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cine

Ciudad Z: la historia de un explorador perdido en el Amazonas

"Z La ciudad perdida" cuenta la historia de Percy Fawcett, un británico cuya desaparición en la jungla ha alimentado todo tipo de mitos e historias fantásticas.
Todas las imágenes son cortesía de Plan B Entertainment.

¿Se acuerda de la balsa dorada que se exhibe en la mitad del Museo del Oro de Bogotá? Esa que representa el mito del Zipa muisca cubierto de oro que se sumerge en la laguna de Guatavita mientras otros muiscas arrojan más oro a la laguna.

Ese es el inicio de toda esta historia.

Cuando los europeos empezaron a llegar a esta parte del mundo, los mitos de criaturas fantásticas y tribus de seudo humanos lentamente fueron dando espacio a historias de ciudades milenarias escondidas en el corazón de la selva. ¿La razón? La abundancia de comunidades indígenas a la que se enfrentaron los europeos y el encuentro con ritos religiosos exuberantes, como el de los muiscas en la laguna, que alimentaron las fantasías europeas. Pensar en una gran civilización inundada de oro se empezó a volver una idea común. Una idea que luego se conocería como la leyenda de El Dorado y que, además, satisfacía el hambre delirante de oro propia de los primeros, y varios de los siguientes, visitantes del continente.

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Uno de los que dedicaron su vida a los mitos de grandes civilizaciones perdidas en Suramérica fue el Coronel Percy Fawcett, un inglés que a principios del siglo XX empezó sus expediciones al Amazonas. Su historia le da vida a "Z La ciudad perdida", la película dirigida por James Gray que se estrenará en Colombia este próximo 1 de junio.

La película, así como la relación de Fawcett con el Amazonas, empiezan cuando la Royal Geographical Society le comisiona la empresa de explorar una parte del Amazonas que aún no había sido registrada en los mapas. Su misión era rastrear el inicio del Río Verde. Fawcett volvió con el mapa y con la obsesión de que había una civilización perdida que bautizó como "Ciudad Z" y que, según cuentan la película y algunos archivos de la época, encontraba sustento en un manuscrito del siglo XVIII en el que un grupo de portugueses hablaba de una gran civilización en el Amazonas. Fawcett se convenció de que en algún lugar de la selva estaban las ruinas de su "Ciudad Z" y con esa idea volvió unas siete veces a la jungla hasta que finalmente desapareció sin dejar pistas ni rastro en 1925 junto a su hijo, Jack Fawcett.

Desde entonces, la desaparición de Fawcett quedó inscrita en la historia como uno de los misterios que más ha fascinado a expedicionarios y escritores. David Grann, un periodista gringo del New Yorker, es uno de ellos. A principios de siglo, Grann se dedicó a explorar la historia de Fawcett y a tratar de descubrir cuál había sido su suerte. Viajó varias veces al Amazonas y finalmente condensó todo su trabajo en "Z La ciudad perdida", el libro que publicó en 2009 y que sirvió de base para la película. Según cuenta Grann, en total fueron más o menos 100 los expedicionarios que perdieron su vida en las varias misiones armadas para encontrar a Fawcett o al menos sus huesos.

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En la película, Charlie Hunnam ( Sons of Anarchy) interpreta a Percy Fawcett como un hombre que sacrifica su vida en familia por la obsesión que lo consume y que, en realidad, es solo interrumpida por la Primera Guerra Mundial, cuando debe servirle al ejército británico. La película da cuenta de ese episodio, un poco de manera interrumpida —con el afán que amenaza a las películas biográficas que intentan condensar mucho en poco tiempo— para luego cerrar con la última y fatal expedición al Amazonas.

Pero tal vez lo único que realmente incomoda es una cierta condescendencia muy europea que seguro da más escozor cuando quien la está viendo es latinoamericano. Se condensa en una escena: Fawcett, es decir Hunnam, se para en la cima de una colina en medio de una comunidad indígena y repara en sus cultivos. Le comenta a su amigo expedicionario que ellos, los indígenas, son en realidad muy sofisticados, que han dominado un paisaje indomable y que son dignos de admiración. Podría ser un simple retrato de la actitud paternalista muy propia de los primeros etnógrafos, pero eso, en realidad, no queda tan claro.

A pesar de eso, el resultado final es una película de dos horas y media que no se siente pesada y que retrata con verosimilitud la espesura amazónica y el padecimiento que la jungla provoca en los cuerpos ajenos. "Z La ciudad perdida" termina con las últimas noticias que se recibieron de Fawcett: una carta dirigida a su esposa en la que le cuenta que se está acercando a la Ciudad Z. Le informa que no se comunicará por un tiempo, que todo está bien. De ahí en adelante, en la historia real, solo quedó la incertidumbre que llenaron otros mitos y fantasías: que Fawcett en realidad se fue a buscar una tribu en la que pudiera imponer a su hijo como una figura divina, que fueron asesinados por una tribu indígena violenta, que Fawcett perdió la memoria y terminó su vida como el jefe de una comunidad caníbal, que en los 50 un activista brasileño encontró a un indígena que confesó haber asesinado a Fawcett.

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La última versión, la del libro de Grann, es que Fawcett se quedó unos días con una comunidad indígena, los Kalapalo, en su camino a "Ciudad Z". Su propósito, según miembros de la comunidad con los que habló Grann y que conservaron una tradición oral con la historia de Fawcett, era seguir hacia el territorio de una comunidad indígena violenta. Les advirtieron que no siguieran pero aún así siguieron. Los indígenas vieron el humo de su fogata cinco noches más y luego no lo volvieron a ver.

¿Y la Ciudad Z? Pues aparentemente sí existió. O al menos existió un sitio muy parecido a lo que Fawcett estaba buscando. Se llama Kuhikugu y está ubicado en el Amazonas brasilero. Y aunque cuando se encontró ya era un sitio deshabitado, los restos arqueológicos dan cuenta de un área de 20.000 kilómetros cuadrados. El territorio estaba habitado por cerca de 50.000 personas distribuidas en 20 asentamientos conectados por vías y puentes colgantes sobre los ríos del Amazonas.

Tal vez si Fawcett hubiera encontrado lo que fue a buscar, la historia no sería tan fascinante.

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