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Cultură

¡Soy un Dios Dorado!

A los ingleses les encanta ponerse hasta la madre y aventarse desde el balcón del hotel a la alberca.

Ilustración por Julio Derbez.

Para los ingleses que acuden a destinos turísticos como Magaluf, San Antonio y Lloret de Mar, en Mallorca, España, tomar pastillas, beber hasta sudar cerveza y tener sexo (muy) en público con chicas tan quemadas por el sol que podrían pasar por delfines rosas del Orinoco, son tradicionales pasatiempos estivales pasados de moda. Ahora los turistas se dedican a coronar una ajetreada noche bailando con LMFAO y Rihanna, y aventándose desde los balcones de sus hoteles a la piscina que hay varios pisos más abajo. La prensa española lleva los dos últimos veranos cubriendo las historias de “balconing”, como se ha bautizado a esta actividad, con una mezcla de histeria y schadenfreude. El subtexto, más o menos, es “mira lo que hacen estos extranjeros idiotas”.

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Siendo justos, esta pareciera ser una actividad practicada principalmente por turistas ingleses. Catorce ciudadanos británicos fueron asociados con incidentes de balconing el año pasado; diez de ellos resultaron heridos. Esta cifra representa la mitad del número total facilitado por los servicios de emergencias, que asciende a 28.

Es verdad que las estadísticas oficiales no apuntan precisamente a una epidemia, pero una búsqueda del término en YouTube sugiere que es un fenómeno bastante popular. Y sea el que sea el número de personas que farfullan “¡Soy un Dios Dorado!” antes de arrojarse al abismo de la noche balear, los muertos y heridos por esta causa han sido bastantes como para generar preocupación en la embajada británica. De los 14 casos de temerarios ingleses de los que se informó el año pasado, tres tuvieron un desenlace mortal.

El año pasado, la Oficina de Asuntos Exteriores de Inglaterra y la asociación de agencias de viajes ABTA, impulsaron una campaña para prevenir al público de la gravedad del asunto. Lo divertido fue que el elegido como portavoz antibalconing fue Tom Daley, atleta del equipo olímpico inglés de salto de trampolín, informando a los jóvenes que esta actividad es muy, muy peligrosa. Aunque sus intenciones obviamente eran buenas, esto es un poco como escoger a Agustín Carstens para que haga una campaña que prevenga la obesidad y el alto colesterol.

Recientemente publicaron también en YouTube un documental que cuenta la historia de Jake Evans, un joven de Liverpool que sobrevivió a uno de estos clavados, no sin antes romperse el cráneo y la muñeca al golpearse en seis balcones antes de caer en una tumbona de plástico en su hotel en Mallorca. Según Jake, se aventó para cachar un encendedor que se le había caído en la peda.

Con la temporada de vacaciones de 2013 tan cerca, veremos si la campaña de la cancillería inglesa, y el efecto disuasorio de ver los sesos de tus amigos desparramados en un patio cocido por el sol, pueden contrarrestar la influencia de YouTube, la presión de los amigos y las fiestas de espuma con barra libre. Apostamos a que probablemente no.

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