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Me chingué la rodilla

Lágrimas, cerveza y goles: mi primera Copa del Mundo

Me falló la cábala de utilizar una playera diferente para cada juego, el tercer partido se quebró.
Ilustración por Clementina León.

Artículo publicado por VICE México.

Hubo personas que pagaron más de 20 mil pesos por un boleto y terminaron viendo el partido de Corea frente a Alemania en la pantalla de un celular, mientras la goliza a México se daba ante nuestros propios ojos. Eso ya no importaba. Yo lo hice. Yo estuve ahí. Nunca en toda la vida que llevo viendo el futbol estuve tan nervioso, quizás suene estúpido para quien crea que este deporte no es más que eso, un simple deporte, pero para quienes respiramos el cielito lindo en Moscú, y nos entregamos y perdimos la voz cantándole al Chuky Lozano en el estadio durante el juego contra Alemania, nos dimos cuenta de que el futbol es algo más allá de 22 tipos persiguiendo una pelota, es una sensación complicada de explicar, te lleva a viajar por diferentes emociones, esas que yo he experimentado en los doce días de mi estancia en Rusia, y que quizás nunca encuentre las palabras para describirlo.

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Me falló la cábala de utilizar una playera diferente para cada juego, el tercer partido se quebró. Ahí estuve, disfrazado de futbolista, cumpliendo mi sueño desde la tribuna. Nunca he sido de rituales, pero esta vez lo estaba siendo. Canté el himno nacional a todo pulmón —volteando de reojo a las pantallas gigantes en la arena que tenían la letra en una especie de karaoke masivo—, y los mexicanos, en su mayoría todos con los rostros pálidos y cansados del ajetreo de los viajes, las desveladas y los litros de cerveza, nos sentimos más mexicanos que nunca.

Lloré al escuchar el himno nacional, predije el gol de Lozano frente a Alemania cinco minutos antes de que ocurriera, me lo dije a mí, le ganamos a Alemania, a la mejor, a la peor, a la Alemania que sea, le ganamos. Luego se jugó contra Corea, diferente, cómo se debía, también se ganó, y me quedé sin voz. Ojalá Javier Hernández me la regrese algún día, porque mi voz se fue con la pelota que golpeó a lo Hernández y a lo Javier de ese balón que acarició las redes. El gol que más he gritado en toda mi vida sentí que lo había metido yo.

Finalmente el objetivo se cumplió: clasificar a la siguiente fase. Desde Moscú escribo con el agotamiento y la felicidad de alguien que se imaginó cosas chingonas, estar por primera vez en una Copa Del Mundo, y aquí estuve en las buenas y también en las malas, y seguiré estando desde lejos, porque no hay nada más chingón, que sentirse orgulloso de ser mexicano.


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