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Cultură

​Más allá del desastre de la Muralla China: cuatro chambonadas icónicas

A propósito de la pobre restauración de un segmento de la Muralla China que fue el blanco de burlas y críticas, recordamos otras restauraciones polémicas de monumentos y obras de arte.
La Muralla China después de la restauración con cemento, arena y cal.

Desde el 22 de septiembre, la Muralla China es noticia: ese día empezaron a circular varias fotos de la reparación de ocho kilómetros del monumento, ubicados en la provincia de Hebei, en el condado de Suizong. La intervención ha sido el blanco de burlas y críticas por parte de oficiales de ese país y usuarios de Internet, quienes, básicamente, creen que la "restauración" es una chambonada. Aparentemente, ante el mal estado en el que se encontraba ese trozo de Muralla —que además no es el único— los oficiales locales decidieron inundar las piedras de más de 600 años de antigüedad con una mezcla de cemento, arena y cal. El resultado, según el periódico inglés The Guardian, es algo más parecido a una ciclorruta elevada que a una construcción declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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La seudo reparación de la Muralla, calificada por los más decentes como tosca y básica, no es el primer ejemplo en el que una combinación de torpeza, descaro y un poco de creatividad terminan cagándose un bien histórico invaluable e irrepetible. Las chambonadas a la hora de intentar arreglar un monumento, una obra de arte o una pieza histórica están regadas por todo el mundo. Aquí le presentamos un recuento de algunas de las más recientes e icónicas.

La criticada restauración que terminó ganando un premio

En algún lugar de España —sobre el Monte Pajarete, en la provincia de Cádiz, en el municipio andaluz de Villamartín— se erigió en el siglo IX un castillo que en 2013 se vino casi completamente abajo. La falta de labores de restauración, la lluvia y el abandono hicieron que las bóvedas de la torre se hundieran y que el fuerte quedara en ruinas. En 2015 la Junta de Andalucía autorizó la restauración del castillo por parte del arquitecto Carlos Quevedo. Él, siguiendo las especificaciones de la ley española sobre restauración, reconstruyó la forma del castillo en otro material. En cal. El resultado es un cubo en dos materiales que los vecinos del castillo calificaron de "chapuza". A saber, de nuevo, "chambonada". Mientras la organización Hispania Nostra, dedicada a defender el patrimonio, declaraba la restauración como algo "verdaderamente lamentable" que hablaba por sí solo, la intervención del arquitecto fue galardonada con el Premio Internacional de Arquitectura Architizer A+ en la categoría de preservación. O los vecinos del castillo no tienen ni idea de arquitectura y restauración, o los 300 especialistas que premiaron al arquitecto tienen muy mal gusto. Juzgue usted.

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La barba de Tutankamón

A principios de este año, ocho empleados del Museo Egipcio de El Cairo terminaron en juicio acusados de negligencia y violación de estándares profesionales después de que intentaran pegar, más de una vez, la barba desprendida de la máscara dorada de Tutankamón, una de las principales atracciones del museo. Las explicaciones que los empleados dieron sobre los hechos, según la BBC, eran distintas. Unos explicaban que la barba se había desprendido después de que la máscara fuera golpeada accidentalmente. Otros, que la barba había sido retirada después de que se aflojara, sola. Al parecer, los ocho empleados, que hacían parte del equipo de restauración del museo, intentaron arreglar la pieza de 3000 años a punta de un pegante que se usa para soldar piedra y metales. Montones de pegante. La máscara, además, quedó cubierta de rayones, producto de los varios intentos por arreglar el desastre. Fueron cuatro veces en total que intentaron ponerle la barba a Tutankamón a lo maldita sea.

Al final, fueron restauradores alemanes los que se encargaron de que la restauración se viera como el producto de un trabajo profesional, y no como el resultado del pánico de quien sabe que lo van a joder y lo único que tiene a la mano es una pistola de silicona.

La blanqueada de los griegos

A principios del siglo XIX, Grecia estaba invadida por los turcos y el Partenón estaba siendo saqueado por los británicos. Las blancas esculturas que fueron sacadas de ese país, y puestas en el centro del Museo Británico, se volvieron el símbolo de la Antigua Grecia y la cara de los dioses de la mitología griega. Lo que se ignoró por muchos años es que el blanco de las esculturas no era intencional, sino el producto del paso del tiempo y de las condiciones climáticas. Las esculturas estaban llenas de color. El descubrimiento lo hizo el arqueólogo alemán Vinzenz Brinkmann, quien a principios de este siglo, después de una investigación de años, se dio cuenta de que originalmente las esculturas estaban pintadas. Además del desgaste temporal que le quitó el color a las estatuas, la blancura de las piezas fue una decisión tomada por los arqueólogos y restauradores británicos del siglo XIX, quienes consideraron quitar los pocos restos de color que quedaban y dejar el blanco del mármol como un tono mucho más elegante y apropiado. La decisión de restauración, tomada en el siglo XIX, sembró una estética diferente alrededor del arte griego que, hoy, es difícil imaginar de otra manera.

Y, por supuesto, el Ecce Mono

Antes de 2012, Doña Cecilia Giménez sólo era una viejita en Borja, España. Luego, Doña Cecilia cogió un pincel y empezó a restaurar una pintura de Jesús que estaba ubicada en el Santuario de la Misericordia, una iglesia de su municipio, y se volvió una celebridad internacional. Al principio, la restauración de Doña Cecilia fue interpretada como un acto de vandalismo, hasta que ella misma salió públicamente a declararse como la autora del desastre que, declaró, realizó a plena luz del día y con autorización del padre de la iglesia. Lo que empezó como un escándalo por lo que se consideraba una restauración atrevida e irresponsable —y un chiste mundial por un retrato que parecía ser más de un chimpancé que del hijo de Dios— rápidamente se volvió un debate artístico. Gracias al gesto de Doña Cecilia, lo que hubiera quedado como una de las muchas pinturas de Jesús se volvió un gesto individual digno de la escena artística contemporánea. De hecho, el desastre le ha traído prosperidad a Borja, el pueblo donde habita el Ecce Mono. Ahora, turistas de todo el mundo viajan para ver la famosa pieza. La chambonada de Doña Ceci le ha generado ingresos a un pueblo español que, de otra forma, se hubiera quedado más o menos en el anonimato.