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Sexo

Por qué algunas mujeres quieren tener sexo con animales

Me adentré en internet en busca de mujeres amantes del bestialismo y en lugar de ello recibí una o dos lecciones sobre deseo y desviaciones.

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Se rumora que Linda Lovelace ni siquiera podía pronunciar la palabra perro después de que la obligaran a tener sexo con uno. Cuando Lovelace se mudó a Nueva York con su tristemente famoso padrote-marido, Chuck Traynor, hizo películas en 8mm para ganar algo de dinero extra. Quizá la más difícil de encontrar (y la más buscada por los coleccionistas de porno) es su 8 mm de bestialismo.

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"Aquello fue lo más bajo que cayó en toda su vida", dijo su biógrafo Mike McGrady en la película The Real Linda Lovelace (La auténtica Linda Lovelace). "En todos nuestros encuentros jamás pudo pronunciar la palabra perro por todo lo que le hicieron en aquella película de 8mm. En lugar de ello, si la tenía que usar la deletreaba".

Todos sabemos el argumento principal por el que la cópula interespecie entre animales y humanos está mal: la falta de lenguaje común. "Los animales no pueden hablar, por lo que no pueden acusar a nadie de obligarles a tener sexo con ellos contra su voluntad", escribió Ramsis en su estudio de 1969, citado por la sexóloga y escritora Hani Miletski en su libro Understanding Bestiality and Zoophilia (Comprendiendo el bestialismo y la zoofilia). Además, los animales son portadores de enfermedades, genes y hormonas diferentes; es todo demasiado oscuro. La mayoría de la gente cree que es biológicamente asqueroso y moralmente incorrecto.

Ahí me situaba yo cuando empecé esta investigación. ¿Por qué querría alguien tener sexo con otra cosa que no sea un ser humano? Pero conforme me conectaba a todos los foros sobre bestialismo que me aceptaban, leía los hilos de comentarios, descubría todas las teorías de terapeutas, médicos y sexólogos y hablaba con algunas mujeres amantes de la zoofilia, mi forma de pensar cambió. No estoy a favor, pero sus argumentos empezaron a parecerme, si no válidos, al menos comprensibles. ¿Mis noches pasadas en el foro "Beast" crearon una especie de síndrome de Estocolmo en mí? O sea, ¿qué hay de malo en desear a un reno?, me sorprendí a mí misma pensando, horrorizada. ¿En qué sentido es más cruel tener sexo con un cerdo que asesinarlo para hacer tocino? ¿Qué es peor, la violación o el asesinato? Mi lógica se desvanecía por culpa de un argumento.

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A pesar de la percepción generalizada de esta práctica como algo éticamente corrupto, el bestialismo siempre ha formado parte de la historia de la humanidad, aunque de forma silenciada. Según la doctora Miletski, durante la fertilidad primaveral en Babilonia, los hombres y las mujeres usaban perros (en secreto) para realizar orgías que duraban varios días, extenuando a los animales abusados hasta que morían. Entonces cortaban el pene del perro muerto, lo secaban y lo usaban para sus escapadas sexuales. El antiguo faraón egipcio Keops, famoso por construir una de las pirámides, a menudo alardeaba del sexo apasionado que mantenía con las yeguas. Una de las más famosas orgías de la antigua Roma incluyó a la diosa Bona Dea y a un puñado de perros. Incluso se ha documentado que uno de los médicos de Hitler en Auschwitz estaba obsesionado con los experimentos sobre bestialismo y trató de crear un híbrido entre perro y mujer, usando mujeres judías y polacas, que serviría para los trabajos manuales (actualmente sabemos que, aunque el esperma de un perro nade hasta un óvulo humano, no puede inseminarlo). En opinión de Miletski, también existe un fuerte rumor que dice que la esposa de Hitler, Eva Braun, tenía sexo con perros por puro placer, lo que explicaría la fascinación que sentía Hitler por los Pastores alemanes.

En la sociedad moderna posterior a la guerra, Dinamarca fue el primer país de Europa en legalizar el bestialismo, en 1969. Poco después haría su aparición la reina de la pornografía bestialista, Bodil Joensen, que se crió en la Dinamarca rural con su religiosa y abusiva madre, quien no le permitía comunicarse o conversar con otros niños.

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Muchos dirían que esto contribuyó al interés sexual de Joensen hacia los animales, porque Joensen fue separada de los humanos y encontró el amor en el perro de la familia. En un estudio sobre sexualidad realizado en 1974 para la Fundación Playboy, Morgan Hunt afirmó: "Durante los primeros años de la infancia, el ser humano es como una esponja y se le enseña a elegir a otros seres humanos como objetos de su amor y, finalmente, como objetos sexuales". De modo que, según Hunt, "la mayoría de encuentros sexuales entre humanos y animales son experiencias aisladas o muy raras de naturaleza principalmente experimental y quedan en su mayoría confinadas a los primeros años de vida". Joensen veía a su adorado perro como su único amigo y tuvo sus primeras experiencias sexuales con ese animal cuando era adolescente. Se marchó de casa a los 15 años, siendo finalmente acogida por un granjero local que le dejaba ayudar con la inseminación de los cerdos.

En aquel momento Dinamarca se estaba convirtiendo en el centro de la pornografía escandalosa y su personaje más destacado fue el director Ole Ege. Joensen adquirió su propia granja (a la que bautizó como "Central de Inseminación"), en la que crió a todo tipo de animales que se puedan imaginar, y finalmente llamó a Ege para trabajar con él. Según el documental británico de 2006 The Dark Side of Porn: The Real Story of Animal Farm (El lado oscuro del porno: la verdadera historia de 'Rebelión en la granja'), la misma Joensen fue quien sugirió a Ege que la grabara teniendo sexo con otros animales. Entre 1969 y 1972 hizo más de 40 películas de bestialismo y finalmente Ege se unió a otro documentalista para filmar la vida de Joensen en la granja en una película llamada A Summerday (Un día de verano). La película incluía música de Beethoven y mostraba a Joensen viviendo entre sus conejos, gatos, perros, cerdos y caballos como si ella misma fuera un animal más. El documental ganó el primer premio en el festival de cine Wet Dream de Ámsterdam en 1970 y convirtió a Joensen en toda una estrella underground.

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Sin embargo, después de años y años permitiendo que los turistas sexuales visitaran su granja e hicieran lo que les diera la gana, el mundo perdió interés por la "reina del bestialismo". Joensen finalmente dejó de ser el centro de atención, perdió su granja (debido a su estado de abandono) e incluso pasó algún tiempo en la cárcel. Cuando la policía mató a su adorado perro Spot, cayó en la prostitución y recurrió al vino barato y los sedantes para soportar su depresión.

Cuando empecé esta investigación, mi objetivo era muy sencillo: hablar con una mujer que hubiera tenido sexo con un animal, ya fuera por dinero o por placer. Los entusiastas de la zoofilia masculinos dominaban las estadísticas de Miletski (contaba con 80 participantes hombres y solo con 11 mujeres), y a mí no me interesaba en absoluto entrevistar a otro alemán paliducho para que me hablara sobre el "bello y recíproco" sexo que comparte con su perra mestiza.

Tiré de todos los contactos que tengo en el mundo del porno, siguiendo pistas que me llevaban a callejones sin salida: todas las actrices que habían hecho porno de bestialismo estaban muertas, habían desaparecido misteriosamente del mapa o estaban trabajando en Brasil y no respondían a mis solicitudes de contacto.

Derrotada y sin nadie a quien entrevistar, centré mi objetivo en aquellas personas que follan animales por placer y no por dinero, y me sumergí en lo más profundo del foro 'Beast', el chat internacional sobre zoofilia más grande que existe en este momento. Fui sincera al explicar por qué estaba ahí y lo repetía constantemente. Aquel era el único sitio donde podría encontrar una zoófila experimentada, así que rellené mi página de perfil con tanto esmero como habría empleado para Tinder y me uní a los chats la noche siguiente. De repente, varias mujeres estaban dispuestas a abrirse conmigo. Rápidamente descubrí que las mujeres eran más de tener relaciones afectivas con los animales que de tener sexo con ellos, como Miletski me había confirmado.

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"Estoy generalizando, pero en mis estudios clínicos las mujeres están menos interesadas en los comportamientos sexuales desviados", me dijo Miletski por teléfono semanas antes de mi entrada en el foro 'Beast'. "Las mujeres que participaron en mi estudio sobre bestialismo en realidad apreciaban la relación con su compañero animal. Aquella era una gran parte del atractivo para aquellas mujeres y todos sus compañeros eran perros macho".

La zoofilia y el bestialismo son, por definición, diferentes. Según el diccionario de la RAE, la zoofilia se define como "amor a los animales", mientras que el bestialismo no trata de amor, sino de sexo. Su definición es "relación sexual de personas con animales". Los zoófilos a menudo se enorgullecen de reconocer eso, mientras que las personas que sodomizan animales son muy cuidadosas a la hora de definir que no son ni serán jamás zoófilos.

Me conecté al foro Beast por la noche, cuando tenía lugar la mayor parte de la acción, y revisé algunos grupos de discusión: "¿Sabe tu pareja que te gusta el bestialismo?", "La prioridad de una esposa: a todas las mujeres casadas de este foro", "Hola, amas de casa" y páginas y páginas de foros sobre el estigma que padecen los zoófilos que mantienen su orientación sexual en secreto frente a las personas "normales" de su vida. Para algunos, no es más que eso: una orientación sexual. Afirman que no podrían cambiar aunque quisieran (y la mayoría no quieren). Para muchas mujeres de los grupos de discusión, su zoofilia empezó con algún tipo de rechazo muy jodido por parte de los humanos. Una chica confesó que cuando su novio —mayor que ella— la humilló después de que la mujer de este la atrapó haciéndole una mamada, deseó que los hombres fueran más como su amado perro y entonces simplemente acabó por convertir a su perro en su novio. Otras escriben acerca de la vida después del divorcio y de cómo encontraron calma, confort y un sexo fantástico en sus amantes animales.

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Había hilos públicos de años de duración en los que se debatían temas como los celos que sentían sus novios por los animales, el amor y técnicas básicas de bestialismo. Los amantes animales son siempre perros y, en una cantidad desproporcionadamente elevada, Pastores alemanes. La gente hablaba abiertamente sobre cómo el sexo oral con un perro no podía compararse con el sexo oral con un humano.

Pero a pesar de las páginas y páginas de información para iniciados, mi mente se estaba desmoronando. ¿Por qué los animales? ¿Cómo?

"Jamás me he enamorado de un animal que no me haya devuelto todo mi amor con creces", escribía una mujer. La mayoría de las personas de los foros y del estudio de Miletski decían lo mismo. La gente puede rechazarte, decirte que te vayas a la mierda, pero un animal nunca te decepciona del modo que lo hace un ser humano. Tu relación con un perro no puede deteriorarse por cosas como problemas de dinero, celos, o falta de interés sexual. El animal no puede "desenamorarse" porque nunca estuvo enamorado del modo en que definimos el amor entre humanos. Una relación sexual con un animal es básica, simple y nunca es emocionalmente agotadora. Por otra parte, no puedes retener a una persona bajo tu dominio doméstico del modo que lo haces con un animal. Aunque ningún zoófilo del foro 'Beast' confesó contemplar su relación como una dinámica de poder, sin duda lo es.

"La gente [del foro 'Beast'] está insensibilizada ante lo extraño del bestialismo, porque todo lo que tienen es este foro y a sus miembros", escribió Lilknottyone.

Esa misma usuaria me explicó que no es una zoófila al uso: ella come carne y "nunca se ha enamorado de un animal", a pesar de haber mantenido varias relaciones sexuales con ellos desde que tenía cinco años, cuando jugaba con el pene del caniche de su familia. "Simplemente soy altamente sexual", me dijo. "Cuando la curiosidad me invadió, me dediqué a explorar. Es como masturbarse, pero con otro participante. El 99% de mis actividades sexuales incluyen a otros humanos adultos de ambos sexos. No soy una zoófila en exclusiva en absoluto".

Lilknottyone me dijo que solo su pareja sabe de su bestialismo y que lo hacen juntos. ("Para ser sincera, un hombre teniendo sexo con una perra o una yegua me pone los pelos de punta hasta límites insospechados. No tiene ningún sentido, pero no veo que haya nada de malo en ello", me escribió una noche cuando salió a relucir el tema). Como persona que participa en el bestialismo y no es una zoófila exclusiva como Joensen, ella habla en cierto modo con objetividad sobre su sexo interespecie como un tabú tan oscuro como la pedofilia.

Antes de que nuestras charlas, que se extendieron a lo largo de una semana, llegaran a su fin, Lilknottyone me advirtió acerca de otras personas del foro 'Beast'. "Si esto es realmente para un artículo que estás escribiendo, la mayoría de usuarios pensarán que eres una inútil y, o bien jugarán contigo, o intentarán convertirte, pensando que secretamente te gustaría cogerte a tu perro, o pensarán que eres una policía de incógnito. LOL. Usa tu instinto para saber quién te está mintiendo".

Durante sus días de gloria, Joensen escribía una columna de consejos sobre bestialismo en una revista, ayudando a otras zoófilas curiosas a tener sexo con animales de forma segura. En una de las publicaciones, una lectora le preguntaba qué gracia podía tener chupársela a un cerdo, porque el semen "es tan espeso y se coagula con tanta rapidez que puede quedarse atascado en tu garganta y ahogarte hasta la muerte".

Joensen respondió con un consejo de belleza: "¿Pero no sabes que el semen es fantástico como mascarilla para que la piel de tu rostro luzca brillante y suave? Desde que hice este descubrimiento nunca más he vuelto a tener espinillas".