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Identidad

Recordando la flota de perras cosmonautas de la Rusia soviética

En su libro 'Soviet Space Dogs' la feminista e historiadora del arte Olesya Turkina repasa la obsesión que sentía la Rusia soviética por las perras que el gobierno puso en órbita para comprobar la seguridad de los viajes espaciales.
A space dog postcard. Image courtesy of FUEL publishing

En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, la URSS y EE. UU. quedaron atascados en un conflicto ideológico entre el socialismo y el capitalismo. Decidida a demostrar la superioridad del socialismo, la URSS lanzó un programa espacial secreto. Finalmente un cosmonauta humano viajaría al espacio exterior, pero la primera en llegar fue Laika, una perra.

El lanzamiento de Laika se mantuvo en secreto hasta unos pocos días antes del despegue. Tal y como explica la feminista e historiadora del arte rusa Olesya Turkina en su libro Soviet Space Dogs (Perras cosmonautas soviéticas), "el secretismo del programa espacial se justificaba según la idea de que no podían permitirse que se viera fracasar al socialismo en ninguna de sus iniciativas. En este sentido, los viajes espaciales eran el logro más destacado de una sociedad como aquella". Según la historia soviética oficial, aquella valiente mestiza fue puesta en órbita, murió heroicamente y se convirtió en el primer icono de la exploración espacial.

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Se estamparon adorables fotos de Laika y sus camaradas perrunas llevando chalecos y cascos espaciales en prácticamente cualquier cosa, desde paquetes de cigarrillos hasta juguetes para niños. El editor Damon Murray, residente en Londres, llevaba años coleccionando todos estos objetos y buscaba a alguien que narrara la historia de aquellos canes de forma diferente a la versión oficial.

"Me interesaba sobre todo el efecto que tuvieron aquellos objetos cotidianos en la población soviética, quería intentar entender su opinión sobre el papel desarrollado por las perras en la carrera espacial. Me di cuenta de que aquello solo podría ser escrito por una persona rusa; sería muy difícil (por no decir imposible) para una persona no rusa ser capaz de recoger los matices y los detalles necesarios para hacer que esta historia fuera diferente", explicó Murray a Broadly en un email.

Murray solicitó los servicios de Turkina, que parecía perfecta para el trabajo. No solo era investigadora sénior en el Museo Estatal de Rusia, sino que también formaba parte de la Federación Rusa de Cosmonáutica desde 1999. La propuesta le pareció de lo más interesante. "Siendo niña, crecí en la Unión Soviética y las cosmonautas de cuatro patas estaban representadas por todas partes: cajas de caramelos, libros, sellos, juguetes de Navidad… eran como nuestro cuento de hadas", explicó Turkina a Broadly en un email.

Lata de caramelos con la imagen de dos perras cosmonautas. Todas las imágenes cortesía de la editorial FUEL.

Turkina es muy conocida en los círculos artísticos rusos como pionera en el ámbito de las exposiciones de arte feminista. En 1989 colaboró en la organización de la exposición 'Las mujeres en el arte' en Leningrado (la actual San Petersburgo), que mostraba la obra del artista radical de performances Vlad Mamyshev-Monroe. Después de aquello, Turkina y su colaboradora fueron despellejadas en los medios. Durante el evento, el artista tuvo que salir corriendo a la calle perseguido por una multitud rabiosa. "La palabra feminismo provocaba confusión, horror e incluso repugnancia", explicó Turkina a Broadly.

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El feminismo ha vivido una historia larga y complicada en Rusia. Durante la Guerra Fría, el estado socialista propagó la idea de una sociedad libre de géneros: no había hombres o mujeres, solo camaradas. "Yo crecí en una época en la que todavía no conocíamos la palabra 'feminismo', en la que las mujeres podían escoger cualquier profesión. Una mujer podía ser cosmonauta o representante del gobierno y percibía el mismo sueldo que un hombre", afirmó Turkina.

Pero a pesar de estos ideales, según Turkina, el igualitario estado soviético era extremadamente patriarcal en la práctica. "En lugar de libertad, las mujeres tenían dos ocupaciones. Se esperaba de ellas que fueran socialmente activas, que trabajaran duramente en sus empleos y después que volvieran a casa a alimentar a sus maridos, cuidar de sus hijos y limpiar la casa", explicó.

Puede parecer sorprendente, teniendo esto en cuenta, que solo se escogieran perras para los viajes espaciales, pero había un motivo práctico para ello: las cápsulas espaciales no eran suficientemente espaciosas para que los machos levantaran la pata para aliviar sus pequeñas vejigas con sus trajes espaciales especialmente diseñados. Agacharse era algo más natural para las hembras.

Debido al secretismo del programa espacial, se desconoce el número total de perras lanzadas al espacio, pero Turkina calcula que fueron al menos cincuenta. Cuando una de ellas consiguió sobrevivir a su viaje de vuelta a la Tierra y quedó preñada, su fertilidad se empleó como propagada para reafirmar el estilo de vida soviético. El nacimiento de sus saludables cachorros demostró la seguridad de los viajes espaciales y la grandiosidad de la ciencia soviética. Nikita Khrushchev incluso envió a la cachorrita Pushinka ("Esponjosa" en ruso) a modo de bravucón regalo a la hija de John F. Kennedy, Caroline.

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El viaje que emprendió Laika en noviembre de 1957 al espacio exterior fue uno de los mayores catalizadores de la carrera espacial entre EE. UU. y la URSS. En 1955, la Casa Blanca había anunciado sus planes de lanzar un satélite en el plazo de tres años. Dos años más tarde, los asombrados norteamericanos vieron cómo el satélite soviético Sputnik circundaba la Tierra. El Sputnik no solo se había adelantado un año a los planes norteamericanos de lanzar un satélite, sino que también era diez veces más grande que el artilugio que ellos estaban construyendo en ese momento.

Etiqueta de Laika en una caja de cerillas. El texto dice: "La primera pasajera del Sputnik, la perra Laika".

El Sputnik 2 fue lanzado milagrosamente un mes después con Laika en su interior, y sus dimensiones eran incluso más grandes que las de su predecesor. A pesar de la importancia nacional del proyecto, Laika no era sino una humilde perra callejera que había vagado por las calles de Moscú. "No se escogía a los perros callejeros por razones ideológicas de clase, sino porque habiendo tenido que buscarse la vida en las calles, se suponía que eran naturalmente más duros que los perros de raza", escribe Turkina.

Los norteamericanos, presa de la envidia, bautizaron a Laika como "Muttnik" (una mezcla entre "mutt", que significa perro mestizo y "Sputnik") y rechazaron de plano el experimento. La historia oficial soviética proclama que Laika murió heroicamente en nombre del progreso científico. Siendo un cánido incapaz de hablar, Laika no tuvo ocasión de presentarse voluntaria para esta misión en el espacio, pero aun así se la honró por su sacrificio. La imagen de Laika apareció reiteradamente en material de propaganda por toda la Unión Soviética. Como Turkina explica en Soviet Space Dogs:

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Esta idea preconcebida de que todo el mundo debe estar dispuesto a morir por la madre patria se proyectó de forma natural sobre Laika. Precisamente por este motivo resulta concebible que los medios de comunicación soviéticos no estuvieran preparados para la preocupación mundial por el destino de la perra y la indignación que suscitó su muerte. Desde la perspectiva soviética, se trataba de un acto de heroísmo puro atribuido a una criatura estúpida, mientras que para Occidente, este acontecimiento fue sinónimo de una ideología cruel y despiadada.

Los medios de comunicación soviéticos difundieron la noticia de que Laika sobrevivió una semana en su cápsula espacial antes de ser sometida a una eutanasia indolora desde la base terrestre, pero en realidad Laika sufrió una muerte terrible al cabo de unas horas, murió quemada viva por una fatídica combinación del sobrecalentamiento de los motores de la nave y la radiación solar. Sin embargo, los detalles explícitos de su fallecimiento no se hicieron públicos hasta 2002, catorce años después de que la Perestroika relajara la censura y diera libertad a los científicos para que hablaran sobre sus experiencias. Tenían mucho de lo que arrepentirse.

"Aprendí muchas cosas mientras llevé a cabo la investigación", nos escribió Turkina vía email. "Tras la Perestroika, los científicos concedían entrevistas y empezaron a revelar hechos que se habían mantenido ocultos, de modo que entonces me di cuenta de lo cálida y cercana que había sido la relación entre aquellos científicos y las perras cosmonautas. Aquello añadía un toque muy humano a la historia".

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Etiqueta de una caja de cerillas que muestra una perra cosmonauta viajando a la luna.

Tras Laika vinieron Belka y Strelka, las primeras cosmonautas caninas en viajar por el espacio y sobrevivir para ladrarlo. Para su viaje, que tuvo lugar en 1960, se instalaron cámaras en la nave espacial: los terrícolas fueron capaces de ver imágenes de las perras en tiempo real retransmitidas desde el espacio. Vestidas a juego con elegantes trajes espaciales rojos y verdes, las perras flotaron en su entorno de gravedad cero y orbitaron en torno a la Tierra dieciocho veces. Cuando aterrizaron obtuvieron fama mundial. Turkina las describe como "las primeras estrellas soviéticas del pop".

La cultura pop no existía en la URSS por aquel entonces. La ideología socialista dictaminaba que cualquier logro destacado pertenecía a todo el pueblo soviético y jamás a un solo individuo, de modo que los científicos e ingenieros tras el programa espacial ruso permanecieron en el anonimato mientras Belka y Strelka se llevaban toda la gloria.

"La inmensa producción de artículos conmemorativos con su imagen estampada, su ubicuidad en todos los medios de comunicación, el abrumador deseo de cada ciudadano soviético de conocer a las perras cosmonautas en persona… todos estos elementos y muchos otros tradicionalmente vinculados al culto a las estrellas del pop surgieron durante el fenómeno mediático y cultural de Belka y Strelka", escribe Turkina en Soviet Space Dogs.

Postal con la imagen de Belka y Strelka en su cohete espacial.

Hubo al menos otros seis vuelos espaciales más con perras y monos macho antes de que los científicos se convencieran de que el espacio era suficientemente seguro para los humanos. Se procedió al estudio de las monas hembra antes de mandarlas al espacio para determinar "el momento óptimo del lanzamiento, en relación con el ciclo biológico de las mujeres", escribe Turkina. El 16 de junio de 1963, la cosmonauta soviética Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer que viajó al espacio. Regresó a la Tierra tras cuarenta y ocho órbitas y setenta y una horas, habiendo pasado más tiempo en el espacio que todos los astronautas estadounidenses juntos hasta aquella fecha.

Turkina dedica su brillante libro a todas las perras que fueron determinantes para el temprano éxito del programa espacial soviético. Cuando no está escribiendo o comisariando exposiciones, continúa trabajando como activista en pro de la causa feminista en San Petersburgo. De forma muy similar a las nobles criaturas que ilustra en Soviet Space Dogs, Turkina encarna el coraje, la dedicación y la esperanza de un mundo mejor.

_Para más información sobre las cosmonautas caninas, lee el libro de Olesya Turkina _'Soviet Space Dogs' publicado en la editorial FUEL por Damon Murray y Stephen Sorrell.