FYI.

This story is over 5 years old.

Comida

¿Por qué una taza de café suena como Brian Eno?

Participé en un experimento para ver a qué suena el café dentro del cerebro.

Hace diez años, un amigo mío se fue de excursión por el Yorkshire Dales National Park. Tenía 18 años y era la primera vez que se metía ácido.

Solo, animado y caminando por un trozo particularmente salvaje de páramos azotados por el viento, se detuvo para comer y beber. Fue entonces cuando las cosas empezaron a cambiar. Los sonidos se volvieron imágenes volando a su alrededor como hebras de ectoplasma gigantes y temblorosas. Más extraño aún, comenzó a oír a su termo de té. Con cada sorbo llegaba un ruido de tono grave muy parecido a "un piano que se toca en el fondo de una piscina".

Publicidad

Tenía las palabras de mi amigo reverberando en mi mente mientras me sentaba enganchado con cables a un escáner cerebral una noche a mediados de una semana reciente. Me habían pedido participar en un experimento para ver a qué suena el café en el interior del cerebro. La idea era simple: un neurocientífico supervisaría mis ondas cerebrales mientras bebía varias tazas de café bien cargado. Estas ondas después serían traducidas a sonido por un grupo de músicos en vivo. El sabor de la comida, me dijeron, se escucha tan bien como sabe.

La idea de que el sonido y el sabor están entrelazados no es tan descabellada como parece. A principios de 2014, un equipo de científicos de la Oxford University llevó a cabo la investigación que proporcionó la primera evidencia empírica de que el sabor puede mejorar o empeorar puramente por el sonido. Los científicos le dieron a los participantes en el experimento diferentes alimentos con características tanto amargas como dulces, como el chocolate y el café. Cuando se reprodujeron sonidos de tono grave, los sujetos reportaron una sensación intensificada de lo amargo. Cuando se cambó a un sonido de alta frecuencia, los sujetos reportaron mayores niveles de dulzura. (¿No te convence la idea del "condimento acústico? Pruébalo tú mismo aquí.) El fenómeno es ahora tan ampliamente aceptado que, según los informes, algunas compañías de alimentos, tales como Ben & Jerry, están elaborando códigos QR que le permiten a los clientes desbloquear sonidos gratuitos para acompañar diferentes productos.

Publicidad

El sonido tiene la capacidad de destruir sabores, así como de mejorarlos. En 2010, investigadores de la University of Manchester le dieron de comer a los participantes alimentos dulces y salados, primero mientras estaban sentados en una habitación callada, y luego mientras escuchaban ruido blanco. Descubrieron que los alimentos consumidos mientras escuchaban el ruido blanco se percibía como menos dulce, menos salado y más crujiente. Otros estudios muestran que los ruidos fuertes pueden reducir nuestra capacidad de degustar los sabores en un enorme 30 por ciento, lo que podría de alguna manera explicar por qué la comida de avión sabe tan terriblemente insípida. Como nota al margen se informa que la mejor bebida para ordenar en un vuelo es una Bloody Mary. Resulta que el sabor umami del jugo de tomate no se altera por el ruido.

Yendo un paso más allá, está el galardonado escritor de bebidas Pete Brown, que hace cenas donde las cervezas van acompañadas de diferentes canciones. La cerveza belga –Duvel, por ejemplo– complementa muy bien a Debaser de los Pixies . Chimay Red, por su parte, se acompaña mejor con una mezcla de Clair de Lune de Debussy y All Along the Watchtower de Jimmy Hendrix. No es broma. Alrededor del 80 por ciento de los clientes de Brown dicen que los sabores de cada cerveza claramente cambió con la música.

Así que la música puede afectar el sabor, pero, ¿puede el sabor afectar a la música? Aquí toma la palabra el Frozen Music Collective, un grupo de artistas y músicos que incluyen a un neurocientífico francés de 36 años de edad llamado Christophe de Bezenac, de la University of Liverpool. Trabajando en colaboración con Taylors Coffee, el colectivo ha creado Sound of Coffee, una instalación que –por primera vez– utiliza tecnología de la neurociencia de estado del arte para describir cómo suena el café, desde el momento en que lo vemos y lo olemos hasta el último trago.

Publicidad

"Siempre me ha interesado la relación entre el arte, la música y el cerebro", dice de Bezenac. "El objetivo de esta instalación es monitorear las señales del cerebro de las personas mientras beben y luego convertir estas señales en música con la ayuda de músicos en vivo, tocando el saxofón, la guitarra, y un sintetizador".

Nuestros cerebros pulsan y vibran como todo en este mundo, explica de Bezenac. "El pulso del cerebro se mide, como el sonido, en ciclos por segundo o Hertz, usando un electroencefalograma (EEG), que detecta las principales señales eléctricas del cerebro: gamma, beta, alfa, theta y delta. Estas señales pueden darnos una idea de los estados y sentimientos internos de un individuo", dice. "Las señales delta, por ejemplo, son las más lentas de las frecuencias y se experimentan en el sueño muy profundo, sin sueños y en la meditación trascendental. Las señales beta, por otro lado, están asociadas con un estado de alerta mental, concentración y actividad mental. Si bien las ondas cerebrales beta son importantes para el funcionamiento eficaz durante todo el día, también pueden traducirse en estrés, ansiedad e inquietud".

De Bezenac y el colectivo luego toman estas señales y las traducen en imágenes y sonidos. "Por ejemplo, si te sientes emocionado, los efectos visuales y la música son más rápidos y más erráticos. Por el contrario, si te sientes relajado, los efectos visuales y la música tienden a ser más lentas y más estables. Es muy interesante observar las similitudes y las diferencias entre los individuos en su respuesta cerebral al café y a otros alimentos y el cómo eso afecta a la música resultante".

¿Cree de Bezenac que la gente realmente escucha música en su cabeza cuando come? "No literalmente, no. Pero siempre, por lo general, asociamos inconscientemente lo que probamos con experiencias auditivas, visuales y táctiles. Uno de los mayores malentendidos es que nuestros sentidos son excluyentes entre sí. La música, por ejemplo, se ha convertido recientemente en algo que simplemente escuchamos. Históricamente, era visual y física, ya sea que la estuviéramos bailando en una sala de música o viendo una orquesta en vivo. Del mismo modo, el arte no solo es visual. Cuando nos fijamos en el arte lo exploramos físicamente, desde tocar una escultura hasta navegar por una galería de fotos. La comida es igual. No nos limitamos a probarla, la vemos, la olemos, la sentimos en nuestra boca. Y en algún lugar, en el interior de nuestra mente, la escuchamos o por lo menos la asociamos con diferentes sonidos".

Y entonces, ¿a qué suena el café? El experimento en el que participé no empezó bien. Preocupantemente, como por cinco minutos, el auricular EEG no pudo tomar ninguna función cerebral. Y el Frozen Music Collective estuvo sentado en silencio mientras yo obligaba a mi cerebro a enviar una señal de que estaba vivo. Mientras tanto, la pantalla se quedó completamente en negro sin detectar indicio de actividad craneal para poder traducirla a imágenes. En este momento olí una cafetera a mi lado con café negro recién preparado, lo que provocó que se formaran tenues columnas multicolores en una pantalla grande, emparejadas con un zumbido bajo y palpitante de un saxofón. Mientras tomaba mi primer trago, la pantalla se encendió con imágenes épicas de estrellas, planetas y nebulosas parecidas a las del telescopio Hubble. Entre más tomaba, las imágenes parecían más deslumbrantes y el saxofón sonaba más fuerte y más agudo. A mitad de la cafetera, el sintetizador se le unió al saxofón. Sonaba como si John Coltrane se hubiera sumado a Brian Eno en una noche de jazz sin ruido externo.

¿Realmente esto escucha nuestro cerebro cada vez que nos tomamos un café por la mañana? Si el Frozen Music Collective está en lo correcto, el café es algo excéntrico.