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Italia

En imágenes: 'Satellite', el barrio-guetto de Milán del que todos quieren irse

Concebido en los años 60 como un distrito modélico, el barrio Satellite de Pioltello se ha convertido en un guetto donde conviven la mafia, el desempleo y la delincuencia. VICE News pasa una jornada en sus calles hablando con sus habitantes.
Foto di Andrea De Cesco

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El aroma a curry se mezcla con el olor de la carne a la parrilla. Raíces de yuca están expuestas en bancos del parque en la zona próxima a las frutas exóticas. Un hombre con un turbante observa cuidadosamente la ventana de una tienda de saris de colores.

Desde los balcones de los edificios brotan sucias parabólicas grisáceas. Para algunos de los vecinos, los canales de televisión de su propio país son la única forma de contacto con el mundo exterior de la vecindad.

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En Pioltello, un pequeño municipio de 37.000 habitantes en las afueras de Milán, el 25 por ciento de la población es extranjera. Pero en el barrio Satellite, los 55 edificios de nueve plantas que alojan a un total de casi 10.000 personas, el porcentaje es mucho más alto: se estima que los italianos son solo dos de cada diez personas, y cerca de un centenar de diferentes nacionalidades se concentran en poco más de un kilómetro cuadrado.

Son datos sin verificar. Muchos hacen hincapié en la necesidad de hacer un censo de los residentes del barrio, pero el hacinamiento en los apartamentos, el subarrendamiento irregular y la presencia de okupas dificulta el proyecto. El febrero pasado, la Policía de la Compañía de Cassano d'Adda encontró en un apartamento ocupado diez albaneses en situación irregular y 5.000 euros robados.

De todos modos, sólo basta echar un vistazo a los alrededores para ver que las estimaciones de los administradores de viviendas, los políticos y los servicios sociales son posibles.

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No en vano, aquí, el Ayuntamiento ha puesto en marcha los llamados Sportello Stranieri [algo así como Extranjeros Automáticos], puntos de información que ofrece consejos para los trámites administrativos tales como gestionar un permiso de residencia.

"Acuden entre 20 y 40 personas por día", cuenta a VICE News Valentina Pometta, que trabaja en uno de estos mostradores desde el año 2000. "Les decimos cómo moverse sin ser engañados".

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Satellite es una especie de "país dentro del país". Cada familia parece haber traído consigo las costumbres de su tierra y no hacen grandes esfuerzos para adaptarse. Y según Alessandra Tripodi, segunda comisaria de la prefectura de la ciudad desde hace un año y medio, si bien habitualmente se entiende la diversidad como un "factor de riqueza de carácter único", los pioltellesianos se sienten invadidos y recuerdan con nostalgia a los años setenta, cuándo el delincuente Renato Vallanzasca había elegido ocultarse en Pioltello.

Algunos de los inmigrantes que hablan con VICE News, sobre todo los que viven en Satellite desde hace años, afirman que "ahora hay demasiados extranjeros. Hubo un tiempo en que era más tranquilo".

Un grupo de latinoamericanos en un jardín del barrio. (Andrea De Cesco/VICE News)

John, un siciliano de 52 años que creció en Seggiano — una zona de Pioltello —, frecuenta el barrio desde hace más de 30 años, ya que es hogar de amigos y familiares. Habla sentado en una silla de plástico fuera del bar Sport, donde el pasado diciembre murió un albanés durante un tiroteo.

John está desempleado y se mantiene, según describe, gracias a la pensión de su madre y a algún trabajo esporádico. Tiene los ojos cansados, poco cabello y la piel flácida. "Aquí están todas las razas del mundo, es normal que haya enfrentamientos", pronuncia mientras bebe un negroni. "Pero si solo te ocupas de tus asuntos, nadie le molesta. La verdad es que Satellite nunca ha cambiado: primero había gente del sur de Italia, ahora hay extranjeros".

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Fue en los años sesenta cuando la compañía Immobiliare Milano compró el terreno para construir un gran complejo residencial destinado a la clase media, con escuelas, canchas de baloncesto y tenis y zonas de juegos para niños. El proyecto se anticipaba una década al proyecto análogo de Silvio Berlusconi llamado Milan Due.

El trabajo fue acompañado por una intensa campaña publicitaria para presentar la nueva 'Ciudad Satellite de Milán', un lugar donde vivir lejos del ajetreo de la ciudad pero con todos los servicios.

Sin embargo algo salió mal. Los bloques de apartamentos de nueve plantas unidas entre sí le daban una sensación de opresión, y las conexiones con la ciudad eran incómodas. El precio de los apartamentos se depreció e Immobiliare Milano entró en crisis.

"En la ciudad Satellite se encuentra el apartamento diseñado para usted", afirmaba una publicidad en un periódico en los años 60".

La empresa intentó vender algunos de los apartamentos a los trabajadores de las empresas de construcción involucradas en el proyecto, pero con magros resultados. Con el tiempo, los bancos acreedores tomaron el control de la situación.

Mientras tanto, el barrio creció sin una dirección clara a falta de un plan maestro. Los bajos precios atrajeron a los italianos que en ese momento migraban desde el sur del país — más pobre — hacia el norte industrializado.

Cada año decenas de apartamentos del barrio se venden por unos pocos miles de euros en subastas judiciales. (Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

Cosimo, un distinguido caballero de unos sesenta años que ya no vive en Satellite desde los años setenta, aún visita a menudo el Leo Bar para charlar con viejos amigos. "Ahora aquí viven proxenetas y prostitutas de lujo", afirma a VICE News.

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En aquellos años Pioltello se convirtió en refugio de varios criminales, incluyendo a Vallanzasca, quien durante algún tiempo se escondió encerrado en un apartamento en la localidad vecina de Seggiano. "Lo llamaban Renatino. Él estaba comprometido con una chica", describe Simone, de 34 años, el dueño del Leo bar.

Mustafa, de 19 años, residente turcochecheno del barrio. (Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

Como emergió a la luz tras algunas operaciones antimafia de los años noventa, en el municipio operaban — y en algunos casos aún hoy continúan funcionando — varios mafiosos. Hasta el 2008 no existía una organización local, pero finalmente surgió. Al poco tiempo, muchos de sus hombres fueron detenidos durante el caso 'Dionisio' de 2012.

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La maffia local gestiona las máquinas de vídeopóquer de los locales — en Satellite todas los bares están provistas de maquinas para apostar —, pero sobre todo se dedica al tráfico de drogas y, en menor medida, al de armas.

"La droga que circula en Satellite proviene de la mafia", dice Alberto Taetti, exconcejal de Servicios Sociales. Basta leer algunos de los múltiples informes periodísticos para comprender cómo el tráfico está extendido en el distrito.

"Los traficantes del distrito son en su mayoría africanos del norte", dice Lorenzo Mastrangelo, comandante de la Policía Local desde 2007. "Los albaneses suelen ocupar mandos medios". La última intervención de los carabineri de la Compañía de Cassano d'Adda se centró en dos marroquíes. Uno escondía cerca de 3 kilos de hachís en el garaje, y el otro presuntamente utilizaba como punto de venta de cocaína el ascensor de la finca.

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La iglesia Evangélica "Asambleas de Dios en Italia", desde 1985 en Pioltello. (Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

"Pero Satellite no es la aberración que algunos creen", matiza Mastrangelo. "Lo que aquí hay es crimen de calle. Además del tráfico, falsificación de documentos — especialidades de los paquistaníes — y robos. Y se han encontrado armas".

Las peleas familiares parecen estar a la orden del día, al igual que las peleas entre bandas. "Hace unos años, albaneses y ecuatorianos se disputaron el control en la calle Leoncavallo", narra Claudio, otro de los patrones de Leo Bar.

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De acuerdo con datos de 2014, en Pioltello hay una tasa de desocupación en torno al 30 por ciento, y es una de las zonas dentro de la provincia de Milán con la población de menores recursos.

Tener trabajo en el distrito es un lujo de unos pocos. En la mayoría de los casos se trata de trabajos pesados, humildes, de miserable remuneración y en negro. Pequeños grupos de personas pasan horas apoyadas contra las paredes del barrio o sentadas en los bancos del parque. Parece que nadie tiene realmente algo que hacer.

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Esta es la razón por la que más y más personas han abierto un negocio propio, pero la liberalización ha destruido cualquier forma de estrategia. Las carnicerías halal, las tiendas de comestibles y el locutorio, todos los locales se encuentran despoblados.

Uno de los tres carniceros de la calle Mozart pertenece a la familia Rahmath, tiene 17 años y es oriundo de Bangladesh. Estudia administración de empresas en el Instituto Técnico Gramsci, a unos cientos de metros de Satellite. Por la tarde trabaja en la tienda.

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"Prefiero trabajar aquí que ser explotado por un italiano", dice el muchacho. "Si bien antes estaba mejor, me sigue gustando el vecindario. En Italia no hay nada como Pioltello".

La Asociación ÖzgürTürk, dedicada a los residentes turcos fue inaugurada en 2011. (Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

Tan solo unos pasos más adelante se encuentra el carnicero Omar, un egipcio de 32 años. Casado con una mujer de Calabria, Omar vive en Satellite desde hace siete años. "Trabajaba en una carnicería en Brescia", comparte a VICE News, con el delantal manchado de sangre sobre su prominente vientre. "Un día, un tunecino empezó a fumar un porro delante mío. Yo le dije que me molestaba y me respondió 'hijo de puta'. Entonces tomé un cuchillo y le corté una oreja".

Omar y otros musulmanes del barrio están tratando de comprar, por medio millón de euros, un edificio de la zona para convertirlo en mezquita. Mientras tanto, se reúnen para orar en la asociación "El Huda" — uno de los dos lugares de culto de Satellite, junto con la Iglesia Evangélica.

La asociación se encuentra en un sótano. Es imposible identificar la entrada, a menos que alguien te lo indique. El suelo está cubierto con una alfombra de goma verde agua que durante las horas de oración está totalmente ocupada por los fieles — entre ellos varios niños. En el exterior, docenas de pares de zapatos se colocan en bastidores especiales.

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Una pequeña área del sótano separada por una pared está dedicada a las mujeres. Entre las presentes se encuentra Fátima, una joven madre egipcia. Para ella, la oración es el único momento del día para socializar .

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En general, la vida aquí es más difícil para las mujeres, y siempre ha sido así. Una de las raras ocasiones que tienen para salir de casa y dedicar algo de tiempo para sí mismas es proporcionada por la asociación "relazioni' [relaciones], fundada hace cuatro años por Francesca Cyril, de 26 años, con el objetivo de incrementar las habilidades sociales de las mujeres del barrio. "Vamos viendo los resultados de nuestra asociación", dice orgullosa Francesca a VICE News.

"El lunes por la mañana hacemos un taller de cocina multiétnica y 'Baile de maternidad', el miércoles un curso de costura a cargo de Katia, siciliana que ahora vive en Sesto San Giovanni, al norte de Milán", cuenta. La asociación se encuentra en otro sótano puesto a disposición por don Luigi Consonni, quien dirige el Centro de Cultura Popular de Seggiano.

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El espacio es reducido, pero cuenta con una zona para niños. A cada reunión asisten una docena de mujeres. Judith, de 40 años de edad, oriunda de Costa de Marfil, vive aquí desde hace 14 años. Como la mayoría de las otras mujeres, ella vino a Satellite para reunirse con su marido.

"En los últimos años se ha producido un deterioro, es menos seguro", dice Judith a VICE News en referencia al barrio. "Estudié en mi país y me gustaría trabajar en un hospital".

Fouzya, en cambio, tiene 48 años, es marroquí y tiene cuatro hijos. Habla bien el italiano, pero no puede escribirlo. Su marido es albañil. Ayuda a Francesca en la asociación.

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Anuncio que ofrece una habitación privada "solamente a latinos".(Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

Satellite está habitado predominantemente por hombres, y es difícil para las mujeres ganarse el respeto. Linda, de 20 años, de padre tunecino y madre Dominicana, dice que por la noche tiene miedo de salir sola. "Mi madre ha sido acosada en varias ocasiones", cuenta. "No recomendaría a nadie vivir aquí. Voy me quiero ir, pero mi padre está bien".

Linda vive con su familia en el sexto piso de uno de los bloques de viviendas construidas hace más de cincuenta años por Immobiliare Milano. "Estamos sin calefacción desde hace cuatro años", describe. "Mi papá compró una estufa hace poco, pero antes dormíamos con los abrigos puestos".

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En muchos edificios el gas está cortado hace años, debido a la falta de pago de cientos de miles de euros a la empresa Cogeser. La misma situación sucede con la compañía que suministra el agua. Aquí la gente tiene que conformarse con lo que puede.

La falta de familiaridad de algunos grupos étnicos con los servicios domésticos, la falta de honradez de los administradores de las fincas y una gestión no lineal de las compañías de servicios de energía han provocado esta situación.

En la mayoría de los casos, los inquilinos — quienes pagan a los bancos préstamos más altos que el precio de los apartamentos — no pueden afrontar los gastos. Muchos viven hacinados en dos o tres habitaciones.

El centro El Huda, la "mezquita" del barrio. (Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

Vender un piso en Satellite es una tarea imposible. "Nadie querría comprar una propiedad en un lugar en el que no sabe si puede confiar en su vecino", opina Mateo Monga, un exconcejal.

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En algunos casos, las autoridades han incautado las propiedades de los deudores. En otros, las personas simplemente han preferido abandonarlo todo y huir. Los apartamentos adjudicados o propiedad de los bancos terminan siendo vendidos en subastas judiciales por unas pocas decenas de miles de euros.

Mientras tanto, las viviendas vacías o sujetas a embargo están ocupadas ilegalmente, y son utilizadas a menudo como guarida para ocultar el botín de un robo o el dinero generado por el tráfico de drogas.

Un reloj de pared con las horas de las cinco oraciones islámicas diarias, en la casa de Fátima.(Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

A pesar de todo, existen intentos de mejorar las condiciones del Satellite. "Como concejal, a comienzos del siglo XXI había preparado un proyecto de intervención en la zona", dice Alberto Taetti.

"Hemos reconstruido las carreteras, configurado el servicio de información para extranjeros Sportello Stranieri y servicios de educación para niños, organizado talleres de teatro y reuniones con los gerentes de los edificios e inquilinos, y se inició el Observatorio de Seguridad".

También existe un proyecto llamado 'A Porte Aperte' [a puertas abiertas], destinado a mejorar los negocios del barrio. Y finalmente se creó el Comité de Distrito Satellite, un grupo voluntarios dispuestos bajo la dirección del joven Federico Zanardo. Pero casi todo ha caído en oídos sordos.

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Pocos italianos permanecen en el barrio. "Vemos caras nuevas cada día, es como vivir en un aeropuerto", dice Simon, del Leo Bar. "Las condiciones higiénicas son muy malas. Incluso ahora hay ratas".

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"Después de una cierta hora aquí hay como un toque de queda, y sólo se ven algunos extranjeros por la calle", añade Claudio, el cliente del bar mencionado anteriormente. "En los tiempos de las mafias había mucho más respeto".

Pero los jóvenes, especialmente los varones, son menos pesimistas. Algunos juegan al fútbol en lo que queda de una cancha de baloncesto al aire libre. Ya no existen las canastas, y el hormigón está cubierto de residuos.

Un niño paquistaní en el centro El Huda muestra el libro que usa para aprender árabe, para luego poder leer el Corán. (Imagen por Andrea De Cesco/VICE News)

"Hay malas compañías, algunos de nuestros amigos han tomado el camino equivocado", dice Mustafa, de 19 años, junto a Nelson, de 18. "Al final, en un lugar o en otro, todo depende de las personas que frecuentas".

Los dos chicos mencionan el Bar Central y afirman que allí circulan armas y drogas. El restaurante es frecuentado en su mayoría por ancianos italianos que juegan a las cartas y por jóvenes albaneses. El propietario, Kola, de 36 años de edad, es albanés. "Me siento mal, no es una zona segura. Hay problemas, las personas van y vienen", susurra, tratando de no ser oído por los clientes. "Tan pronto como pueda me iré".

Omar el egipcio, Rahmath de Bangladesh, Linda la Dominicana, todos coinciden en el deseo de dejar el barrio. "Incluso aunque no pueda vender la casa, me vuelvo a Turquía en agosto", dice Arslan, de 46 años, frente a la sede de Özgür Türk, lugar de encuentro de la veintena de familias turcas del barrio.

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Arslan trabaja en Pioltello. A pesar de que llegó a Italia en 2001 tras la promulgación de la Ley Turco-Napolitana sobre inmigración, todavía habla italiano con dificultad.

A su lado, Ismail, de 38 años y padre de dos hijos, sonríe. Es kurdo, y en Turquía no lo pasaba muy bien: "En el año 99, cuando llegué a Italia, solo soñaba con un futuro mejor".

Sigue a Andrea De Cesco en Twitter: @AndreaFdeCesco

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