo que te puede matar fácilmente), seguimos consumiéndola.

En todo caso, me pareció importante comprobar qué más llevaba el gramo que había comprado para poder controlar mejor mi reacción, con el beneficio añadido de que no sufriría los efectos del alcohol. Así que volví a verter un poco del polvo en otro tubo de ensayo lleno de líquido —esta vez uno que analiza los adulterantes—, lo agité y… se volvió de color benzocaína.

Tras consultar en internet, aprendí que la benzocaína es básicamente un componente que se añade para imitar el efecto entumecedor de la cocaína y que, aunque no era ideal que estuviera presente, tampoco me mataría.

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LA PRIMERA RAYA

Me he puesto una lista de reproducción relajante (“Panpipe Moods Vol. 1”) y me he preparado una raya. Noto cierto olor a petróleo —lo cual no es sorprendente, teniendo en cuenta que las hojas de coca se sumergen en gasolina para la elaboración de la droga— y el polvo presente grumos.

La primera raya: como ya sabrás si has esnifado coca alguna vez, el primer impacto pica un poco en la nariz, luego se te pasa a la parte de atrás de la cabeza y te baja por la garganta como una luz blanca abrasadora.

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LA SEGUNDA RAYA

Un poco más de lo mismo. Aunque empieza a brotar un ápice de ansiedad en mi estómago, en mi mente predomina la sensación abrumadora de que quiero otra raya, por alguna razón totalmente inexplicable.

Con la segunda raya, la nariz ha perdido sensibilidad y dejas de notar ese leve picor, pero tu cuerpo sabe muy bien qué está pasando y te da ese pequeño subidón. El problema es que, sin alcohol que te baje un poco todos esos impulsos internos, empiezas a sentirte como si te hubieras tomado demasiados cafés y notas que desde tu vientre se eleva un cosquilleo que va en aumento.

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LA TERCERA RAYA

Guau, me encanta esta lista de reproducción y me entran ganas de decirle a todo el mundo lo guay que es. Es que joder, es una lista buenísima.

La ansiedad se ha adueñado de todo mi cuerpo y no hay nada que pueda paliar su ruido; se ha instalado en mi pecho y en cierta forma me paraliza. Quiero hablar de la tarde, pero mi mente va demasiado deprisa como para conceptualizar frases y todo se me queda dentro, dando vueltas en mi cerebro.

LA CUARTA RAYA

¿Alguna vez has estado tan jodido que no podías ni hablar? Pues meterte coca estando sobrio es una forma de acelerar esa sensación, si es que te mola. Esto es: si te mola la sensación de tener un mal viaje de ketamina pero más sofocante, apremiante y, en general, horrenda.

Es como si los límites de mi consciencia fueran vallas electrificadas. Me siento atrapado en mi propia mente, muy acelerado e incómodo, y no soy capaz de hacer otra cosa que no sea meterme más coca.

CONCLUSIÓN

No lo hagáis. Y si vais a meteros coca y a beber a la vez —lo cual, repito, también conlleva sus riesgos—, no os paséis.

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