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Throwback Thursday

Se cumplen 13 años de la famosa celebración de José Mourinho en Old Trafford

Quién habría imaginado que 13 años después de su peculiar celebración en Old Trafford, Mourinho estaría sentado en el palco principal de aquel teatro donde alguna vez ultrajó el orgullo y las esperanzas de miles de fanáticos.

El Porto de José Mourinho había dado vuelta al marcador en el partido de ida de los octavos de la final de la Champions League 2003-04 en el Estádio do Dragão. A pesar que el United de Sir Alex Ferguson se había manifestado en el marcador primero con gol de Quinton Fortune a los 14 minutos, los ingleses se irían a casa con un 2-1 y buscarían cerrar la eliminatoria en Old Trafford, el Teatro de los Sueños.

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En efecto, el recinto de los Red Devils resultó ser un sueño hecho realidad pero para el equipo visitante. A los de Manchester les bastaba meter un gol para estar en la siguiente ronda. El gol de visitante y el partido de vuelta ante su gente sugerían que el dramatismo sería lo más cercano a la eliminación, pero que el partido no pasaría de un susto.

La batalla sobre el campo fue muy pareja, nadie quería o podía controlar el balón, y parecía que éste le quemaba los pies a los jugadores cada vez que lo recibían. Pero a los 32 minutos del primer tiempo, la tensión en la garganta de los fans se aflojaría un poco cuando O'Shea mandó un centro al primer poste del arco contrario que Paul Scholes remató para anotar su primer tanto en la temporada y en el partido. Los cuartos de final se sentían próximos.

Vítor Baía, en ese entonces portero del conjunto portugués, le negó al United varias ocasiones de gol que habrían sentenciado el pase a la siguiente ronda, y en ocasiones parecía que el destino le tenía reservado algo especial a Mourinho y sus hombres. Entonces llegó el tiro libre de Benni McCarthy en el último minuto del encuentro, el cual Tim Howard rechazó hacia el costado derecho del área chica donde esperaba Costinha, cual fiera ante su presa, para rematar de aire con la derecha y desatar la euforia de los portugueses y la miseria de los ingleses.

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Después de enfocar el festejo del equipo sobre el banderín del tiro de esquina, las cámaras capturaron a José Mourinho corriendo sobre la banda del campo como un desquiciado para unirse a la celebración, brincando y alzando el puño en el aire, portando su peculiar gabardina negra y su carácter irreverente. El Porto había logrado lo que ya se daba por muerto después de 90 ásperos y tensos minutos, y llegaría hasta la final de la Champions donde derrotaría al Mónaco con tres goles.

Quién habría imaginado que 13 años después de su peculiar celebración en Old Trafford, Mourinho, el genio incomprendido que incomoda con su honestidad, estaría sentado en el palco principal de aquel teatro donde alguna vez ultrajó el orgullo y las esperanzas de miles de fanáticos que ahora le cantan y aplauden. Así es el futbol.