Coitus interruptus: historias de gente que dejó un polvo a medias
Imagen original vía Wikipedia/Dominio Público/Edición por Aina Carrillo/VICE

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Sexo

Coitus interruptus: historias de gente que dejó un polvo a medias

"Tenía que ir al bautizo de la hija de un primo y mi novia no se lo podía creer".
AC
ilustración de Aina Carrillo

Estamos acostumbrados a las escenas de película en las que los polvos se eternizan, saltan chispas en la habitación y todo sale a pedir de boca. La realidad es bien distinta. Vale que hay de todo, pero lo más probable es que, por una razón u otra, el polvete se resuelva en cinco o diez minutos. Y, a veces, pasa que ni siquiera te dejan acabarlo, o tú mismo decides darlo por concluido antes de tiempo.

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¿La razón? Puede ir desde un "este tío no es lo que me esperaba" a un "no me habías dicho que tu marido podía aparecer en cualquier momento". Pasando por una ETS desconocida para ti y que amenaza con posarse en tus genitales, un pedo que alguien se tiró sin previo aviso o un rabo de caballo que no hay manera de meterse por ningún lado.

Varias personas nos explican por qué dejaron un polvo a medias.

Regina, 31 años, Madrid

Recuerdo que un día, siendo muy joven, hice pellas con un chico y fuimos a casa de sus padres esa mañana para follar. Su padre apareció allí, porque se encontraba mal y se tuvo que ir del trabajo. El chico fingió que estaba malo. Y yo tuve que salir de su habitación mientras su padre estaba en la cocina. Me tuve que vestir en el pasillo de un edificio súper viejo.

Con otro chico me pasó que me asustó el tamaño de su miembro. Además se pasó un buen rato tocando mi ingle. No sabía muy bien dónde estaban las cosas colocadas. Aquello no terminó de ninguna manera, pero por aburrimiento ya. No llevaba a ninguna parte. Yo creo que él pensaba que era tan precioso que no tenía que hacer nada.

Eso, unido a la inexperiencia (él era bastante más joven que yo), llevó al desastre absoluto. Le dije que ya era suficiente y que me iba a dormir. Pensé que se iría, pero se quedó. Y encima yo no pude dormir. Me puse a hablar con una amiga mientras él dormía. Fue muy surrealista.

José, 33 años, Málaga

Hace un tiempo que me dio por experimentar cosas nuevas. Me puse a buscar tipos en mi ciudad a los que les gustara que le comieran los pies y poder hacer algún guarreo. Con veintipocos años era muy difícil encontrar gente de mi edad que quisiera hacer ese tipo de rollos, así que no me quedó otra que quedar con el único tipo que sí que quería guarrear conmigo. Era un hombre de más de 40, enormemente gordo. Me mandó una foto y me pareció que quedar con él era la única posibilidad de experimentar eso. Estábamos metidos en un coche y el tipo no se había duchado porque ambos pensábamos que eso podría aportar un condimento extra a la situación. Sin embargo, cuando empecé con su pie tras haberlo descalzado el olor invadió todo el coche y apenas pude chupar dos dedos. Fue un guarreo interruptus.

Juan, 25 años, Madrid

Un día conocí a una chica de mi edad por internet y empezamos a tontear. Al cabo del tiempo dijimos de quedar, nos gustamos y una cosa llevó a la otra. Acabamos echando un polvo en mi casa, un día que mis padres no estaban allí. Ese día todo fue normal y nos quedamos con ganas de repetir. La chica me encantaba.

Pero la segunda vez no fue tan bien. Ese día quedamos en su casa. Estábamos magreándonos en la habitación y empezamos a hacer un 69. Estaba tan cachondo que me olvidé de ponerme el preservativo, ella tampoco me lo pidió. Empezamos a follar y, en un momento dado del misionero, la tía me contó que se le había olvidado decirme que le habían diagnosticado gonorrea, y que casi mejor que me pusiera el condón si no quería contagiarme.

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En ese momento me entró algo malo por todo el cuerpo. Dejé de empotrarla, le dije que iba al baño, pero en realidad quería huir, así salí de su casa cagando leches. Al día siguiente acudí al médico y me hice unas pruebas que, por suerte para mí, dieron negativo. Inconsciente yo, por hacerlo a pelo, y muy mal ella, por no avisarme de lo que tenía. Como puedes imaginar, ya no supimos más el uno del otro.

Carlota, 29 años, Sevilla

Era una noche de borrachera en Milán y conocí a un bombero italiano guapísimo. Estábamos bastante borrachos, pero eso no nos impidió que nos fuésemos al lío. Una vez en mi casa, empezamos a calentarnos, pero el tío no atinaba a meterla y yo me aburrí tanto que me dormí. Él también se quedó dormido. Imagina qué situación más incómoda a la mañana siguiente. Yo no sabía dónde meterme. Solo quería que se fuera, así que me vestí, me fui al comedor y ya él se vistió, vino, me dio un beso y me pidió el desayuno.

Deborah, 30 años, Málaga

Estuve conociendo a un chico de Ghana durante dos semanas y, por fin, un día se decidió a metérmela. Así que nos fuimos a mi casa y él se puso encima como un perro en celo. Pero el colega se puso a sudar como un cerdo y a mí me caían todas las gotas en los ojos, así que le dije que por favor parase. A continuación, se tiró un pedo. Súper sensual. Me cortó el rollo de manera brutal. Le pedí un taxi y lo invité a irse a la mierda.

Funci, 28 años, Madrid

Después de concertar una cita a través de una app con una chica, fuimos a su casa, que era el típico chalet de varias plantas en las afueras. Cuando nos encontrábamos en plena faena, se abrió la puerta de la vivienda abajo y entró el marido dando los buenos días en voz alta. Él tenía el día libre y se enteró cuando llegó al trabajo… ¡Imagínate la que se lió! Yo tuve que coger la ropa y las zapatillas y salir por la ventana. Anduve por el tejado del chalet hasta que pude saltar a un trozo de monte que estaba cerca de la vivienda.

Cuando comer un culo sale mal

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Bartolomé, 30 años, Madrid

Acababa de empezar una relación con una chica y estábamos en esa etapa fogosa en la que lo único que quieres es follar y no dejar de follar. Para mí era una situación maravillosa, pero mis compañeros de piso no pensaban lo mismo. Una noche, en mitad del polvo y debido a los gemidos, uno de mis compañeros se lió a voces y a porrazos con la puerta, y no contento con eso, entró en la habitación para decirnos que no eran horas. Puede parecer que lo que me cortó el rollo fue su interrupción, pero realmente fue el hecho de reproducir en mi cabeza la escena desde su punto de vista: cuatro piernas cruzadas en diferentes ángulos, y un ojete (el mío) encañonándole directamente a la cara. Visualízalo, a ti también te cortará el rollo.

Guillermo, 26 años, Madrid

Un domingo me desperté por la mañana y tenía que ir al bautizo de la hija de un primo mío de la que no sabía ni el nombre. Ni si quiera sabía si era hija o hijo en ese momento. Estaba bastante caliente y aún a sabiendas de que era muy tarde empecé a hacerle cariños a mi novia, consciente de lo que iba a pasar y también de que iba muy justo de tiempo.

El caso es que empezamos a hacerlo. Lógicamente eso llevaba su tiempo y me empecé a agobiar pensando en que no llegaba ni de coña. Así que al final decidí parar y le dije que lo sentía mucho pero me tenía que ir. Ella no daba crédito, no se lo podía creer. Lo peor es que terminé llegando casi una hora tarde al bautizo, en vaqueros y zapatillas. El resto iban en traje y corbata. La mirada que me echó mi padre fue casi peor que la de mi novia y me obligó a volver a casa a cambiarme. Así que terminé cagándola con todo el mundo y dejando a medias tanto a mi familia como a mi novia.

*Carlota, Deborah, Funci y Bartolomé no son sus nombres reales y han sido cambiados por razones de privacidad.