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Nazis, ladrones y un perro llamado Pickles: el misterio sin resolver del trofeo de la primera Copa Mundial

En 1930, el Presidente de la FIFA, Jules Rimet, encargó un trofeo para la primera Copa Mundial. Fue robado, escondido, acechado y perdido, si es que aún existe.
Image via Liondartois/Wikimedia Commons

Fuera de las puertas principales del estadio Maracaná en Rio de Janeiro hay una estatua del capitán del primer equipo de futbol que ganó el Mundial de Brasil, Hilderaldo Luiz Bellini. Fundida en bronce, el defensor se encuentra encima de una gran esfera, con un balón escondido debajo de su mano izquierda y un trofeo sostenido en lo alto de la mano derecha. El trofeo es pequeño, casi delicado; su característica más llamativa son las alas que brotan de la espalda de una mujer.

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Todos los detalles son Arte Deco y una estética pre-guerra, así que no se parece nada al trofeo tosco de la Copa Mundial de la FIFA que los aficionados modernos han llegado a conocer y codiciar. El premio en la mano de Bellini es el trofeo Jules Rimet, el galardón original de la Copa del Mundo y podría decirse que la pieza más misteriosa y valiosa de los artículos deportivos de colección en el planeta. Eso si todavía existe.

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Recientemente, en junio de 2016, el fabricante de relojes suizos de lujo Hublot, pagó la cantidad de 395.000 libras en una subasta por una réplica del trofeo Jules Rimet. Leíste bien: Hublot soltó casi 400 mil dólares por una réplica, y lo hizo a sabiendas de que el artículo no era real. Aún más sorprendente, es que esta no es la primera vez que la imitación alcanzó una buena suma en la subasta. En 1997, la FIFA pagó 254.500 libras en Sotheby's –aunque en ese caso, los funcionarios de la FIFA se habían convencido de que el artículo era genuino. Para entender cómo el órgano de gobierno mundial de futbol podría caer en la confusión absoluta sobre el mayor símbolo de su deporte –y para comprender por qué, incluso entonces, estaban de acuerdo en obtenerlo a cualquier precio– tenemos que volver atrás 86 años, a la primera Copa del Mundo.

En 1930, Jules Rimet era presidente de la FIFA – el tercero de la organización – y estaba cerca de realizar su sueño de la Copa Mundial. En la preparación, se acercó al escultor parisino Abel Lafleur para que produjera un trofeo. Lafleur tomó a la diosa griega de la victoria, Niké, como su inspiración, y el resultado fue un trofeo de 14 pulgadas y 8.4 libras, hecho de plata esterlina y bañada en oro de 14 quilates. La historia puede ser apócrifa, pero se ha dicho que Rimet llevó la estatuilla al torneo inaugural en su maleta. Sería la última vez que el trofeo se manejara con tanta indiferencia.

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La estatua de Hilderaldo Bellini en Rio. Foto por Kirby Lee-USA TODAY Sports

Hoy en día, el Mundial de futbol es uno de los eventos deportivos más importantes del mundo. Debido en parte a su inherente minimalismo —todo lo que se necesita es un balón— el futbol ficha a jugadores de todo el mundo y se presta para el desarrollo de técnicas y estilos regionales; el deporte se construye para la expresividad, pero también para el tribalismo. Cuando Jules Rimet entregó personalmente el trofeo a Uruguay, los primeros campeones, fue un espectáculo en servicio del nacionalismo. Al unir a los ciudadanos de un país y encender el orgullo nacional, la victoria en el campo se convirtió en símbolo de dominio internacional de la vida real. Las reglas de Rimet solo subieron la apuesta: la posesión del trofeo pasaría de un equipo a otro hasta que una nación obtuviera la posesión permanente al ganar tres torneos.

A medida que la década continuó, surgió un nuevo líder mundial en el nacionalismo y en la construcción de un imperio con aspiraciones estridentes, el Tercer Reich. Debido al enorme poder de propaganda del deporte, tuvo sentido que Hitler se involucrara en el futbol; según los informes, Goebbels ya era un gran fan. Sin embargo, en la Copa Mundial de 1938, Alemania fue eliminada en la primera ronda, incluso después de un vacío legal que permitía alinear a jugadores experimentados de Austria, recientemente anexada. La Italia de Mussolini terminó ganando el torneo. .

Cuando estalló la guerra al siguiente año, el saqueo nazi se convirtió en un peligro cultural secundario, y se rumoraba que el trofeo de la Copa Mundial estaba en la lista de deseos del Reich. Detectando correctamente el peligro, el presidente de la Federación Italiana de Futbol, Ottorino Barassi se llevó el trofeo a casa y lo escondió en una caja de zapatos debajo de su cama. Cuando los soldados nazi irrumpieron en su apartamento no pudieron encontrarlo.

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Durante la Segunda Guerra Mundial el torneo de la Copa del Mundo, como todo lo demás, fue puesto en espera. El juego se reanudó en 1950, al igual que los viajes del trofeo.

Si todo lo que hasta ese momento eran sombras de El halcón Maltés, lo que vino después, en 1966, era estrictamente Monty Pyhton. En ese año, Inglaterra albergó la Copa del Mundo, por lo que el trofeo Rimet fue asegurado en la sede de la Asociación de Futbol. Antes del inicio del torneo, el trofeo exhibido en una exposición de estampillas en el Westminster Central Hall. Fue resguardado y custodiado por dos agentes de policía durante un día. Aun así, en 24 horas el Rimet había desaparecido.

El jefe de la FA recibió más tarde en su casa un paquete que contenía un pedazo de la taza del trofeo y una nota de rescate exigiendo un rescate de 15 mil libras. Se puso en contacto con la policía, que ideó un esquema de pagos señuelo. La captura no fue tan buena. Antes de que la transacción pudiera completarse, el contacto vio la camioneta de la policía y huyó a pie. Fue capturado y detenido, pero el trofeo no fue recuperado. Una semana después del robo, un perro llamado Pickles que salió a dar un paseo con su dueña en Londres, olió un paquete abandonado debajo de un arbusto. El Rimet estaba dentro. Pickles disfrutó las ventajas de ser un perro héroe famoso, hasta su muerte prematura por asfixia al año siguiente. Su collar está en exhibición en el Museo Nacional de Fútbol en Manchester, Inglaterra.

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Mientras tanto, la FA pidió al joyero George Bird producir una réplica exacta en caso de que el Rimet no fuera recuperado. Con el trofeo auténtico de vuelta en manos oficiales, la Copa del Mundo siguió adelante como estaba planeada e Inglaterra obtuvo su primer triunfo.

Coleccionable, pero no como el trofeo perdido. Cortesía de la oficina de Correos de Hungría/Wikimedia Commons

En el siguiente mundial en México 1970, tres naciones —Uruguay, Italia y Brasil— tuvieron la posibilidad de asumir su tercer campeonato y ganar la posesión perpetua del Rimet. Cuando Brazil venció a Italia 4-1 en la final, se encargó una nueva Copa del Mundo —con la que estamos familiarizados ahora—. El Rimet se fue a la sede de la Confederación Brasileña de Futbol, donde fue resguardada en una caja hecha de vidrio a prueba de balas y un respaldo de madera contrachapada. Quizá la única sorpresa es que el Rimet estuvo sano y salvo durante otros 13 años. Pero, en 1983, desapareció por segunda y última vez.

Tal vez.

La investigación policial fue lamentablemente inconclusa. La versión más común sostuvo que el trofeo había sido vendido a un distribuidor de oro argentino que lo fundió para hacer barras, pero no había ninguna evidencia para apoyar esto y algunos refutaban la declaración. Por un lado, el trofeo Jules Rimet no era de oro macizo. No se hizo ningún arresto y pasaron 14 años.

En 1997, el inmueble del joyero George Bird liberó la réplica Rimet para una subasta en Sotheby's con un precio de reserva de 20.000-30.000 libras. Impulsados por los rumores de que se había cambiado el trofeo en el vestidor después de la final de la Copa del Mundo de 1966, algunos en la FIFA creyeron que el trofeo para la subasta era el auténtico. En consecuencia, hicieron una oferta, llevando el trofeo a casa por diez veces el precio de la reserva. En una investigación, el trofeo fue confirmado como una réplica, dejando a la FIFA y a los aficionados de todo el mundo, preguntándose por el destino del verdadero trofeo.

El año pasado, en 2015, la base de piedra original del trofeo fue descubierta en la bodega del sótano de la sede de la FIFA. La pieza, que ahora está en exhibición en el Museo de Futbol de la FIFA, en Zurich, tiene sólo cuatro placas, una en cada lado, por los primeros cuatro campeones del torneo. Después de que Alemania Occidental ganara en 1954, la base original de Abel Lafleur tuvo que ser sustituida para dar cabida a más ganadores. En el momento del torneo de 1958 en Suecia, la Federación de Futbol de Alemana había poseído el trofeo durante cuatro años; hay quienes sospechan que más de la base había sido cambiada al mismo tiempo que el Rimet volvió a entrar en circulación.

Hay muchas preguntas y pocas respuestas. ¿Cuántos trofeos Jules Rimet hay? ¿Dónde está el auténtico Lafleur? Y si una réplica conocida puede alcanzar un precio de 395.000 libras en 2016, como lo hizo en la subasta ganada por Hublot, ¿cuánto podría valer el trofeo auténtico?

Han pasado 50 años desde que el trofeo Jules Rimet se perdió por primera vez. Mientras los aficionados pasaban frente a la estatua de Hilderaldo Luiz Bellini en camino a ver el futbol olímpico en el Estadio Maracaná, tuvieron la oportunidad de detenerse y considerar el valor de la belleza propia del juego — y de su artefacto más misterioso—. Uno es mucho más accesible que el otro.

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