Al arte no le importa la política, le importa la realidad

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Música

Al arte no le importa la política, le importa la realidad

OPINIÓN// La invitación es a hacer una acción concreta para responder como generación a la coyuntura actual.

En días pasados, como lo informaron nuestros hermanos de ¡Pacifista!, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein, señaló que "la organización internacional recibió información sobre al menos 41 asesinatos de activistas en Colombia en los primeros cuatro meses de 2017". Según él, los casos han aumentado con respecto al año anterior, por lo que desde una rueda de prensa en Ginebra le envió una alerta al país.

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El debate sobre si el arte debería ser abiertamente político o no tiene años, sino siglos. En Colombia lo llevaron en su momento las artistas Marta Traba y Clemencia Lucena. Cada una, desde un bando opuesto en el contexto la Guerra Fría y de la generación de los años sesenta y setenta que quiso cambiarlo todo. Traba rechazaba la acción y la manifestación directa de la política por medio del arte, mientras que Lucena consideraba que era una obligación histórica y de clase.

Más allá de esta discusión, y de entender que los contextos cambian –aunque técnicamente no estén del todo desconectados, pues los años sesenta formaron en muy buena medida lo que vivimos hoy–, las preguntas permanecen: ¿Qué papel debe jugar el arte en un contexto político y de conflicto? ¿Está llamado el artista a cumplir un papel específico? Y hablamos de Colombia: ¿Deberían los artistas nacionales responder a los actos de violencia que tienen lugar en tiempos de posconflicto?

Foto por Iris Echeverry

Cansados de publicar cada cuatro días en su portal digital el asesinato de un líder social, los colegas de ¡Pacifista! decidieron juntarse con Toxicómano y pintar un mural en homenaje a esas muertes que suelen pasar de agache en la capital. Ahí nomás, en la carrera Séptima con calle 67 están plasmados desde hace semana un contador de líderes asesinados, una calavera gigante y el aviso: "No más líderes sociales asesinados". Tristemente, mañana viernes 5 de mayo, Toxicómano irá al lugar y actualizar el contador: ya van 32.

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En NOISEY y THUMP, a finales de 2016 quisimos también poner la creatividad en función de un momento de absoluta incertidumbre tras el triunfo del No en el plebiscito por medio del proyecto editorial Colombia 2066. Nos servimos del periodismo para que algunos músicos nacionales usaran mediante la ficción otros lenguajes y otras estéticas para imaginar a Colombia en cincuenta años. Hubo utopías y distopías, humor y seriedad, pero el punto es que logramos pensarnos como país desde la creatividad.

En nuestra música hay bandas que han hablado explícitamente de estos temas. Para solo mencionar a algunos: Los Suziox con 'Desaparecidos' o 'El fin justifica los medios', Polikarpa y sus Viciosas con 'Guerra No' o I.R.A. con 'Sucio Plan'. O está Máximo Jiménez, quien les canta desde el vallenato a las injusticias del país. También pasa en el rock, en el hip hop, en la carranga campesina o en la cumbia.

Ahora bien, que haya grupos que lo hagan no debería significar inmediatamente que todos los músicos tengan que hacerles una canción a las víctimas o denunciar lo que pasa en las noticias a través de sus letras. Sabemos que construir escena como la vienen armando los grupos en este país es ya de por sí una acción frente a la que hay que quitarse el sombrero.

Sin embargo, no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

En el anterior Editorial NOISEY dijimos que la música no debe, necesariamente, tener un papel pedagógico en la sociedad. Pero hay que entender que ejercer pedagogía no es lo mismo que tener sentido de realidad. Sobre todo en un país como Colombia, donde los acontecimientos son a veces demasiado dolorosos como para decir: 'Eso a mí no me importa'.

Actuemos como una generación, como un grupo de personas que no quieren caer en un loop histórico al que a veces parecemos destinados

Entonces, sí: hay que participar. Nosotros, los miembros de la escena –en este caso les hablamos al público, a las bandas, a los gestores y a los medios dedicados a la música–, deberíamos manifestarnos ante lo que pasa en el país. ¿Cómo? Mediante una acción concreta y contundente, por ejemplo, frente al asesinato de líderes sociales. Actuemos como una generación, como un grupo de personas que no quieren caer en un loop histórico al que a veces parecemos destinados.

Queremos hacer un llamado a que esta propuesta se oiga. Independientemente del género, de las creencias y las posiciones que muchas veces nos pueden dividir, la defensa de la vida es una obligación. Las propuestas son bienvenidas. Es más, escríbannos y les ayudamos, en medio de nuestras posibilidades, a hacerlo realidad. Y si no es con nosotros, no importa. Pero que se oiga.