Todas las fotos por el autorTodos en algún momento lo hemos hecho: escribir en un pupitre o en la parte de atrás de un cuaderno el nombre de esa persona que imaginamos en bola mientras esperamos que termine una clase aburrida, para luego borrarlo rápidamente eliminando toda evidencia de nuestra confesión gráfica. Otros, como Paquita Gallego pudo comprobarnos, llevaron su amor de lo privado a lo público valiéndose de paredes, telas de construcción, caños y mi favorito: puertas de baño.
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Lo que hace especial a este tipo de arte, merecedor de ser una categoría del grafiti, es el lugar en el que se realiza: los baños públicos. Como si cagar en la universidad no tuviera ya suficiente adrenalina, llevamos más allá esa tensión de hacer algo privado en un lugar público. Aumentamos el grado de lo prohibido con un mensaje de odio a un profesor que nos rajó, un dibujo que amenice la meada, el teléfono de un amigo acompañado de "chico pasivo busca negro vergón" y mensajes de amor o piropos ñeros con su respectiva respuesta.Dando una vuelta por mi querida alma mater encontré que hay menos que hace unos años y, ciertamente, de menor calidad. ¿Dónde quedó la orinada de arbolito pública mas conocida de la historia reciente de la Nacho materializada como pancarta en la entrada de la 45, que incluía los dos nombres y apellidos del (des)afortunado? ¿Dónde quedaron esos piropos inteligentes atrás del edificio de Filosofía? ¿Puertas de baños blancas, mentes blancas? Podemos hacerlo mejor. Por ahora, nos toca conformarnos con esta poesía mamerto-cochina. Acá les dejamos lo mejorcito:
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