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Pero los 2000 euros latían al fondo, como en la pantalla de un concurso de televisión, así que Xoan siguió adelante con el plan. "Fui a Málaga con todo bien estudiado, con la cabeza rapada, pero aún sin afeitar (el "cero" completo, con retoque de patillas, lo haríamos en su casa). Cogí el AVE, me planté en su ciudad y cogí un taxi hasta su casa. De pronto me vi a la puerta de un chalet tipo cortijo, con todo su rollo andaluz, muy pijo. Creo que el encuentro cara a cara nos puso a los dos bastante nerviosos. En directo, nuestras diferencias trascendían bastante el tema capilar. Parecía que por la parte donde el Photoshop a mí me debería refinar, a él tenía que ensancharlo, y al revés. Ahí fue donde entró en el tema la madre del chico, una señora andaluza muy desenvuelta que, además de pegarme el afeitado definitivo a la cabeza, me hizo ponerme ropa de mi talla que se acercase más al estilo de su hijo".Mientras realizaban el cambio imagen, Xoan iba tomando consciencia de la situación esperpéntica en la que se encontraba: Un señorito andaluz que no es capaz de aprobar, un cerebrito que lo va a suplantar en un examen y una madre dispuesta a cualquier cosa por que su retoño acabe la carrera de una vez, todo ello situado en un cortijo con chicas de servicio y cuatro cochazos a la puerta. "Mientras me 'transformaban' -cuenta Xoan- apareció una tía del chico, una señora mayor que vivía con ellos, y entre los tres me empezaron a hablar de toros, vírgenes y fiestas típicas de allí. Tenían mucha devoción por no sé qué virgen andaluza. Aunque me estaban poniendo la cabeza loca, había una parte de mí que atendía, porque de alguna manera sentía que tenía que saberlo todo de él".Un señorito andaluz que no es capaz de aprobar, un cerebrito que lo va a suplantar y una madre dispuesta a cualquier cosa para que su retoño acabe la carrera, en un cortijo con chicas de servicio y cochazos.
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