Fiesta de caballeros

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Gracias por su preferencia sexual

Fiesta de caballeros

Es más fácil que un caballero pase por un glory hole, que un moralino entre en el reino del tabú.

Fotos por Eusebio Peña

Es más fácil que un caballero pase por un glory hole, que un moralino entre en el reino del tabú. Pensé esto cuando estaba fajando con mi novio en un cuarto oscuro que no era tal, sino una instalación artística en la segunda emisión de la Fiesta de Caballeros el fin de semana pasado. Organizado para celebrar la masculinidad a través de una fiesta gay de dress code, el evento engloba en una sola noche diferentes encuentros con el performance, la instalación y djs de la escena nacional. Todo bien hasta ahí. Es territorio conocido en las fiestas temáticas gays de la ciudad de México. Sin embargo, ya cachondeando en el cuarto oscuro, me di cuenta que una parte importante de los invitados nunca habían estado en uno ni habían visto videos porno proyectados sin importancia en las paredes como si fueran clips de música pop. Quizá por eso están estigmatizadas las fiestas temáticas LGBTI, pensé al recordar tuits que leí previos a esa noche pues la consideraban banal y de poco riesgo, sea porque habían asistido el año anterior o sea porque habían escuchado de qué iba. Es cierto que cierta parte de los asistentes no habían hecho escala en lo underground, en la alcantarilla, en las zonas oscuras o rojas de una ciudad que se siente orgullosa de ser llamada y considerada así. Fue cuando concluí que la Fiesta de caballeros es también un tour para los que nunca se han atrevido o los que siempre han deseado pasar al dark side. Y así me decidí a vivir la noche como se nos presentara.

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Mi novio iba vestido de nada en particular, y yo de vaquero. Íbamos representando lo que decimos como definición de nosotros mismos en la actualidad. Los estereotipos y los nombres para definir nuestra identidad siempre van y vienen. Sobre todo en las identidades LGBTI, pues hay una gran cantidad de tonalidades en este arcoíris. En la fiesta notamos que muchos iban de modernas y el segmento más atrevido llevaba arnés y cuero. Pero tampoco es que fuera una fiesta de la diversidad. No, ni siquiera iba por ahí la idea de los organizadores, pues su apuesta no sólo se dirige a las formas en que uno se traviste para salir a la calle, sino también para ligar, entablar contactos o pasarla bien con amigos. Hay vestuarios para todo en nuestro guardarropa. Yo, desgraciadamente como soy de un rancho grande como es Monterrey, pues creí que vería más propuestas con riesgo esa noche. Quizá es que la Fiesta de caballeros apenas se va abriendo camino en una escena que la critica porque quiere todo ya puesto en la mesa y nomás recibir el menú único del día. Para que a uno se le antoje probar, uno primero debería probar a antojar a los demás. Hay que recordar que en las fiestas temáticas lo importante es la seducción, no todo lo superfluo y planeado hace que la fantasía se vuelva posible.

Después de la medianoche, cuando el Edificio Gabriel Mancera, ubicado en el centro de la Ciudad de México, estaba a tope de su capacidad nos dimos cuenta que uno de los imprevistos de esta clase de eventos anuales son las filas. Desgraciadamente se pierde mucha vida de fiesta y ánimo yendo de la fila de compra de los boletitos de bebida a la fila de la barra de alcohol, y no se diga en la fila del baño mixto que siempre estuvo al doble de incapacidad pues como buenos mexicanos siempre había múltiples colados que entraban antes que uno. Así, en una nueva vuelta al cuarto oscuro, súbitamente nos percatamos que los más alivianados, los que quizá ya conocían de qué van las fiestas de este tipo, se metían exclusivamente a lo oscurito para orinar en un rincón en su lata de cerveza o directamente sobre la alfombra. Los que no se atrevieron a explorar el dark room seguramente les explotó la vejiga antes de llegar a casa. Y quizá no vieron la sombra de un señor que a todas luces era un pervertido auténtico que trataba de agarrarte la verga porque creía que en realidad era un cuarto oscuro y no una instalación artística. Recuerdo su cara de horror cuando las luces se encendieron de pronto por unos segundos espantando al masajista de vergas que huyó despavorido. Seguramente creía que estaba en plena roja de Tepito donde agarrar nalga, verga y chichi en un mismo cuerpo es refácil.

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Como decía, la Fiesta de Caballeros hace el trabajo de apropiación de escenas del mundo homosexual, abriendo una posibilidad de encuentro para gente que por su preferencia sexual no frecuenta esos lugares, o que aunque sea gay nunca soñó enfrentarse a estos espacios de manera real y que sólo los conocía quizá gracias al cine. Gente que fue a la fiesta movida por el morbo y que se sintió protegida y abrazada en el simulacro. Como hombre homosexual que ya conoce estas experiencias, incluso sus escenografías salpicadas por la violencia de fuego cruzado entre los narcos y el ejército en Monterrey, creo que me sentí en una disneylandia gay, bastante cómoda y con un propósito chulo, la diversión en medio de esos dos mundos, el de los primerizos y el de los otros que somos viejas zorras del perreo y la caza. Por eso digo, un caballero siempre cabe en un glory hole… pero un moralino nunca podrá ser libre de sus deseos en el mundo real, el del tabú.

@OscarDavidLopez