Dinero

Para los millennials, irse a vivir con sus parejas no es una opción

Antiguamente, las parejas se iban a vivir juntas porque podían. Ahora lo hacen por necesidad.
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Foto: Emily Bowler 

A pesar de ser muy diferentes, Amy* y su novio conectaron en seguida. Ambos estudiaban Arte Dramático en la universidad y aunque a él le interesaba más el techno y a ella las artes escénicas, comenzaron a salir casi de inmediato.

“Los primeros años nos iba muy bien”, explica Amy. “Empezamos a quedar, estudiábamos juntos, salíamos con los amigos del otro”.

Todo iba sobre ruedas hasta que un baño lleno de moho en un piso cutre de estudiantes de Londres propició la decadencia de una relación que estaba destinada a la ruptura. “Es ahí cuando las cosas comenzaron a empeorar”, dice.

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Irse a vivir juntos ha marcado siempre un antes y un después en las relaciones sentimentales. En las series de los 90, el momento intercambio de llaves era decisivo en la trama y siempre estaba imbuido de sentimentalismo. Es una metáfora de la estabilidad y el compromiso, y la intención de construir un futuro juntos en un espacio común.

A menos, claro está, que seas un millennial y te gastes un tercio de tu sueldo en el alquiler, sin ninguna esperanza de comprar un piso en el futuro. En ese caso, irte a vivir con tu pareja, y pagar el alquiler entre los dos, no es una cuestión de construir un nido de amor, sino de salir a flote o poder vivir en la ciudad que quieras. Y dicen que el romanticismo ya no existe.

Amy y su novio decidieron irse a vivir juntos por las malas condiciones de los pisos en los que estaban. “Él se había ido a vivir a una casa de mierda con sus amigos porque, claro, nadie puede permitirse vivir en Londres”, explica. “Había hasta hongos en el baño. Tengo muchas alergias, así que nos quedábamos en mi casa muy a menudo”.

“Creo que empezamos a vivir juntos demasiado pronto y se creó un desequilibrio incómodo del que nos era muy difícil hablar”

Ya sea por el estado de la vivienda o porque querían ahorrar dinero, Amy y su novio siguieron viviendo juntos, aunque no de manera oficial, durante gran parte de su relación, mientras trataban de encontrar un trabajo que les permitiera vivir en Londres. Allí donde viviera, Amy le dejaba quedarse gratis. Después de dos años y medio de relación y habiendo vivido juntos en diferentes lugares, Amy y su novio lo dejaron justo antes de mudarse oficialmente.

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“Creo que empezamos a vivir juntos demasiado pronto”, me dice Amy. “Porque él necesitaba un lugar donde quedarse y yo no quería que nuestra relación saliera perjudicada, así que dejaba que durmiera conmigo. Es difícil para parejas que son muy jóvenes. Se creó un desequilibrio incómodo del que nos era muy difícil hablar”.

¿Piensa que las cosas habrían sido diferentes si no se hubieran ido a vivir juntos? “Creo que si no nos hubiéramos ido a vivir juntos, las cosas habrían sido diferentes”, dice. “Me alegra haber roto y que ambos hayamos seguido con nuestras vidas, pero creo que si hubiéramos tenido nuestro propio espacio, la cosa habría cambiado. Estábamos todo el rato encima del otro”.

La dificultad de encontrar casa ha llevado a algunas personas a vivir en situaciones peculiares. Remy Perrin, que vive en Leeds, tuvo que mudarse con su novia y la madre de esta. Desde luego, no era la situación ideal.

“Era muy extraño con su madre tan cerca, aunque me llevaba bien con ella”, me cuenta Perrin. “Pero en cuanto discutíamos, era un problema enorme para la casa y parecía que todo el mundo se enteraba”.

“Era duro”, dice. “Creo que fue una de las cosas más difíciles porque todos estábamos expuestos constantemente. Todo estaba a la vista. No había privacidad”.

Al final, Perrin y su novia rompieron, lo cual fue un problema para él porque no tenía un lugar donde quedarse. “Me echó de casa”, dice. “Empaquetó todas mis cosas en bolsas de basura y las tiró a la carretera. Tuve que volver a Essex con mi familia porque no tenía adónde ir”.

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“Para ayudar a los jóvenes, necesitamos que los Gobiernos construyan nuevas viviendas sociales que sean asequibles de verdad

Además de irse a vivir juntos, la inestabilidad inmobiliaria puede influir en otro tipo de decisiones vitales. “Precipitar o retrasar decisiones importantes en tu vida puede ser una de las consecuencias no deseadas de nuestra situación precaria”, me dice Polly Neate, presidente de Shelter, una organización benéfica para viviendas, en un correo electrónico. “Sin la posibilidad de comprar una casa y con la falta de viviendas sociales, muchos acaban atrapados en alquileres privados demasiado caros y en los que tienen que luchar constantemente para poder pagarlos”.

“Para ayudar a los jóvenes, necesitamos que los Gobiernos construyan nuevas viviendas sociales que sean asequibles de verdad”, añade. “Así tendrían las bases para establecerse y poder tomar decisiones importantes a su propio ritmo”.

Para Bonnie Hines, que vive en Sheffield con su novio, la estabilidad y la libertad son particularmente importantes. Me dice que casi todos los conflictos que han tenido vienen de la ansiedad que les produce el no tener una casa: “Cada vez que discutimos por dinero, es todo en plan: ‘¿Dónde vamos a vivir en el futuro?’”, me dice. “No quiero pagar alquileres de por vida”.

¿Sería diferente si no tuvieron esa presión? “Completamente diferente”, me dice. “Nada es perfecto y es como que cuando se acaba un problema, ocurre otro. Pero al mismo tiempo, para mí, el problema inmobiliario es muy grande”.

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A pesar de que alquila una casa en las afueras de Sheffield por 535 € al mes, mucho más barato que la mayoría de los alquileres en Londres, a Hines le preocupa no llegar a tener nunca una casa. “Que estos problemas se solucionen depende de si consigo ahorrar lo suficiente, francamente”, añade, “y es una mierda que tu relación dependa de ello”.

No es de extrañar que la gente se preocupe teniendo en cuenta que uno de cada tres millennials vivirá de alquiler toda su vida (a menos que tengan la suerte de que sus padres les ayuden). Para las generaciones anteriores, una casa era algo en lo que invertir y construir un hogar, a poder ser con una pareja. Ahora, es un problema constante que te puede perjudicar mentalmente y poner tu relación en la cuerda floja. No hay tiempo para pensar en romances cuando la elección está entre un piso de 800 euros infectado de moho o compartir piso con tu pareja, aunque no quieras.

“Es tan complicado, porque me parece que no soy la única que quiere tener una casa”, dice Hines. “En realidad, pasa en todo Reino Unido. Es muy difícil salir de esta situación en la que estamos todos. Una casa te da muchas cosas”.

*Se han cambiado algunos nombres.

@RubyJLL