Fotos de mi padre bipolar durante sus últimos días de vida

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Fotos de mi padre bipolar durante sus últimos días de vida

"Asumí el reto de estudiar a mi padre y su enfermedad haciendo fotos de sus esfuerzos diarios".

Mi padre solía decir que quería morirse. Se sentía atrapado en la Tierra, en su cuerpo y, sobre todo, en su mente. Mi relación con él nunca fue sencilla, pero me decidí a intentar comprender su lucha constante contra el trastorno bipolar.

Asumí el reto de estudiar a mi padre y su enfermedad haciendo fotos de sus esfuerzos diarios. El grado de intimidad de las fotografías dice mucho de la generosidad de mi padre a la hora de hacer pública su vida y compartirla con todo el mundo. Era emocionalmente muy inestable y nos dio la oportunidad de conocer un poco cómo es vivir con un problema mental y a la vez luchar contra él.

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Mi padre se enteró de la existencia del proyecto Semicolon, “un movimiento sin ánimo de lucro dedicado a dar amor y esperanza a aquellos que están luchando contra problemas mentales, instintos suicidas, adicciones y autolesiones”, y me introdujo en él. Nos apuntamos al movimiento y fui yo quien lo cogí de la mano cuando se hizo su primer tatuaje, un punto y coma en su brazo izquierdo. No tengo dudas de que mi padre nunca dejó de luchar por su vida, incluso en los peores momentos. Sin embargo, el final de su historia fue traumático e inesperado.

Después del huracán María, Puerto Rico se paralizó durante meses. El gobierno fracasó en su intento de ayudar a su pueblo y el caos reinó durante mucho más tiempo del que debería haber pasado. En ese momento, se sucedieron las llamadas en la Línea PAS, el único teléfono de asistencia de Puerto Rico para la prevención de suicidios, lo que puso el foco en la crisis de los problemas mentales graves de la isla. Al mismo tiempo, noté que el comportamiento de mi padre iba a peor debido a los problemas de acceso a los médicos y fármacos, de los que dependía para sobrevivir.

Cuando me informaron por primera vez de que mi padre estaba en el hospital con quemaduras, me pregunté si esas heridas se las había provocado él mismo. Más tarde, descubrí que fueron causadas por un accidente imprevisto: mi padre estaba transportando un depósito de propano en su coche, encendió un cigarro y la parte delantera se incendió por una pequeña fuga de combustible.

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Algunos testigos dicen que lo vieron saltar por la ventana pidiendo ayuda, pero, en ese momento, ya tenía quemaduras de tercer grado en el 64 por ciento de su cuerpo. Sabía que mi padre no sobreviviría, pero no porque no fuera lo suficientemente fuerte, sino porque para él era la oportunidad perfecta de llegar a la paz que había estado buscando tanto tiempo. Destrozado, le dije que se fuera a buscar su libertad y él mismo se dio permiso para continuar con su viaje.

Poco después, con sus cenizas en mi maleta, viajé a Ecuador, su país favorito del mundo. Llevé su peso en mis hombros durante una caminata agotadora hacia un cráter volcánico de los Andes ecuatorianos y esparcí sus cenizas sobre la laguna del Quilotoa. Fue una experiencia impresionante. Nunca había sentido tanta paz en mi corazón. Tuve la oportunidad de conocer a mi padre a través de mi arte y ese fue el mejor regalo de todos.

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This article originally appeared on VICE US.