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El negocio de la carne de rata está prosperando en Camboya

Tal vez nos estamos perdiendo de un mundo entero de delicias gracias a nuestro temor a los roedores.

La palabra “rata” va a provocar cierta reacción en algunos de ustedes.

Pensamos en lo escurridizas que son, en su cola carnosa, en el drenaje y en la plaga en la que se han convertido. Son un par de ojos brillantes y aterradores que te observan en la oscuridad mientras destrozan tu bolsa de basura con sus asquerosos dientecillos.

Al igual que la fuerte dependencia a la lactosa en Occidente intriga a Oriente, debe ser igual de desconcertante que nuestro colectivo se estremezca ante la idea de hacer algo más con las ratas aparte de rehuirles (o conservar como mascotas a las que son lindas y no están en el drenaje). Aunque no sólo para los asiáticos del sur de Asia. En las regiones andinas como lo son Colombia, Bolivia, Perú y Ecuador, los roedores son parte del alimento básico. Desde siempre, la gente de la región ha rostizado conejillos de indias. En Venezuela, el capibara es un manjar. En países de África, como Togo, la carne de rata es sumamente costosa.

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En Camboya, las ratas salvajes (no las roñosas que viven en las grietas de las zonas urbanas) se consideran un manjar saludable debido a su dieta, que es principalmente orgánica. Son los animales de campo que pastan más (y también los que más invaden), ya que se meten a los tallos del arroz en los campos y a cualquier otra cosecha que puedan de otros agricultores desafortunados.

La mayoría de la población en Camboya trabaja en el cultivo del arroz. Por eso, es muy lógico que una industria lucrativa provenga de una de las plagas más problemáticas en los cultivos de los agricultores. En esta región, la carne de rata es barata. Sin embargo, en otras regiones en las que aprecian la carne (que se supone tiene un sabor similar a la de puerco), como Vietnam, es muy costosa. Por lo tanto, se creó un mercado de exportación sumamente provechoso.

Rostizando ratas en una fogata. Foto vía el usuario de Flickr, timquijano.

De acuerdo a un informe reciente de la BBC, la temporada alta de caza de ratas es después de la cosecha de arroz que se lleva a cabo durante junio y julio, cuando las ratas tienen poco qué comer y, debido a las lluvias, se ven forzadas a ir a tierras más altas. Por supuesto, son mucho más fáciles de atrapar.

Los agricultores instalan cientos de trampas durante la noche. Están listos para obtener su recompensa en el mercado a la mañana siguiente cuando venderán esa carne a los clientes, quienes después van a revender las ratas (que se ven apetitosas y regordetas por todo lo que se atiborraron de los cultivos) en Vietnam, donde van a rostizar, freír, guisar o moler su carne para hacer un paté.

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Al parecer, también los hígados son deliciosos.

Un agricultor local, Chhoeun Chhim, le dijo a la BBC que, en una buena noche, puede atrapar hasta 25 kg de ratas, y que en el mejor momento de la temporada, algunos comerciantes de ratas pueden llegar a exportar hasta dos toneladas de ratas a Vietnam cada mañana. Con eso se puede preparar mucho paté.

Pieles de ratas despellejadas secándose. Foto vía el usuario de Flickr, Fraser Reid.

“Aquí llega mucha gente de lugares lejanos para comprar ratas. Les gustan las que son grandes y gordas”, dijo un vendedor vietnamita. Aunque a los camboyanos no les gusta tanto. “Nosotros vendemos las ratas para comprar pescado”, dijo Chin Chon, otro cazador de ratas, a la BBC.

Quizas deberíamos seguir su ejemplo y considerar comer no sólo a los amigos roedores con colas esponjosas que viven en los árboles (las ardillas), sino a los que viven en la tierra cuyas colas son largas y delgadas. Después de todo, a los romanos les gustaba comer lirones. Los trataban igual que los agricultores de Iberia tratan a sus preciados cerdos y los alimentaban con una dieta a base de bellotas y castañas.

Tal vez nos estamos perdiendo de un mundo entero de delicias gracias a nuestro temor a los roedores.

Este artículo fue publicado originalmente en Munchies, nuestra plataforma de comida.