Dejé a mis seguidores de Instagram controlar mi vida durante un día
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Dejé a mis seguidores de Instagram controlar mi vida durante un día

Sometí a referéndum lo que desayunaba, si me ponía ropa interior o si le decía a mi madre lo mucho que la quiero.

Mientras que las Fuerzas del Estado inauguraban octubre reprimiendo, porras mediante, el referéndum sobre la independencia de Catalunya, Instagram estrenaba una herramienta que tiene mucho que ver con la democracia moderna: las encuestas del Stories. El mundo a veces nos brinda casualidades mágicas.

A diferencia del Estado, la nueva funcionalidad de la red social de la Polaroid permite someter a referéndum todo lo que nos apetezca. El procedimiento es el siguiente: cuelgas en Stories cualquier dicotomía que te preocupe (Lola Flores o Rocío Jurado, vaporizador o canuto al uso, C. Tangana o Los Chikos del Maíz), y tus seguidores, mediante voto no secreto, te ayudan a decidir escogiendo una de las opciones. El porcentaje final irá acompañado de los nombres de los los participantes que se han decantado por cada alternativa.

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Cansada de toparme con gente que fuerza los límites de las redes sociales con encuestas como "¿155 sí o no?" o "¿Estoy guapo hoy?", decido explorar los confines de la democracia en Instagram: someto a votación lo que hago durante todo un día.

Yo planteando a mis seguidores si quieren votar lo que hago con dos coches tunning de fondo.

Lo primero de todo: la Ley de Referéndum

En mi afán por convertirme en una abanderada de la democracia que ya le gustaría a Rosseau, lo primero que he de preguntarle al pueblo es, precisamente, si quiere ser preguntado. "Es sábado por la noche, así que el pueblo probablemente lleve ya unas cañas y le haga gracia esta movida", pienso. Y acierto. El sí consigue una aplastante victoria.

El procedimiento será el siguiente: lanzaré la pregunta y les dejaré responder durante 30 minutos. Después, haré lo que hayan decidido por mayoría. Durante todo el domingo, me convierto en el SIM humano de mis followers. Solo espero que no le quiten la escalera a la piscina, como hacía yo cuando jugaba con los monigotes del diamante en la cabeza.

Recuerdo del día que Willy Bárcenas me sacó de la cama

¿Despertarse con el hijo de Bárcenas o con "Tu coño es mi droga"?

La primera de las decisiones importantes que dejo en manos de mi electorado es el tono con el que me despertaré al día siguiente. Una resolución importante, ya que, siendo domingo, la canción elegida estará sonando entre las 9.30 y las 11 de la mañana mientras procastino en la tarea de levantarme. Les doy a elegir entre dos fenómenos musicales diametralmente distintos pero igualmente virales: Taburete y PXXR GVNG.

Eligen Taburete, seguramente guiados por un impulso sádico que les lleva a votar en contra de lo que creen que quiero. Pero se equivocan: hay una canción de Willy Bárcenas que nunca he confesado que me gusta pero canto cuando llevo unos vinos. Y despertarme con "Tu coño es mi droga" no me parece la mejor opción, a pesar de la enorme admiración que les tengo a Fernandito, D. Gómez y Khaled. Me bajo "Sirenas" del iTunes por un euro que probablemente vaya a costear los abogados de la Gürtel y, cuando suena, el domingo, la apago corriendo y me pongo en pie. Me da vergüenza que el compañero de piso de mi novio, que está en la habitación de al lado, la escuche.

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Los macarrones con chorizo que me desayuné, dando asco

¿Desayuno sano o de estudiante de primero de carrera?

Para desayunar, saco de la nevera unas cuantas frutas y un tuper de macarrones con chorizo que encuentro. No estoy de resaca, así que no tengo la necesidad de desayunar hidratos ni las ganas de masticar comida seca de hace días. Además, durante cinco años fui vegetariana, y el chorizo es una de las cosas que no volví a probar. No porque me den pena los cerdos, sino porque recuerdo su sabor, entre eructo y eructo, acompañado de mucho ardor. Las plegarias que elevo al cielo durante la media hora que dura la votación para que la fruta sea la opción ganadora no surten efecto. Vuelvo a experimentar lo que es el regusto del chorizo incluso después de un buen cepillado dental medio lustro después, por decisión de mis seguidores. La democracia era esto: tragar chorizos sin posibilidad de réplica.

Evidentemente, la gente prefirió que no llevara ropa interior

¿Con ropa interior o en plan Comando?

Arriesgándome a pillar una cistitis, antes de vestirme pregunto si debo o no ponerme ropa interior. Evidentemente y tal como esperaba, la mayoría absoluta es para el no, así que me toca ir en plan Comando, una expresión que, por cierto, me encanta, durante las horas siguientes. Analizando los votantes, compruebo que son unas cuentas féminas las que se han apiadado de mí y de mi más que probable infección de orina y se han decantado por el sí. Gracias a todas.

Mi chándal favorito y el look dominguero que me inventé

Chándal VS look de ir a misa

Quien me conoce sabe que, desde que Fidel Castro primero y Kim Kardashian después popularizaron el chándal, es una de mis prendas favoritas. Una vez lo llevé a una discoteca y, cuando no me dejaron pasar por "lucir vestimentas específicamente diseñadas para el deporte", sentí orgullo en vez de rabia: si no permite el chándal, no es mi discoteca. Por eso, cuando contrapongo un pantalón de Adidas negro y unas zapatillas de los tiempos de Blink 182 a unos mocasines y una camisa, cruzo los dedos porque triunfe el look deportivo. Y, aunque con un margen ajustadísimo, finalmente vence el outfit chandalero, que además de gustarme más, es infinitamente menos agresivo y más cómodo para ir sin bragas.

Me sumo a lo de las banderas en los balcones

La elección de la estelada fue una de las grande sorpresas de la jornada electoral

Aprovechando que el debate sobre Catalunya en la capital está en los balcones más que en el Parlamento, donde la negativa a dialogar es mayoritaria, y a pesar de que, como Ray Loriga, pienso que cuanto más grandes son las banderas, más pequeñas son las personas, decido unirme a la guerra de los trapos de tela.

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Como acudí a todas las manifestaciones que se celebraron en Madrid a favor y en contra del referéndum, tengo una estelada y una bandera de España en casa, y someto a votación cuál debo colgar en la terraza. Para mi sorpresa y aunque mis seguidores catalanes pueden contarse con los dedos de una mano, vence la estelada, así que la ato a la barandilla de mi balcón ante la atenta mirada de los viandantes. Uno de ellos le echa una foto, pero nadie dice nada. Aun así, me paso rápidamente a casa con el miedo de que lancen huevos a mi ventana. Nadie lo hace en toda la tarde. +1 para el civismo, - 1 para mi paranoia.

Yo con mi estelada, sin bragas y en chándal

No, no quería que saliera Foster Wallace

El HOLA, Foster Wallace y viceversa

Dejar en manos de terceros las actividades dominicales de uno no es moco de pavo: puede desembocar en que vayas sin bragas o desayunes macarrones con chorizo. A la vista de cómo se van desarrollando las votaciones y de cómo la mayoría de mi electorado tiene la clara intención de ponerme a prueba en lugar de facilitarme la vida, echo mano de la psicología inversa y les pongo a prueba yo a ellos.

En mi paseo sin bragas y en chándal, me pillo el último número del HOLA y aguanto, no sin dificultad, hasta que mis seguidores deciden que debo ponerme a leerlo en lugar de apostar por los relatos de Foster Wallace. Estaba claro y era lo que realmente deseaba, porque el HOLA me provoca un morbo/vergüenza ajena solo comparable al que me hacen sentir las manifestaciones pro vida o el ambiente de las corridas de toros. Gran triunfo de la democracia.

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Yo después de leer el HOLA y descubrir que a Froilán ahora le llaman Felipe.

En mi lectura aprendo, además, muchas cosas. Como que a Froilán ahora se le llama Felipe o que a algunos niños se les bautiza de esta guisa.

Hay gente que bautiza a sus hijos así y yo lo descubrí en el HOLA

Yo forzando mi cara más amable

El truco final: Mama TKM

Para despedirme de mi experimento conjugando democracia y redes sociales, busco una encuesta que va, directamente, al corazón de mis votantes. Nadie va a poder darle al NO, pienso, porque la pregunta es "¿Le digo a mi madre lo mucho que la quiero?". Además, me hago una foto en la que salgo con mi cara más tierna para reforzar los resultados, en un gran ejercicio de populismo con el que pienso llegar a la mayoría absoluta, al 100% de los síes. Pero no.

Para mi sorpresa, la primera en votar en contra es una de mis primas. Me planteo si lo ha hecho porque no quiere que use mi cariño hacia mi madre con fines editoriales y me siento un poco mal. Pero después caigo en la cuenta de que mi amor hacia la Ana Mari -mi madre- es real, así que no dudo en escribirle por WhasApp sin remordimientos cuando pasan los 30 minutos de rigor y consigo una mayoría holgada de síes. Sonrío cuando leo su respuesta. Me propongo decirle más a menudo que la quiero y sin someterlo a votación.

Mi madre emocionada por el "Te quiero" que acababa de recibir. JJJJJJ

Me voy a la cama contenta por haberle sacado unos emojis con corazones a mi madre, con miedo a amanecer con cistitis y habiendo leído el HOLA sin remordimiento alguno. Ha sido divertido y he descubierto algunas cosas curiosas, como que mis seguidores prefieren que cuelgue una estelada a una bandera de España en el balcón.

También me he relacionado sobremanera con la peña que me sigue en Instagram: he recibido 15 mensajes a lo largo del día animándome, preguntándome por las razones por las que estaba haciendo sondeos constantes o advirtiéndome de los riesgos higiénicos de no llevar bragas. Pero no volveré a repetir. A no ser que se trate de elegir entre crema de orujo y licor de hierbas, en cuyo caso ambas opciones me parecerán maravillosas, prefiero decidir por mí misma.