Dinero, sangre y cocaína: así es el club de la lucha de los banqueros ingleses
Todas las fotos son de Jack Courtez.

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VICE Sports

Dinero, sangre y cocaína: así es el club de la lucha de los banqueros ingleses

En la pequeña ciudad inglesa de Bournemouth, un reducido grupo de empresarios y banqueros se retan en una serie de combates de boxeo sangrientos... aunque también solidarios.

El White Collar Boxing es un club de boxeo distinto al habitual. Allí, los empleados jóvenes y exitosos de algunas de las empresas más importantes del Reino Unido se entrenan durante semanas —ocho, normalmente— antes de subir al ring a combatir.

El pasado mes de marzo se organizó una velada en la que cuarenta luchadores se enfrentaron en el Purbeck Hall de la ciudad de Bournemouth. No pude resistir la tentación de ver a todos estos yuppies dándose de hostias como si no hubiera mañana, así que fui de cabeza.

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La génesis de los combates entre 'cuellos blancos' se atribuye normalmente al Gleason's Gym de Nueva York, un centro donde entrenaron campeones de boxeo como Muhammad Ali, Mike Tyson y Jake LaMotta. El propietario del local, Bruce Silverglade, empezó a organizar combates informales para los traders (empleados de bolsa) de la City; durante los años 90, este tipo de entretenimiento creció en popularidad de forma exponencial.

En el año 2000, varios empleados de Wall Street combatieron en Londres en un evento llamado Capital Punishment —un juego de palabras que puede significar tanto 'Castigo del Capital' como 'Castigo Capital' o incluso 'Castigo de la Capital'— y fue todo un éxito: el boxeo de 'cuellos blancos' ganó numerosos adeptos.

Detrás de la velada de Bournemouth estaba la poderosa Ultra White Collar Boxing Ltd., la empresa promotora de combates de 'cuello blanco' más grande del mundo. Dado que en la región hay más de 4.000 empleados de la financiera JP Morgan Chase, el evento se presentaba como la mejor oportunidad de ahostiar a un banquero sin que la policía te arrestara. Los beneficios, además, se iban a destinar en parte a la asociación Cancer Research UK, dedicada a combatir el cáncer. Un win-win de manual.

El evento empezó pronto por la tarde y terminó a medianoche. Cada diez minutos se enfrentaban cuatro luchadores repartidos en dos rings. Antes de combatir, cada boxeador tenía como misión vender 20 entradas a sus amigos, de forma que la atmósfera del evento era un poco la típica de una carrera a la que todo el mundo iba a animar a su amigos… para después escabullirse discretamente hacia el pub más cercano.

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El combate que abrió la velada tuvo como protagonistas a dos tipos barrigudos que se enfrentaron con cascos protectores. El choque se puede resumir fácilmente: fueron seis minutos de ganchos y patadas lánguidos entre dos combatientes con una condición física lamentable. Ocasionalmente, alguno de los dos lograba conectar un ataque… pero solo muy de vez en cuando.

A medida que iba avanzando la noche, los boxeadores iban mejorando y el ambiente se degradaba. Pasadas un par de horas, un tipo tiró una botella sobre la mesa de un grupo de fans rivales y estos se levantaron como un resorte para perseguirle. A mi alrededor veía a muchos hombres haciendo rápidas visitas a los baños… de los cuales volvían con unos sospechosos restos blancos justo en la entrada de las fosas nasales.

Una furiosa pelea estalló en el baño, se trasladó a la sala principal y terminó en la zona de fumadores. Los agentes de seguridad, salpicados de sangre, trataron de frenar a los dos grupos enfrentados, que intercambiaban patadas, puñetazos y golpes en la cabeza.

Cerca del lavabo me encontré con un hombre que sangraba profusamente de la cabeza y todavía parecía dispuesto a dar batalla. Suerte que un amigo suyo puso paz.

La competición la ganó un tal Charlie Malyon. Charlie — de azul en la imagen de arriba— resultó ser el boxeador más hábil de la velada y demostró a lo largo de la noche unos reflejos impresionantes. Su técnica consistía en encadenar golpes secos para posteriormente burlarse de su oponente, una estrategia que obviamente dio sus frutos.

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Uno de los siguientes combates enfrentó a Matt Elcock, un empleado de JP Morgan, contra un tipo llamado David. El público se puso de parte de Matt, que tenía claramente ventaja en peso y tamaño. En la segunda ronda, David abrumó a su rival con una tormenta de golpes y ganchos. En la tercera, la desconfianza y la fatiga de los boxeadores frenaron el ritmo del duelo, lo que resultó en una puntuación de 28-29 favorable a David.

Poco después de la pelea, fui a conocer a Matt y otros participantes para saber más sobre ellos.

Matt Elcock, empleado de JP Morgan

Matt, feliz tras su combate

¿Por qué has querido participar?

Desde pequeño he practicado las artes marciales y me gusta mantenerme en forma. Hace seis meses que empecé con el boxeo. Cuando vi este evento pensé que ya era hora de demostrar lo que valgo.

¿Cómo te has sentido en tu combate?

Creo que he sentido todas las emociones: estuve muy motivado y de repente me sentí fuera de lugar; después llegué a sentir pánico absoluto. Para mí no hay ninguna sensación que se parezca al momento previo a saltar al cuadrilátero.

Has perdido por un punto: ¿qué te parece el resultado?

Es evidente que todo el mundo prefiere ganar. Estoy un poco disgustado, pero puedo irme con la cabeza bien alta. Hemos peleado codo con codo, golpe a golpe… para serte sincero, podría haber acabado mucho peor. La primera ronda me la llevé yo, la segunda él… creo que tenía mejor técnica y condición física que mi rival, pero él ha peleado muy bien. Sus ganchos eran devastadores, así que merece todo mi respeto.

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Aran 'AK-47' Kennedy, de Deep Motion UK

¿Por qué has participado?

Me inscribí después de enterarme del evento vía Twitter. Cuando vi que quedaban ocho semanas para entrenarse y que era para recaudar fondos contra el cáncer me dije a mí mismo que debía participar.

¿Cómo te sentiste antes de subir al ring?

Me repetí la siguiente frase una y otra vez: "No hay mejor sensación que estar peleando y encajando golpes para luchar contra el cáncer".

¿Hasta que punto era importante ganar?

Me hubiera gustado llevarme el premio, pero creo que aquí hemos ganado todos. Se han reunido dos mil personas a favor de la lucha contra el cáncer, una causa que nos concierne a todos.

Calvin Brandon, emprendedor por libre

¿Por qué has venido a luchar hoy?

Siempre quise boxear, pero hasta ahora lo había dejado siempre para el día de mañana. Hoy, con 37 años, me dije: "Si no lo haces ahora no lo harás nunca". He contribuido a recaudar 1.250 euros para investigar curas contra el cáncer, así que me siento genial.

Es obivo que acabaste sangrando. ¿Te arrepientes?

No, ahora mismo no me hace mucho daño, aunque quizás mañana sea mucho peor. Ha sido un buen combate: mi rival me ha dado en la cara en varias ocasiones, sobre todo en la primera ronda, pero yo le he contestado con algunos buenos derechazos en el abdomen que han logrado empatar el duelo.

Adam Miyanji, de Health One-Line

¿Por qué has participado?

Un amigo mío que también ha participado me convenció para inscribirme. "¿Por qué no?", pensé. Es una buena manera de hacer algo de deporte y además es por una buena causa.

¿Crees que lo has hecho bien?

Pues no he ganado, pero creo que me las he arreglado para dar batalla.

¿Eres más de Rocky o de El Club de la Lucha?

Intenté prepararme para luchar como un boxeador profesional, pero creo que acabó siendo algo parecido a El club de la Lucha porque era mi primer combate. La verdad es que no pude hacer gran cosa. Había ensayado una estrategia, pero la reacción natural tras recibir un golpe es intentar devolver la moneda al oponente… así que estratégicamente no me ha ido demasiado bien.