El Gallinero: uno de los poblados chabolistas más grandes de Madrid y de Europa

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El Gallinero: uno de los poblados chabolistas más grandes de Madrid y de Europa

Así se ve la vida a solo 12 kilómetros del centro de Madrid. Asfixiado entre carreteras, sobrevive este emplazamiento que acoge a más de 400 personas.

Está a solo 12 kilómetros de la Puerta del Sol de Madrid. Tiene casi 450 habitantes, unos 300 de ellos menores de edad. Es un poblado chabolista con más de 20.000 metros cuadrados… Datos y datos que no hacen más que intentar acercarnos a la realidad de una forma confusa, ya que solo visitando el lugar podemos confirmar lo que nos dicen ONGs como Save The Children: El Gallinero es uno de los poblados chabolistas más grandes de Europa. Es visible en transporte público, viajando hacia el este de la Comunidad de Madrid. Aislado, encorsetado y asfixiado por carreteras, por mucho calor en verano y mucho frío y barro en invierno solo una fuente de agua pública abastece a todo el asentamiento. Y, sin embargo, a solo unos minutos en coche tenemos alcantarillas, duchas, Tinder y Wifi. La labor de la Parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías, ayuda al acogimiento y a la integración de jóvenes en dificultades y niños del poblado. Gracias a ellos se ha instalado una parada de autobús para que los niños acudan al colegio. Pero volvamos a los símiles con la realidad para entender de verdad lo que tenemos. Enfrente de mi casa hay un colegio y todas las mañanas de pequeño desayunaba un Cola-Cao con un Donut y aun así me costaba ir. Lo que estos niños tienen que sufrir para ir todas las mañanas a clase hace que para ellos sea como un recreo, y el recreo como la vida que merecen. No es raro que muchos dejen de acudir a las aulas por tener que ayudar a sus familias, por la evidente desmotivación o empujados a las calles por las drogas, la delincuencia o una paternidad prematura. Mientras que ellos están en el colegio, los padres se ven obligados a la mendicidad, a la recolecta de cobre y chatarra, el menudeo, el hurto y a los pocos trabajos que se les permiten al no tener papeles. Como fotógrafo, una de las cosas más interesantes que te pueden ocurrir es visitar lugares que poco tienen que ver con el sitio del que provienes. Pero haber crecido con otros poblados chabolistas cerca, como el Ventorro y la Rosilla (ya desmantelados), hace que intuya qué me voy a encontrar. Aunque nunca llegas a hacerte una idea real del entorno, emplazamiento o de la obvia reticencia de la gente a ser fotografiada. Pararte, dar un paso atrás y ver que lo que tú estás viendo un día es lo que va a soportar mucha gente el resto de tus vidas es para mí el único estímulo que me lleva a hacer fotos como éstas. Descubrir lo que sigue existiendo en 2015 y a minutos en coche de tu casa, hace que tras la visita te asalten miles de pensamientos sobre lo fotografiado, la labor de los servicios sociales, el papel ejemplificante que lugares así dan para la sociedad, el poco sentido que tiene derribar chabolas cuando no se ofrece ninguna alternativa habitacional… Todo esto sumado a la lucha para sobrevivir, cuando la una única meta es llegar a mañana. Con adultos que se ven encerrados, sin acceso a ayudas sociales, y niños que ven que su jaula no es tan bonita como la de otros niños y, además, está rodeada de barro y suciedad.

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