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Libros

Estos son nuestros libros favoritos de enero

Algunos nos gustaron, otros no tanto.

Esto no es una sección de crítica de novedades, ni siquiera vamos a hablar solo de libros que nos han gustado. Simplemente nos hemos sentado a hablar sobre los libros y cómics que algunos de la redacción hemos estado leyendo estos días y queremos compartir nuestra opinión con vosotros. Tenemos la intención de hacerlo cada mes. Algunos nos gustaron, otros no tanto.

Bonsái, Alejandro Zambra (Anagrama)

Bonsái empieza con un spoiler: "Al final ella muere y él se queda sólo, aunque en realidad ya se había quedado sólo varios años antes de la muerte de ella". Y en ese inicio, en ese dilapidar la trama, en la renuncia al desenlace, la voz de Alejandro Zambra se oye aún más alta. Una voz que suena a árboles que se enredan, a naranjas robadas, a besos con tequila para estudiar Sintaxis española II y a cigarros eternos. Y así, aunque sus jóvenes personajes crezcan en las páginas de este libro, hasta que ella deja de crecer a los 30 porque entonces empieza a estar muerta, toda la historia, la de él y ella, porque el resto no cuenta, está en esas ramas enzarzadas del principio. Todo vuelve al inicio, cuando se conocieron, como un bonsái atrapado en las formas de su pasado. Porque el final no cuenta.

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María Altimira

La formidable invasión mongola, Shintaro Kago (ECC comics)

La Historia te la crees porque te la cuentan en el colegio y explicada por tu profesor alto y barbudo tiene muchísimo sentido. Pero imaginar que el imperio mongol creó sofisticados aparatos con forma de manos humanas capaces de revolucionarlo todo es bastante mejor. Lo que propone Kago es que, durante años, unas MANOS gigantes y un poco monstruosas eran la única fuerza motriz. Por culpa de esto, inventos como el automóvil, las máquinas de vapor o los tanques fueron reemplazados por manos. El cómic te explica así la conquista de las rutas marítimas, la revolución industrial, la Primera Guerra mundial y otros episodios históricos mientras van apareciendo personajes entrañables como Henry Ford o James Watt. También hay bebés gigantes y terroríficos y soldados haciendo la guerra para luego follarse a sus mujeres. El mundo no es mejor con esas manos, maldita sea, en realidad es mucho peor. Básicamente es como si dieras unos cuantos elementos en una servilleta a un marciano borracho y él hiciera una versión de la Historia mucho más salvaje y deshumanizada. Una sátira total del mundo horrible que habitamos.

Anna Pacheco

Ampliación del campo de batalla y Plataforma, Michel Houellebecq (Anagrama)

Pasé mucho tiempo odiando a este tipo. Bueno, más bien odiaba a sus seguidores. Quiero decir, más que a sus seguidores, creo que odiaba esa especie de tendencia que surgió hace unos años en la que todo el mundo se veía obligado a leer a este francés. Pasada la tempestad y con la lucidez que otorga la distancia histórica puedo concluir que me equivoqué al rechazarlo en primera instancia y que debería haberme adentrado antes en las divagaciones de este tipo. Aun así, creo que es justo en este momento de mi vida —una época marcada por la decepción y la rutina— cuando más he necesitado leer estos textos rellenos de una mezcla extraña y sensual de tristeza existencial absoluta, pérdida de esperanza en las civilizaciones humanas contemporáneas y de la remota posibilidad, casi accidental, de que exista el amor puro y absoluto. Pero sobre todo me atrae la capacidad de este autor de lograr que mi polla se yerga bien dura mientras lo leo tumbado en mi cama o mientras voy en metro de camino a la oficina, viéndome obligado a realizar curiosas acrobacias para que no se me note la erección. Y eso siempre está bien.

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Pol Rodellar

Der Klang Der Familie. Berlín, el techno y la caída del muro. Felix Denk y Sven von Thülen (Alpha Decay)

Los libros de música suelen servir para que el autor ponga sus atributos intelectuales (y, a veces, los otros) sobre una mesa y diga "aquí estoy yo, esto es lo que sé y lo que digo va a ser la hostia de aquí en adelante". Sentar cátedra, que decían los antiguos. Hay excepciones, está claro, y éstas se convierten de inmediato en clásicos, en referentes. Al estilo de Por favor, mátame, esa biblia oral del punk, dos periodistas -y también DJs, así que saben de lo que hablan- han elaborado la Sagrada Escritura del techno berlinés. Y lo han hecho apartándose, dejando paso a los verdaderos protagonistas, los que tienen que contar la historia (músicos, DJs, promotores, dueños de salas, periodistas, fiesteros profesionales, etc…). Ellos solo han ejercido de dinamizadores de una charla que arranca con la caída del muro (cuando había parte occidental y oriental) y termina en 1996, cuando la gente sale por primera vez a la calle a liarla en el Love Parade. Si no has estado en Tresor, ni tienes ni puta idea de techno alemán, éste es tu libro. Pero si ha disfrutado con los trallazos de esos cafres de las cabinas que se trajeron el sonido de Detroit a Europa, el texto te va a servir para ordenar la historia. Libertad y ritmo es lo que se respira en Der Klang Der Familie, que entra solo, como un buen temazo de Jeff Mills o Mike Banks.

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Fernando Bernal

Atrapa el pez dorado, David Lynch (Literatura Random House)

Cuando me regalaron Atrapa el pez dorado de David Lynch pensé que sufriría un tipo de iluminación divina que haría que toda la mierda que escupo por la boca sonase como un verso de Charles Bukowski bebido de absenta; pero no fue así. Lo cierto es que para venderse como "un compendio de ideas y pensamientos que buscan fomentar la creatividad", más bien resulta ser una especie de diario personal un tanto ególatra donde el director te restriega en tu cara lo emocionante e intensa que ha sido su vida.

Un día se levantó se despertó con el sonido del interfono y al otro lado un hombre gritó. ¡Dick Laurent ha muerto! Nunca llegó a saber quién era Dick Laurent, pero gracias a ello nació Carretera Perdida. ¿A quién diablos le pasa eso? Porque seamos sinceros, una película tan surrealista como Cabeza Borradora no se le ocurriría a un hombre que pasa ocho horas al día metido en una cabina de peajes. Eso sí, Lynch tardó en terminarla 3 años y tuvo que vender a puerta fría el Wall Street Journal para financiarla, así que no podemos negar que el tío se lo curra. Aunque a veces parezca que este libro lo ha escrito en un par de sentadas esperando su vez en el dentista.

Algunos de los capítulos constan de una sola frase, y se queda tan ancho. Eso sí, no es cualquier frase, con Lynch nunca hablamos de cualquier frase. Al contrario de lo que pueda parecer, lo que dice no suena nada pedante ni siniestro, pero es capaz de hacer cambiar el sentido de tu vida con tan sólo una línea. Básicamente no para de repetir una y otra vez lo increíble que será tu existencia en el momento en el que sientes tu culo en el suelo, cruces las piernas y cierres tus ojos. Te habla de ello como si te fueses a convertir en el Steve Jobs de la creatividad, te empezasen a llover los ligues, y de repente empezases a escuchar una voz que te dice todo lo que tienes que hacer. Y esa voz te hará triunfar. Lynch cuenta cómo fue su primera experiencia con la meditación transcendental y cómo le cambió su vida desde el primer minuto.

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Yo no sé vosotros, pero por más que lo intento no logro encontrar mi jodido YO interior. Sea como fuere, el libro es muy recomendable para sus fans incondicionales, porque te abre una ventana a esa mente perturbada de la que surgió Twin Peaks y que desató toda la trama de Terciopelo azul después de haber soñado con una oreja humana pudriéndose sobre la hierba. Así que con Atrapa el pez dorado podrás (intentar) ser un poquito más David Lynch.

Raquel Zas

Aspasia: La Amante de Atenas, Julio Medem (Espasa)

Mirad, os contaré la verdad: me leí Aspasia: La Amante de Atenas porque me cayó en la facultad. No me preguntéis por qué escogí este libro en concreto: teníamos que hacer una reseña, había varias obras a elegir, a mí me gusta la novela histórica, dos más dos cuatro. Aquí me tenéis leyendo sobre Aspasia.

Yo conocía su historia de otras fuentes: Aspasia es la 'hetaira' (literalmente, 'compañera': un rollo raruno que se llevaban los griegos con las mujeres) que se iba a bañar desnuda una vez al año y que congregaba a todos los varones de la ciudad para verla. Su vida coincidió con la época de Pericles, el momento de mayor grandeza de la Atenas clásica, ergo… ¿Qué podía salir mal?

El problema es que entonces yo no sabía que el amigo Julio Medem, más que escribir un libro, lo que había querido era producir ladrillos para reparar la Catedral de Segovia. Es más, con quince o veinte ejemplares de Aspasia podrías construir un paredón que ríete tú de la Gran Muralla china: no se lo saltaba ni Gengis Khan en patinete.

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Entendedme: Aspasia no es el peor libro que me he leído en la vida. Sencillamente es largo. Pero no un poco largo, no: es kilométrico. Son mil y pico páginas para contar una historia que realmente tampoco vale tanto papel. Si lo comparas con otras grandes obras del género —pongamos por ejemplo Sinuhé, el egipcio —, el libro se cae por todas partes: Aspasia es demasiado buena, demasiado inteligente y demasiado generosa. ¿A quién podría interesarle un personaje así?

Todo en la novela de Medem, de hecho, es 'demasiado'. La familia de Aspasia es demasiado plana para ser real y demasiado moderna para ser griega. Los persas son demasiado primitivos a pesar de su refinamiento; los espartanos, demasiado duros; los atenienses, demasiado intelectuales. Hasta Sócrates, que hace su cameo de rigor, es demasiado socrático.

Para resumir: quien mucho abarca poco aprieta. Medem pretende reunir tantos episodios históricos y visitar tantos escenarios que al final hace perder credibilidad a la novela. Bueno, eso, y que en un momento dado Aspasia usa un estuche de papiros como consolador untándolo de miel… Pero vamos, que no querría yo haceros 'spoilers'.

Si tenéis mucho tiempo y queréis leeros mil páginas, Los Pilares de la Tierra os cundirá más, hacedme caso. Y si ya lo habéis leído, probad con La Broma Infinita de David Foster Wallace. No. Hay. Huevos.

Jordi Mestre

Londres Noir. El libro negro del crimen (La Felguera)

La Felguera edita libros extraños, sugerentes y distintos. Y lo hace siempre con muy buen gusto. Son libros bonitos, aunque, como es el caso, traten temas que ponen los pelos de punta. Que acojonan. En este caso estamos ante un almanaque de los criminales más sanguinarios y cabrones de Inglaterra. Se trata de una recopilación de textos publicados en el boletín mensual The Newgate Calendar entre 1750 y 1780. ¿Qué era Newgate? Una prisión, una de las más famosas de la época, donde estaban recluidos los tíos más chungos, muchos de ellos condenados a muerte. Un catálogo inabarcable de reputados criminales. El vigilante de esta cárcel comenzó a editar -sin firma, de forma anónima- textos sobre los habitantes de aquel lugar y el público de la época humedeció sus dedos (y su imaginación) pasando las páginas de este boletín. Pero no solo la plebe, también autores como Defoe o De Quincey se empaparon de truculencia, vísceras y gritos leyendo este "sangrante registro de malhechores". Dickens también era fan y en Londres Noir los editores han recuperado un texto del autor de Oliver Twist sobre su visita a la prisión de Newgate. Es corto, pero acojona y es una pequeña obra maestra donde como dice el autor si tuviera que enumerar la cantidad de rejas que cruzó no tendría comas suficientes. El resto son unas ilustraciones preciosas y las ilustres biografías de brujas, pirómanos, ladrones de cadáveres, asesinos, caníbales, envenenadoras o conspiradores reales. La huella del crimen británica del XVIII.

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Fernando Bernal

Número Cero, Umberto Eco (Lumen)

Supongo que alguien que, como Umberto Eco, ha llegado a la cumbre en su carrera en los círculos académicos y ha escrito varios best sellers está a un nivel en el que puede hacer lo que quiera. ¿Qué editor puede decirle que no a cualquiera de sus ideas? Solamente su nombre ya implica una buena cantidad de libros vendidos y la traducción a los principales idiomas. Eso es peligroso, porque hasta los grandes genios le dan al "Enviar" a un correo electrónico y luego se dan cuenta de que han escrito "Un slaudo" antes de su firma.

En este libro, Eco utiliza una trama sencilla en la que un misterioso empresario pretende utilizar la creación de un periódico propio en su favor, para contar una historia que parece disparatada, pero que finalmente no lo será tanto. Lo más interesante del libro es precisamente eso, el juego con el lector en el que el loco se convierte en cuerdo.

En fin, que se trata de un libro menor de Eco, pero que resultará interesante a aquellos amantes de las conspiraciones y que no manejen mucho la historia de Italia. Poco más.

Juanjo Villalba