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FIGHTLAND

La pesadilla idónea del 2017: Trump, Tyson, y Don King en la pelea Mayweather vs. McGregor

Una visión descabellada pero no tan alejada de la realidad.

Artwork por Grimoire

Imagina que eres los Estados Unidos en 2017. Imagina que has elegido a Trump como presidente o que acabas de ingerir unos cuantos miligramos de THC, estás hasta atrás de vino y acabas de vomitar en una cubeta. Mientras te limpias los restos de tu boca, una visión del futuro se presenta ante tu confundida mente y trata más o menos de esto: el presidente Donald J. Trump, escoltado por Don King y Mike Tyson, sentados en el Madison Square Garden viendo a Floyd Mayweather Jr. y al campeón de UFC, Conor McGregor, pelear 12 asaltos con guantes de ocho onzas.

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La papada y los labios en forma de esfínter. La cara tatuada. El cabello magnetizado que apunta al cielo. La mega pelea de boxeo tan ruidosa como inútil. Se trata de una ficción que no nos cuesta imaginar porque al parecer podría convertirse en un hecho. Y antes de que las armas nucleares nos reduzcan a polvo radioactivo a propósito o por accidente, el evento sucederá.

Una parte de esta visión es ya parte de la realidad. A Mike y los dos mandamases se les fotografió juntos con regularidad en la década de los 80, en una época cuando sus mundos comenzaron a empalmarse. Trump presionaba para convertir a Atlantic City en la nueva capital estadounidense del boxeo, y había ganado millones de dólares organizando cuatro peleas del mejor Tyson cerca de la Trump Plaza. Poco tiempo después de que Tyson derrotó a Michael Spinks en 1988, Trump se convirtió en el consejero financiero de Tyson y continuó siendo el mismo apologista sin pelos en la lengua luego de culpar a la víctima de 18 años por el cargo de violación en contra de Tyson y defender el reemplazo de su sentencia en la cárcel por una fianza. (En alguna ocasión, Trump dijo que Tyson le preguntó al magnate si había tenido un romance con su esposa, y después se quedó dormido inmediatamente en un sillón). King, promotor con un historial violento plagado de altibajos, obtuvo fama en 1988 e introdujo su mano en el bolsillo de Tyson, de la misma forma que lo hizo con Muhammad Ali y Larry Holmes.

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Después los 90 llegaron y separaron a esta bestia de tres cabezas. Tyson y King se pelearon públicamente; Tyson demandó a King por 100 millones de dólares que aseguró le fueron robados por el promotor. Un subcomité del Senado investigó a King por sus supuestos vínculos con el crimen organizado. Y Trump, miembro del Salón de la Fama de Boxeo de Nueva Jersey, tuvo una salida atrevida de Atlantic City: conforme sus casinos comenzaron a colapsar, organizó la pelea de campeonato entre Evander Holyfield y George Foreman en 1991, y después invocó la cláusula del contrato que declararía la guerra para hacerse el tonto con un pago de 2.5 millones de dólares. El Taj Mahal de Trump de miles de millones de dólares se declararía en bancarrota tres meses después. En la actualidad ya no existe.

Unas cuántas décadas hacen la diferencia. Tyson rehabilitó su imagen pública como cavernícola fascinado con las orejas. En septiembre, Don King casi logra que la calle donde mató a un hombre a pisotones, a mitad del siglo pasado, le pusieran su nombre. Trump, quien declaró una pérdida de 916 millones de dólares en su reembolso fiscal de 1995, ganó la candidatura presidencial basada en su perspicacia empresarial y otras cosas que nos deprimen de sólo pensarlas. Y aunque Tyson y King siguen peleados —Tyson contó alguna vez que cuando intentó hacer las paces con King, "Don dijo algo inofensivo y no pude contener toda la ira y celos, y terminé pateándolo en la puta cabeza"—, Trump es el común denominador. Tyson y King apoyaron públicamente a Trump previo a las elecciones de 2016.

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La animosidad suele olvidarse, especialmente cuando los muros de la lógica se cierran y se persiguen millones. Dos años después de que Trump calificara como una "desgracia" la victoria por decisión de Mayweather sobre Marcos Maidana, "Money" posó con Trump y su hijo en la Trump Tower. McGregor, quien alguna vez dijo "Donald puede cerrar su bocota, me vale madre Donald Trump", comentó para CNN días después de las elecciones: "Quizá Donald no sea tan malo ahí dentro".

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Sigamos alimentando la idea de una pelea de boxeo entre McGregor y Mayweather. Sería el espectáculo más vacío en los deportes de contacto porque la pelea plantea una pregunta que nadie quiere responder: ¿Cómo le iría a un peleador de MMA si le quitaras todo, menos sus puños, y lo enfrentaras con el mejor boxeador de la historia reciente? (Muy mal. Ni siquiera estaría cerca). Sin embargo, es una pelea que tanto Mayweather, como McGregor, quieren por lo gorda que estaría su cartera al final del evento, y las similitudes aparentes entre el boxeo y las artes marciales mixtas —ambos deportes con guantes, golpes y rounds— nos hacen pensar que sería un enfrentamiento competitivo cuando no es así. Es una novedad que se reduce a 140 caracteres o menos.

Y que mejor personaje para poner la cereza en el pastel que Trump. El magnate aceptaría cualquier oportunidad para estar cerca de los chicos rudos, y una asociación con McGregor y Mayweather sería lo suficiente grandiosa como para borrar los malos recuerdos de Holyfield-Foreman. En unos cuantos días, Trump tendrá el poder ejecutivo a su disposición para intentar concretar una pelea vacía bajo las brillantes reflectores del Madison Square Garden, porque Atlantic City es un pueblo fantasma. También tendrá su escritorio en la Oficina Oval donde podrá dirigir a su ejército de creyentes que se tragan todas sus mentiras —mientras su gabinete se hace cada vez más racista y despiadado, además de sumar miles de millones a su valor neto— y podrá marearlos con los beneficios de organizar una pelea entre un veterano con marca de 49-0 y un novato invicto. Y siempre y cuando no deje de pedir dinero para pagar un muro bajo la falsa y vacía promesa de que México absorberá el costo, podrá molestarse en financiar la pelea con dinero de los contribuyentes también. También se vale usar el presupuesto del Departamento de Energía para pagar un par de asientos cerca del ring para ti y tus dos amigos quienes probablemente se siguen odiando.

Esta es la visión más cercana de los Estados Unidos en 2017, donde nada tiene sentido, la amnesia y el dinero sanan las viejas heridas, y la disputa sanguinaria por unos cuantos billetes nos distrae de la barranca de la que estamos a nada de caer. Será la pelea más grandiosa de todos los tiempos. Romperá todo tipo de marcas. Créanme.