Protestas por la violencia contra los inmigrantes en París
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El número de la Juventud infatigable

Protestas por la violencia contra los inmigrantes en París

Hay una cualidad insoluble en la violencia policial francesa, que se resiste a ser explicada por las leyes recientes o la política electoral.

Este artículo apareció en el número "Juventud infatigable" de la revista VICE. Puedes leerla completa AQUÍ.

Hay una palabra francesa para una intervención policial que sale mal y resulta en lesiones o asesinatos: "bavure". Se remonta a la Guerra de la Independencia de Argelia (1954-62), cuando las fuerzas de seguridad francesas intimidaron a la población insurgente de su colonia norteafricana y reprimieron a los argelinos que vivían en Francia. En estos días, la palabra resurge en las noticias cuando la policía trata con brutalidad o asesina a una persona desarmada. Los periódicos manejan el término con delicadeza, a menudo encerrándolo entre comillas, mientras que las familias en duelo lo usan como un misil. Para ellos, hay una creciente sensación de que la bavure es una característica central del estado policial cada vez más agresivo de Francia. Adama Traoré, que murió bajo custodia policial en julio del año pasado en la localidad de Beaumont-sur-Oise, al norte de París, es una de las víctimas más recientes de una bavure notoria. Los detalles no son claros, pero el hecho es que dos policías vestidos de civil le pidieron a Adama y su hermano sus identificaciones; Adama no portaba la suya y, ya que había pasado tiempo en la cárcel por golpear a alguien, decidió correr. Luego fue detenido y llevado a la estación de policía, donde murió. El fiscal local sugirió que Adama murió de una "infección grave" que condujo a un paro cardiaco. La familia Traoré exigió una segunda autopsia, que concluyó que la causa de muerte fue asfixia. El testimonio de un bombero advierte que el cadáver de Adama no estaba en la posición de seguridad, sino boca abajo en el suelo, con las manos aún esposadas detrás de la espalda.

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En los meses intermedios, el llamado de "Justicia para Adama" ha reverberado en las protestas y disturbios. (Recientemente han añadido "Justicia para Théo", refiriéndose a un joven trabajador que en febrero fue golpeado y violado por un grupo de policías en otro suburbio parisino). Una de las voces detrás de este grito pertenece a la hermana de Adama, Assa Traoré, madre de tres hijos. Assa, de 31 años, dejó su trabajo como educadora para trabajar a tiempo completo como portavoz de la familia Traoré. Es una oradora robusta y ha llevado su crítica mordaz de la policía y el poder judicial —y la creencia irrefrenable de que prevalecerá la justicia— a los principales periódicos y programas de noticias, un hecho que ha generado apoyo y cólera en igual medida.

"La alcaldesa de Beaumont presentó una queja en mi contra por difamación", me dijo Assa mientras tomábamos jugo de toronja en un centro comercial en el suroeste de París. "Fui a Le Gros Journal [un programa de actualidad] y le dije que ella había elegido la violencia policial sobre mi hermano, lo cual es cierto". Assa afirma que la alcaldesa, Nathalie Groux, ha sido cómplice del gobierno local en la manipulación del caso de Adama, que ha sido irregular desde el momento en que murió. "Después de la primera autopsia, nos llamaron a la prefectura y dijeron que, debido a que somos musulmanes, comprendían que quisiéramos enterrar el cadáver en un periodo de tres días y llevarlo a Malí [de donde es originaria la familia Traoré]", me dijo. "Ya se habían puesto en contacto con Air France y dijeron que, si alguien no tenía pasaporte, nos lo iban a proporcionar". Esta respuesta tan extraordinaria le hizo pensar a Assa que estaban tratando de esconder algo. Ni las autoridades del Valle del Oise, que tiene jurisdicción sobre la ciudad de Beaumont, ni Air France respondieron a nuestras dudas.

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El activismo de la familia ha provocado lo que ellos describen como una campaña de hostigamiento del Estado. "Ha tomado la forma de represión, humillación e intimidación", me dijo Assa. Cuando Groux organizó una reunión del Ayuntamiento de Beaumont en noviembre de 2016 para discutir el aumento de las tarifas para seguir con su caso de difamación contra Assa, la familia organizó una protesta. La policía lanzó gases lacrimógenos contra la multitud y, cinco días después, arrestó a los hermanos de Assa, Bagui y Yssoufou, por agredir a un policía durante la afrenta. Assa afirma que Bagui ha estado en huelga de hambre en la prisión de Fleury-Mérogis en protesta por su encarcelamiento. El jefe de detención de la prisión me dijo que no podía comentar sobre si esto era cierto o no sin la autorización del Ministerio de Justicia Nacional.

Durante nuestra conversación, Assa recibió varios mensajes de texto de periodistas que le pedían entrevistas y llamadas telefónicas de su familia (cambia entre francés y soninké, una lengua maliense, cuando habla con su madre). Al igual que otras figuras en el floreciente movimiento contra la violencia policial en Francia, la necesidad la ha llevado al activismo. La organización política ha tomado el lugar reservado para el duelo, así que le pregunté si extraña su vida privada. "Es verdad que ya no hay una semana normal en mi vida. Para la familia Traoré, es un poco como la serie de televisión 24", dijo entre risas. "Cada hora es diferente. Pero no echo de menos mi vida privada; extraño la vida con mi hermano. Todo lo que sé es que lo mataron, y continuaremos hasta que obtengamos justicia y verdad. Pero Adama también se ha convertido en un símbolo", añadió.

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Foto vía Christophe Simone/Getty Images.

Estuve en París en marzo, durante un período de intensa actividad política. La primera vuelta de las elecciones presidenciales estaba a un mes de distancia. Los carteles de los candidatos podían verse en cada esquina; a casi todos les habían desfigurado el rostro. Fueron cinco años tristes para el presidente François Hollande y el gobernante Partido Socialista. Su intento de liberalizar la economía con reformas pro-empresariales enojó a sus partidarios, y dio pie a la creación de uno de los mayores movimientos sociales —Nuit Debout, la versión francesa de Occupy— en generaciones. Fue el primer presidente desde la Segunda Guerra Mundial en abandonar la carrera por la reelección. Su puesto fue disputado por Marine Le Pen del Front National (FN) —que se había beneficiado de un programa de desintoxicación para hacer que el partido pareciera menos extremo que cuando estaba encabezado por su padre— y el centrista neoliberal Emmanuel Macron. El derechista François Fillon tenía buenos resultados en las encuestas hasta que un escándalo de corrupción dañó su campaña.

Los candidatos marcaron un cambio hacia la derecha en la política francesa, pero estaban de acuerdo —quizás con la excepción de Macron— en un legado de la presidencia de Hollande: la consolidación de un poderoso estado policial. Después de los ataques terroristas en el Bataclan en noviembre de 2015, Hollande declaró el estado de emergencia, que otorgaba a la policía vastos poderes de búsqueda, captura y detención. La Asamblea Nacional ha renovado esta orden varias veces desde entonces. Lo que se implementó como una medida temporal en una época de crisis está casi normalizado por completo. Fue reforzada a principios de 2017 con la promulgación de una ley de seguridad pública —que la Comisión Nacional de Derechos Humanos denunció como "inaceptable"— que suaviza las restricciones del uso de la fuerza por parte de la policía "en defensa propia legítima". Los estudios han demostrado que la policía ejerce sus poderes, especialmente el derecho a pedirle a los ciudadanos sus documentos de identidad, particularmente contra los inmigrantes de primera y segunda generación de las antiguas colonias francesas. Le Pen, sin embargo, había sugerido que el estado de emergencia no iba lo suficientemente lejos y había conseguido posicionarse como la candidata de la seguridad nacional contra las "milicias rebeldes", una formulación que asocia a los "delincuentes" como Adama con los terroristas yihadistas. Según un estudio realizado por el Instituto de Estudios Políticos de París, el 51.5 por ciento de los oficiales de policía y los soldados votaron a favor del FN en las elecciones regionales de 2015.

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También la violencia de la policía francesa se ha vuelto irresoluble, y las leyes recientes o la política electoral no lo pueden explicar.

Para algunos, las raíces de este problema —entre la policía y los jóvenes musulmanes de clase baja que terminan siendo objeto de bavures— son los años traumáticos de la Guerra de Independencia de Argelia. Francia nunca se reconcilió con esta larga y brutal guerra de descolonización, que resultó en la pérdida de su territorio más querido; sólo se clasificó como una guerra real, en lugar de "operaciones de aplicación de la ley" dentro del territorio legítimo francés, a partir de 1999. El sociólogo Mathieu Rigouste sostiene que los "métodos de represión" utilizados por la policía contemporánea provienen directamente del repertorio desplegado en las colonias francesas, especialmente en Argelia, cuando los "nativos" fueron torturados, intimidados y ejecutados. La policía y el ejército, al igual que ahora, estaban actuando bajo un estado de emergencia. Como señaló el escritor Jeremy Harding, los casos de violencia policial extrema "conducen al temor de que la cultura de seguridad francesa sigue portando un patógeno inoculado en el ejército y la policía de Argelia —y de la Francia continental— cuando se aprobaron los 'poderes especiales' en 1956". El movimiento contra la violencia policial ha florecido en este contexto político e histórico.

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La noche antes de conocer a Assa, vi a uno de esos grupos en acción. Collectif 19 mars estaba llevando a cabo su última reunión antes de una gran manifestación contra la violencia policial en el centro de París: la Marcha por la Justicia y la Dignidad. El plan era que miles de personas caminaran junto a las familias de los afectados por la violencia policial, y terminaran en un concierto en la Place de la République. Con la marcha a sólo tres días, la reunión —en la que participaron cerca de 30 personas, jóvenes y viejos, algunos nuevos activistas y otros veteranos experimentados— consistió principalmente de trabajo administrativo: ¿Habría observadores de Amnistía Internacional? ¿En qué orden iban a tocar los músicos?

Una de las organizadoras fue Amal Bentounsi, otra mujer de origen africano forzada al activismo luego de que su hermano Amine fuera asesinado por la policía en 2012. En la semana antes de la reunión, el juicio de su hermano había concluido después de una apelación, y, atípicamente, el policía responsable fue declarado culpable de homicidio y recibió una sentencia condicional de cinco años. El sindicato de policía, Alliance, protestó la decisión, lo cual demostró que era necesaria una nueva reforma de las normas de "legítima defensa".

Amal abrió una botella de champán después de la reunión para celebrar con sus compañeros, muchos de los cuales ayudaron durante el juicio. Según cuenta, está "completamente agotada" y ha pasado los últimos cinco años hablando con familias afectadas por la violencia policial y creando el grupo de apoyo para víctimas: Urgence! Notre Police Assassine (¡Emergencia! Nuestra policía mata). Le pregunté si la sentencia le daba esperanzas. "Yo diría que es una victoria pequeña y simbólica ", dijo.

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La cuestión del estado de emergencia se planteó en la reunión, así que pregunté si realmente había cambiado el comportamiento de la policía. Amal cree que para muchas personas de los "quartiers" (barrios obreros, multirraciales), el estado de emergencia no comenzó en 2015. "Ha estado en práctica durante muchos años", dijo. "Podemos decir que ahora se ha extendido a la población general, y más personas son conscientes de lo que hace la policía. Significa que los movimientos sociales [como Nuit Debout] están en contra de la violencia policial, porque sufrieron la misma opresión cuando protestaron el año pasado. Hay una convergencia entre las personas que lo han experimentado durante años y estos otros movimientos. Y eso es bueno. Nunca hemos tenido tanta visibilidad como la que tenemos hoy".

Foto vía Bernard Menigault/Getty Images.

No llovió el día de la marcha como temía el colectivo, y la gente salió en masa: 7,500, según la policía. Las familias afectadas estaban al frente y sostenían una pancarta con 13 retratos de personas asesinadas o mutiladas por la policía, todos jóvenes eran de origen africano, y gritaban sus nombres, "Théo, Adama, Zyed, Bouna…". Detrás de ellos había grupos de derechos de los migrantes que denunciaban "el racismo del estado francés y su historia de colonización", sindicalistas, pequeños partidos políticos de izquierda, ¡e incluso una camioneta con altavoces llena de raperos que tocaban en vivo " Nique la France!" [¡Que se joda Francia!].

La Place de la République estaba repleta de manifestantes, activistas, niños, padres y adolescentes. Se sentía como un festival; la gente aplaudió cuando el artista principal, el rapero Kery James, subió al escenario. El enorme monumento de Marianne en el centro de la plaza —la personificación de la república francesa— estaba envuelto en carteles que instaban a la gente a organizarse contra la violencia policial y declarar su oposición al estado de emergencia. La última vez que fue decorado con consignas radicales fue el año pasado, cuando Nuit Debout ocupó la plaza durante dos semanas.

Alrededor de la plaza había varias hileras del CRS, el escuadrón antidisturbios de la policía francesa. Portaban cascos, protección para espinillas y hombros, gases lacrimógenos y armas de fuego. Catearon las bolsas de la gente que llegaba, una medida sancionada por el estado de emergencia. Al salir de la plaza, busqué #MarchePourLaJusticeEtLaDignité en Twitter y vi que Marion Maréchal-Le Pen —la sobrina de Marine Le Pen, diputada del FN, y la sucesora de la dinastía de la extrema derecha— había compartido un video donde un pequeño grupo de antifascistas lanzaba cocteles molotov a la policía antidisturbios ese mismo día. "MarchePourLaJusticeEtLaDignité = Una marcha de odio y violencia contra la policía y Francia", escribió. Tenía más de 1,000 retuits. Como una generación anterior de radicales franceses declaró en una ocasión: La lutte continue. La lucha continúa.