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comer demasiado césped es malo

Petardos: Javier Saviola, el conejo que comía billetes

Al delantero argentino Javier Saviola le llamaban "el Conejo", y no solo porque fuese escurridizo o tuviera cara de niño: el ex del Barça tenía la manía de terminar siempre comiendo césped.
Imagen vía Reuters

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Presentamos una nueva entrega de la sección dedicada a nuestros inolvidables Petardos. Esta vez sabemos que la elección será polémica, porque pocas veces se clasifica así a un futbolista internacional por Argentina como Javier Pedro Saviola (Buenos Aires, 11 de diciembre de 1981).

Conocido por… ser el "arma" del Barça contra Zidane

En 2001, el FC Barcelona pasaba por una etapa chunga. El Real Madrid, en cambio, disfrutaba de épocas de bonanza y se permitía incorporar a futbolistas de clase mundial como Zinedine Zidane por cifras récord. En el Barça pensaron que necesitaban fichar a alguien para compensar… y eligieron a un chaval argentino que despuntaba en River Plate: Javier Pedro Saviola.

Cabe mencionar que el presidente del club azulgrana en aquella época era Joan Gaspart, así que… bueno, no te digo ná y te lo digo tó.

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Saviola llegó al club tras disputar un excelente Mundial sub-20. La llegada de Saviola ilusionó a la afición; la cara pícara de El Pibito cayó bien entre el barcelonismo, y su condición de jugador argentino, joven y semidesconocido levantó grandes expectativas. Javier, además, llegó con gran pompa: en su momento se convirtió en el fichaje más caro del club con un coste de unos 36 millones de euros, igualando a… Marc Overmars.

El entrenador, Carles Rexach —a quien el mundo recuerda por haber descubierto a Leo Messi… por suerte para Charly, porque su época como técnico fue más bien mediocre— siempre había sido fan de los delanteros pequeños y móviles; la dirección técnica pensó que Saviola podría formar una delantera de quilates junto a Patrick Kluivert y Rivaldo.

'El Tridente', lo llamaron.

Javier Saviola asegurándose de que su rival no vea el césped tan bien como él. Foto de Monica Do-Allo, Reuters

Para ser justos, cabe decir que Saviola metió goles. Su ratio fue bastante buena; en sus primeras tres temporadas jugó unos 50 partidos por año y metió unos 20 tantos por temporada. El argentino salía a 0,4 goles por partido, lo cual no está nada mal.

Otra cosa es que sus goles fueran decisivos o que Saviola marcara realmente la diferencia para sus compañeros. Eso ya es más discutible.

El conejo a ras de suelo

Al ficharle, Rexach pensó que el Pibito sería un gran mediapunta, pero a la hora de la verdad el argentino solo fue capaz de jugar de segundo punta. Como extremo sencillamente no servía: no era especialmente disciplinado tácticamente, ni ponía esfuerzo alguno a la hora de defender… ni se iba de un cono, hablando en plata.

Como centrocampista, Saviola aún era peor si cabe: tenía cierta sensibilidad asociativa, pero no destacaba con el balón en los pies. Su visión era reducida, y su alcance de pase, limitado.

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La mayor condena de Saviola, sin embargo, estaba debajo de sus pies.

Javier Saviola acercándose al césped para comprobar mejor su textura. Foto de Gustau Nacarino, Reuters

Para los estándares del fútbol de élite, Saviola tenía un claro problema de equilibrio. Sus piernas no eran demasiado fuertes ni rápidas, y el Pibito tenía serios problemas para esquivar a los zagueros: el argentino solía acabar en el suelo en cada jugada.

(Paréntesis: cabe decir que ello tampoco es demasiado sorprendente si tenemos en cuenta que Saviola siempre conducía la pelota con la mirada fija en el césped, sin levantar jamás la cabeza, pero este es otro tema. Cierro paréntesis).

En el área, no obstante, Saviola era capaz de sumar gracias a su oportunismo y a sus desmarques cortos: no era un fenómeno al espacio, dado que no andaba sobrado de velocidad, pero su producción goleadora era bastante decente.

En 2003, la llegada de Frank Rijkaard —un técnico generoso, pero con una idea clara de fútbol— le acabó condenando. En el esquema que proponía el holandés solo había espacio para un punta, y Kluivert encajaba mucho más en el perfil que Saviola.

El conejo se va de viaje

En verano de 2004, el Barça se había desprendido de sus miserias y empezaba a mirar hacia el futuro con entusiasmo. Los antiguos pesos pesados de una plantilla perdedora fueron marchándose… y con ellos sus salarios astronómicos.

Saviola pertenecía a esta categoría. Su contrato le garantizaba un estipendio titánico, muy distante de su rendimiento, así que el Barça tuvo que buscar fórmulas para sacarse de encima parte del coste. Empezó así una ristra de cesiones que llevaron al Pibito primero al AS Mónaco francés y después al Sevilla FC. En ambos clubes su rendimiento fue aceptable, pero no estelar, así que en 2006 el argentino volvió al Barça.

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Rijkaard, magnánimo, permitió que Saviola se quedase en Barcelona en el último año de su contrato a pesar de que no entraba en sus planes.

Javier Saviola muy molesto porque Fabio Cannavaro no le deja ver bien el césped. Foto de Félix Ausín Ordóñez, Reuters

No puede decirse que fuera una gran temporada para el club azulgrana: los barceloneses cayeron en la primera eliminatoria de la Champions League frente al Liverpool FC —Saviola jugó en la ida en un partido que los ingleses ganaron por 1-2 en el Camp Nou—, pringaron ante el Getafe CF en las semifinales de la Copa del Rey de 2007 —las del gol maradoniano de Messi… y el 4-0 en el Coliseum Alfonso Pérez— y perdieron la Liga en la penúltima jornada con el famoso 'tamudazo' del RCD Espanyol.

En verano de 2007, a Saviola se le acabó su contrato. A pesar de que él mismo aseguró que el Barça fue el club europeo donde mejor le habían tratado, y aun teniendo una interesante oferta del Real Zaragoza sobre la mesa, al Pibito no se le ocurrió nada más que fichar por… el Real Madrid.

¿Y ahora, qué es de él?

En Madrid, Saviola se diluyó como un azucarillo. Para Ramón Calderón, entonces presidente del club blanco, el fichaje de Saviola fue una especie de 'mini-Figo' que se utilizó de forma electoralista; desde el punto de vista deportivo, la incorporación tenía poco sentido… y el argentino lo notó.

El Real Madrid ganó las dos ligas siguientes bajo la guía primero de Fabio Capello y después de Bernd Schuster, pero en estos éxitos tuvo mucho más que ver el concurso de cracks como Ruud van Nistelrooy, Robinho o Arjen Robben —o incluso Klaas Jan-Huntelaar— que Saviola: el argentino apenas jugó 17 partidos en dos temporadas. Su participación fue marginal.

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Yéndose al Bernabéu, Saviola eligió un gran club —y un contrato jugoso—, pero también pagó un elevado precio: tras el Mundial de 2006, Saviola perdió la plaza en la selección argentina. La escasez de minutos terminó condenándole al ostracismo en el plano internacional.

Saviola comprobando si el césped es lo suficientemente mullido de la forma más empírica posible. Foto de Jon Nazca, Reuters

Tras dos temporadas en el banquillo madridista y con apenas cinco goles marcados, Saviola decidió buscar oportunidades fuera de España. Fichó entonces por el SL Benfica, donde dio un buen rendimiento e incluso ganó una liga; después, tras un fugaz paso por el Málaga CF, el argentino saltó al Olympiakos FC griego, donde también logró un campeonato nacional —y donde le dieron un buen susto cuando entraron a robar en su casa, por cierto.

A partir de aquí, la carrera de Saviola entró en su fase final. El argentino pasó por el Hellas Verona, con el cual no pudo evitar el descenso, y volvió a River Plate, donde apenas estuvo unos pocos meses. En enero de 2016, tras 13 partidos y ningún gol con los Millonarios, Saviola se retiró. ¡Y fin!

***

Sí, ya sé que no he explicado por qué llamaban 'conejo' a Saviola. Fue el segundo entrenador del Atlético de Madrid, Germán el Mono Burgos, quien le puso ese apodo: en un entrenamiento cuando ambos jugaban en River Plate, Saviola apareció de la nada y le robó el balón al entonces cancerbero. Burgos, sorprendido, le pegó una patada tremenda y lo mandó al suelo.

Mientras el pobre Saviola se levantaba, sin embargo, el Mono aún tuvo tiempo de decirle algo: "¿Vos de dónde saliste? ¡Sos como un conejo!".

El autor es un hater absoluto de las ensaladas y se dedica a presumir de ello en Twitter como si de un vegano se tratara: @kj_mestre