Salud

Si escuchas tu corazón latir muy fuerte, deberías preocuparte por tu salud mental

La fuerza y la exactitud con la que sientes tus latidos puede decir mucho sobre tu salud mental.
The top half of a brain float on top of the bottom half of heart, making a heart-brain hybrid
Collage by Hunter French

Para un segundo y presta atención a tu cuerpo, a todo lo que sientes. Concéntrate en tu corazón e intenta escuchar los latidos. ¿Con qué intensidad sientes cada pumpum? ¿Crees que oyes cada latido o se te escapa alguno?

Esta capacidad de sentir tu ritmo cardíaco, junto con cualquier otra sensación interna de tu cuerpo, se llama interocepción. Es lo contrario del sistema exteroceptivo, que recibe y procesa las señales del mundo exterior, como la vista, el oído o el tacto.

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Las funciones interoceptivas nos ayudan a entender el cuerpo a través de señales que nos avisan cuando tenemos hambre, sed o necesidad de ir al baño. Además, están relacionadas con las emociones, los pensamientos, y los sentimientos de formas sorprendentemente significativas.



Los científicos que estudian este tipo de funciones han descubierto que podría existir una conexión directa entre los latidos del corazón, el cerebro y la salud mental. Tu frecuencia cardiaca puede influir en cómo te sientes y en la intensidad de tus emociones. Puede hacer que te olvides de cosas o recordártelas con más fuerza. Y la forma en que cada persona siente los latidos (la precisión con la que cree que los siente y la precisión real con la que los siente) puede ayudar a prever ciertos trastornos mentales como la ansiedad. Y lo que es aún más curioso, enseñar a la gente a sentir su corazón con mayor precisión podría convertirse muy pronto en una forma de tratar esos mismos trastornos.

A lo largo del día, nuestro corazón nunca deja de latir aunque no nos demos cuenta. Quizás ahora seas consciente, porque te hemos pedido que prestes atención. Cada vez que late, manda una señal a tu cerebro, explica Sarah Garfinkel, una neurocientífica de la Universidad de Sussex y reconocida experta en el corazón y su relación con las emociones.

"Enseñar a la gente a sentir su corazón con mayor precisión podría convertirse muy pronto en una forma de tratar trastornos de salud mental"

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Puede parecer lo contrario: que nuestros estados emocionales dictan el comportamiento de nuestro corazón. Cuando tenemos miedo, palpita. Pero en realidad es una vía de doble sentido: las señales que llegan de del cuerpo también influyen en los sentimientos.

Esta idea de la conexión entre el cuerpo y las emociones ya fue expuesta por William James, a menudo considerado el padre de la psicología en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Propuso que las emociones eran simplemente los nombres que les dábamos a las sensaciones corporales. Cuando el corazón late con fuerza, por ejemplo, la sensación física que genera es lo que conocemos como “miedo”. No nos asustamos y se acelera el corazón. El corazón palpita y eso hace que nos asustemos.

Tiene sentido desde un punto de vista intuitivo. Es difícil imaginar estar enfadado sin las sensaciones físicas que acompañan a ese estado de ánimo: enrojecimiento de la piel, corazón acelerado, dientes apretados, ventanas de la nariz abiertas. O estar triste sin lágrimas, respiración entrecortada y pinchazos en el corazón. James explica que no puede haber emociones carentes de sensaciones.

Hoy, se sabe gracias a las imágenes cerebrales que la parte del cerebro encargada de procesar las sensaciones interiores es la ínsula anterior que además desempeña un papel crucial a la hora de gestionar las emociones, lo cual refuerza la teoría de James de que están entrelazadas con el cuerpo. La neurocientífica Lisa Feldman Barrett, de la Universidad del Nordeste, en Boston, se encontró en sus estudios con que las emociones se forman y se definen según las sensaciones físicas, las experiencias personales del pasado y los conceptos emocionales que se reciben de los padres y de la educación cultural. Nuestras emociones no son reacciones al mundo, sino más bien invenciones de nuestro cerebro para explicar la causa de lo que sentimos físicamente.

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"La gente que puede sentir mejor sus latidos, tiene una mayor intensidad emocional"

Los latidos del corazón pueden aumentar el miedo. En 2014, Garfinkel mostró imágenes de caras con expresiones de alegría, miedo, asco y neutras a los participantes de un estudio. Los que vieron las expresiones de miedo al mismo tiempo que sentían sus latidos aseguraban que las sensaciones físicas era más intensas.

Curiosamente, no todos somos tan hábiles a la hora de tomar conciencia de lo que sentimos. Los científicos que estudian la interocepción utilizan a menudo pruebas de detección de latidos para investigar esta variabilidad y han observado diferencias entre la precisión real y la precisión esperada por el sujeto.

La gente que tiene una mayor precisión interoceptiva, que puede sentir mejor sus latidos, tiene una mayor intensidad emocional. Esto se ha demostrado con una serie de estudios en los que se exponía a los sujetos a determinados contenidos, como películas, con la intención de provocar ciertas emociones. Aquellos capaces de identificar sus latidos con mayor exactitud afirmaban que las películas eran mucho más intensas.

Ese temor acuciante que Garfinkel observó, y que hemos mencionado antes, podría ser incluso mayor en personas con ansiedad. No obstante, es en eso en lo que la investigación se está centrando ahora: en vez de describir la conexión entre el corazón y la mente, analizan las circunstancias en las que las habilidades interoceptivas de una persona se pueden asociar de algún modo a un trastorno. Además, estudian cómo hacer de la interocepción una herramienta útil.

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Todavía hay mucho que no sabemos, dice Garfinkel. La gente que padece ansiedad se obsesiona con las sensaciones corporales. Pero, para quien la sufre, es común preguntarse: ¿soy más consciente de mis latidos o es que mi corazón está haciendo cosas raras y me estoy volviendo loca? ¿Cómo distingo lo que siento de verdad de lo que creo que siento?

Garfinkel y el resto de científicos son los primeros que han comenzado a separar todos estos factores, en vez de medir la detección cardiaca como una sola cosa. Afirman haber descubierto que las predicciones que algunos participantes hacían de su frecuencia cardiaca no siempre coincidían con la realidad.

"¿Soy más consciente de mis latidos o es que mi corazón está haciendo cosas raras y me estoy volviendo loca?"

Hay gente que, sin saberlo, detecta sus latidos con mucha exactitud. Sin embargo, la gente que padece ansiedad suele pensar que su interocepción es precisa, aunque no suele ser es así. “Piensan que se les da muy bien”, dice Garfinkel. “Pero cuando les hacemos la prueba en el laboratorio, no son tan precisos”.

Los neurocientíficos han descubierto que esta discrepancia entre precisión y realidad puede ser un claro indicador de la ansiedad, ya sea por una interocepción baja o una sobrestimación de las habilidades.

Garfinkel también ha estudiado la interocepción en pacientes con autismo, quienes además suelen sufrir de ansiedad, y ha descubierto que tienen una precisión interoceptiva más baja.

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“En general, creo que la interocepción es una aspecto de los trastornos psiquiátricos que apenas se conoce o se estudia”, dice Sahib Khalsa, un neurocientífico del Laureate Institute for Brain Research en Oklahoma. Pero eso está empezando a cambiar. Khalsa dice que en los últimos diez años, ha quedado cada vez más claro que los déficits interoceptivos se dan en gran variedad de trastornos, entre los que se incluyen el trastorno de pánico, la depresión, los trastornos alimenticios, el trastorno de síntomas somáticos, la toxicomanía y los trastorno de estrés postraumático.

Manos Taskiris, un neurocientífico cognitivo del Royal Holloway de la Universidad de Londres, ha demostrado que los sujetos que no están satisfechos con su apariencia corporal suelen tener un nivel más bajo de interocepción. De igual manera, la gente con menor precisión interoceptiva suele objetificarse más. “Dicho de otra forma, suelen pensar en sus cuerpos, no en términos de salud y bienestar, sino en términos de atractivo sexual”, dice.

En su laboratorio, están investigando esta conexión más de cerca: van a realizar un estudio con chicas antes y después de la pubertad, midiendo su satisfacción física junto con su consciencia interoceptiva para analizar cómo cambian con el tiempo. Cree que las chicas con una interocepción decente se ajustarán mejor a los cambios de la pubertad y no se preocuparán tanto por su aspecto físico.

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"Los déficits interoceptivos se dan en gran variedad de trastornos, entre los que se incluyen el trastorno de pánico, la depresión, los trastornos alimenticios, el trastorno de síntomas somáticos, la toxicomanía y los trastorno de estrés postraumático"

Aunque las habilidades interoceptivas se solían considerar inmutables, Garfinkel cree que se pueden mejorar y por ende ayudar con los trastornos asociados.

Ahora se dedica a entrenar a varios sujetos para que sean capaces de detectar sus latidos con exactitud. En un estudio que aún está siendo evaluado por sus compañeros, Garfinkel ha observado que cuando la gente mejora su precisión, los síntomas de la ansiedad se reducen.

Khalsa también utiliza la interocepción para tratar a gente con ansiedad y ataques de pánico. Una terapia que llaman exposición interoceptiva y que empuja a los pacientes a enfrentarse a las sensaciones físicas que normalmente les provocan ansiedad, como la aceleración del ritmo cardiaco, y a no interpretar estas señales como peligro.

Garfinkel cree que una versión de la terapia interoceptiva podría ayudar también a gente con psicosis, una población que a menudo experimenta disociación o que no siente conexión con su cuerpo. “Alguien con esquizofrenia puede sufrir alucinaciones visuales o auditivas”, coincide Khalsa. “Entonces, sus facultades perceptivas estarían más pendientes del exterior y afectaría a las habilidades perceptivas interiores”.

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La interocepción podría explicar también porque las prácticas que conectan cuerpo y mente son tan efectivas. Se ha demostrado que la flotación antigravedad en la terapia de estimulación ambiental reducida ayuda a reducir la ansiedad y, en algunos casos, se ha visto que una hora de flotación tiene efectos positivos a corto plazo en pacientes con ansiedad y depresión. Lo cual podría deberse a que flotar desactiva brevemente la exterocepción, o los estímulos exteriores, y fuerza a la persona a centrarse en las sensaciones interoceptivas, como los latidos.

El mindfulness y la meditación también ayudan a la gente a ser consciente de su cuerpo, dice Garfinkel, quien piensa que hay un componente interoceptivo en este tipo de prácticas. Pero el problema es que la meditación no busca ser consciente del cuerpo de una forma mejor. La gente no va a mindfulness sabiendo lo buena que es detectando sus sensaciones físicas, sino que trabaja sobre los niveles de precisión que cree tener pero que podrían ser erróneos. Garfinkel piensa que el estudio y entrenamiento de la interoceptividad podría ayudar a hacer del mindfulness una práctica basada en evidencias y con propósitos claros.

"Si escuchar tu corazón con más precisión te produce pánico porque no sabes qué significa, es probable que no te sirva de ayuda"

En la investigación que Khalsa ha llevado a cabo con sujetos que practican la meditación, no se ha observado que sean más precisos detectando sus latidos. “Me sorprendió mucho”, dice. “Lo que sí hemos descubierto, no obstante, es que, cuando les pedimos que reflexionaran sobre la experiencia, la valoran y describen de manera diferente”.

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Es la última pieza clave para entender la interoceptividad: aunque se tenga una mayor consciencia del cuerpo, es importante cómo se interpretan esas sensaciones físicas. A veces, hay gente que sufre ataques de ansiedad cuando escucha su latido en un tanque de flotación. Si escuchar tu corazón con más precisión te produce pánico porque no sabes qué significa, es probable que no te sirva de ayuda.

“Simplemente, tienes que darte cuenta de que tu corazón está latiendo, cambiando, y ser preciso”, dice Garfinkel. “Pero solo presta atención y no te asustes. Nuestros corazones son increíbles y siempre aceleran y desaceleran. Es sano tener un corazón que se adapta y late más rápido o más despacio”.

Si no tienes acceso a un laboratorio y quieres conocer tu precisión interoceptiva, puedes tomarte el pulso mientras que intentas sentir tus latidos, para hacerte una idea de tus niveles de precisión, dice Garfinkel. También, puedes aprovechar cuando haces ejercicio o estás asustado y tu corazón late más rápido. “Presta atención y comprueba si puedes sentir los latidos mientras vuelven a la normalidad”, sugiere Garfinkel.

Un ejercicio tan simple puede servir como recordatorio de que es muy diferente vivir en tu cuerpo de en el de otra persona. Tu mejores amigos, tu pareja, tu madre y la gente que te rodea tienen quizás diferentes niveles de interocepción o asocian las emociones a las señales interoceptivas de manera diferente.

“Probablemente sea una de grandes incógnitas de la neurociencia y la filosofía”, dice Tsakiris. “¿Qué se siente al ser otra persona? Puedes conocer a tu mejor amigo o a tu pareja mejor que nadie y aun así no saber realmente lo que se siente al estar en su piel. No es algo malo, las cosas son así”.

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