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Cultură

Una disculpa pública a Julian Assange

Por mucho que me pese.

Greg Palast es autor de bestsellers del New York Times y un periodista de investigación cuyos reportajes han aparecido en Newsnight de la BBC y en The Guardian. Palast se come a los ricos y después los escupe. Ve sus reportajes y sus películas en www.GregPalast.com, donde también puedes enviarle tus documentos marcados como “confidenciales”.

La coartada para mi reunión con el líder de WikiLeaks, ese hombre con la cabeza extrañamente blanca, fue brillante. La semana pasada, me hicieron creer que entrevistaría a un miembro del parlamento de Islandia, la poeta Birgitta Jonsdottir. Lo cual, en principio, me pareció tan emocionante como ver un video en YouTube de alguien intentando hacer que su gato hable.

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Pero Jonsdottir estaba en Nueva York para defender a un prisionero político estadunidense, Bradley Manning, fuente de los documentos publicados por WikiLeaks. Si Manning estuvo dispuesto a pasar el resto de su vida en una jaula de acero por la verdad, entonces yo podía lidiar con un par de nórdicos en una iglesia en el centro de la ciudad.

Pero me cambiaron a los vikingos. Mi junta era en realidad con Kristinn Hrafnsson, vocero de WikiLeaks (cuyo cabello es tan gélido como el de Julian Assange). No me podía decir el nombre de mi verdadero entrevistado hasta que hubiera burlado a los agentes de aduanas, porque la última vez que Hrafnsson intentó entrar a Estados Unidos, fue detenido en el aeropuerto JFK, donde lo subieron a un avión de regreso a Islandia; esto a pesar de contar con una invitación de la ONU y un pasaporte vigente.

Hrafnsson fue parte crucial en la planeación para la publicación de los documentos de Manning. Pero el Departamento de Estado estadunidense sabe que bloquear a un invitado de la ONU no pinta bien bajo los tratados que permiten la existencia de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Así que, la policía fronteriza, los agentes de aduanas, dijeron a Hrafnsson que el pasaporte que les había entregado era “robado”, aunque habían confirmado su identidad. En otras palabras, le dijeron que se había robado su propio pasaporte. Kristinn me dijo: “Podrían haber inventado una mejor historia, ¿no?"

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Arriba: Birgitta Jonsdottir (izquierda, vía) y Kristinn Hrafnsson (derecha, vía).

Por supuesto, Assange, cofundador de WikiLeaks, no se podía reunir conmigo directamente porque está en prisión (una que él mismo se construyó), en el sótano de la embajada de Ecuador en Londres.

Assange cree (y con toda razón) que si pone un pie fuera de su casa de seguridad diplomática, su siguiente parada será un jaula en Guantánamo, Cuba. Y hay que aceptarlo: Julian se vería terrible en un traje naranja.

Hrafnsson y yo salimos rápidamente de la iglesia y encontramos un lugar con botellas de vino tinto barato para discutir algunas ideas sobre cómo sacar a Manning de prisión. O, al menos, no dejarlo en el olvido, en un mundo en el que muchas historias duran menos de 140 caracteres.

¿También hablamos de nuevos documentos? Estoy seguro de que puedes pedir una transcripción de mi reunión al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. (Me tuve que reír: cuando salimos del bistro, una limosina blanca se acercó y nos ofreció un aventón. Después una negra, la cual tomamos. Me gustaría dar las gracias a mis amigos en Langley por un viaje tan lindo).

Sólo puedo decirles: “Sí, hay más”. Y cuando los vea, se los mostraré. Pero por ahora, escribo para comer mierda en público o pastel de la humildad. Para retractarme, desdecir y disculparme con WikiLeaks y Julian Assange.

Un manifestante pro Assange frente a la embajada de Ecuador en Londres. Foto por Henry Langston. 

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Hace tres años, acusé a Assange de saltar frente a las cámaras para robarle la fama al verdadero héroe, Bradley Manning. Me pareció que Assange había robado a Manning el foco de atención que lo habría salvado; así como el foco de atención le valió el apoyo del público a Daniel Ellsberg, el hombre que publicó los reportes del Pentágono; los informes secretos sobre la guerra perdida de Estados Unidos en Vietnam.

Yo escribí, ¿quién rayos es este hombre con una estúpida bufanda de seda que posa frente a las cámaras? Manning, en su celda, semidesnudo, es ignorado mientras Assange se queda con los seguidores y la atención.

De hecho, Hrafnsson me aseguró, tanto él como Assange creyeron que WikiLeaks no recibiría gran atención. Asumieron que la atención se concentraría en el contenido de los archivos. Asumieron que los medios estadunidenses se concentrarían principalmente en el video del asesinato de los reporteros de Reuters y otros civiles en Irak a manos de helicópteros militares estadunidenses.

La semana pasada, volví a ver ese video de “asesinato colateral”. Es horrible, pero vital. Por supuesto, la prensa se alejó del asesinato militar, y centró la historia en torno a la filtración de los documentos. Personas como Joe Klein y payasos como el sirviente de Christiane AmanpourJames Rubin, atacaron a WikiLeaks. WikiLeaks es sólo un grupo de "hackers criminales" que ponen en peligro a personas y fuente inocentes. Assange, frente a las cámaras, con Manning guardando un silencio absurdo (hasta el mes pasado), estaba atónito; y evidentemente abrumado.

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La historia se desviaba de lo verdaderamente sustancial y era redirigida hacia Assange. Él, con su apariencia elegante, sus incursiones en clubs nocturnos y alto autoestima, lo convertían en un objetivo más fácil de difamar que un soldado estadunidense consciente y dispuesto a ir a prisión de por vida.

Y Assange estaba claramente visible en la mira del helicóptero de combate.

Conoces es el viejo dicho: “Si no te gusta el mensaje, mata al mensajero". Pero, si no puedes matar al mensajero, tu mejor opción es meterlo a la cama.

Assange, a pesar de las advertencias, no pudo resistir la tentación. Dos mujeres, una cama, cero ropa: primera plana en todo el mundo. (Cuando tienes enemigos tan poderosos, tienes que ser un completo idiota para dejar que tu pito te lleve a donde tu cerebro te dice que no. Me recuerda a ese idiota de Greg Palast en la primera plana de The Mirror).

Por desgracia, Assange no manejó la situación con la humildad ni la gracia que ameritaba. Pero eso es mucho pedir de un ser humano. Cuando te ves rodeado por 20 equipos de camarógrafos, el cerebro tiende a jugarte chueco. Recuerdan al director de Kony 2012 masturbándose en medio de la calla y gritando cosas raras? No fue un espectáculo muy lindo, pero tampoco lo fueron los ataques antisemitas de Assange contra el reportero estrella de The Guardian, David Leigh. (Sin Leigh, los documentos WikiLeaks-Manning nunca habrían visto la luz del día). Lamento haber escupido sobre Assange por sus idioteces; eso sólo incitó a los chacales. En mi intento por ayudar a Manning, me uní a la destrucción de Julian, y por lo tanto menoscabe al mensajero de Manning.

Y por esa razón, esta disculpa será, con suerte, mi última palabra, o la de cualquiera, contra el pobre Julian, encerrado en el sótano de la embajada ecuatoriana sin nada más que una bufanda de seda y la certeza de una condena. Aunque Assange sea declarado culpable del crimen, el castigo que le espera no será por sus travesuras en la cama sino por ayudar al soldado Bradley Manning a revelar a los estadunidenses la verdad sobre sus propios gobernantes.

Greg Palast investigó BP PLC y el desastre del Deepwater Horizon para Dispatches basándose, en parte, en los documentos confidenciales del Departamento de Estado publicados por WikiLeaks.

Sigue a Greg en Twitter: @Greg_Palast