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Visitamos Tuz Khurmatu, la ciudad iraquí en la que kurdos y turcomanos se matan entre ellos

Tuz Khurmatu se levanta frente a la línea de fuego y ofrece una desalentadora panorámica de aquello en lo que podría convertirse el norte de Irak el día, si llega, en que los combatientes yihadistas de Estado Islámico — y todos los demás —sean...
Un combatiente peshmerga posa cerca del frente de Tuz Khurmatu en Irak. (Imagen por Cengiz Yar / VICE News)
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Una pared acribillada que cruza una calle comercial de la ciudad del norte iraquí de Tuz Khurmatu separa a los comerciantes kurdos con cara de circunstancias, de sus vecinos, los chiíes turcomanos.

Kurdos y turcomanos han sido cómplices, unos cómplices, más bien, malcarados, en su batalla contra Estado Islámico (EI), cuyas fuerzas están concentradas no muy lejos de aquí. Claro que aquí, lejos de los combatientes yihadistas, kurdos y turcomanos son enemigos — y el reguero de cadáveres que acumula la contienda que les enfrenta promete seguir levantado ampollas en este rincón de Irak, especialmente una vez los combatientes yihadistas sean expulsados de la zona.

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Los bloques de cemento prefabricado acumulados más allá de las zonas en forma de T no paran de crecer. Ahora alguien ha levantado un metro más el muro del barrio de Komari, un distrito proverbialmente dividido. Y pese a la precaria muralla, lo cierto es que las tiendas están atravesadas por las cicatrices de la metralla, mientras que los agujeros de bala gratinan todas las ventanas. A escasos cien metros más allá del muro, un puesto cubierto por una red de camuflaje se asoma desde lo alto de un edificio.

"Cuanto más levantamos nuestros muros, más se suben ellos a sus francotiradores", comenta Tarek Aziz, un comerciante kurdo.

Un muro acribillado diseñado para proteger a los vecinos kurdos de los francotiradores en Tuz Khurmatu, en Irak

El muro es un poderoso símbolo del aumento de las implacables hostilidades entre los dos incómodos cómplices en la guerra contra Estado Islámico que conviven a duras penas esta ciudad dividida en la que residen 60.000 personas. En abril, las tensiones estallaron durante varios días de enfrentamientos entre los vecinos kurdos y los turcomanos. Ambas facciones se enfrentaron con armas de fuego ligeras, metralletas pesadas y morteros.

Las ráfagas de disparos se abrieron indiscriminadamente, dirigidos contra hombres armados y contra civiles. Al final de la contienda, otro vasto reguero de cadáveres cubría las calles. Finalmente, habida cuenta de la insostenible situación, los líderes locales resolvieron acordar un tensísimo alto el fuego. Claro que aquí las guerrillas de ambos bandos, kurdas o turcomanas, tienen muy claro que sus enemigos son tan o más peligrosos que los combatientes yihadistas de Estado Islámico. De manera que la paz es frágil. Y quebradiza.

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Tuz Khurmatu ofrece un panorama muy aproximado de los problemas sociales a los que se enfrenta el complejo Irak de hoy. Es una inmejorable ilustración de lo complicado que resulta dirigir a las guerrillas que se multiplican a lo ancho del territorio, especialmente aquí, en el norte. Y es un mapa que señala lo complejo y delicado que resulta afirmar el control del estado en zonas de las que los combatientes yihadistas de Estado Islámico han sido desterrados.

Vídeo: un combate desde la cámara frontal de un miliciano de Estado Islámico. Ver aquí.

Y, por si fuera poco, es también un potencial polvorín que amenaza con propagar su violencia por cualquier otro sitio. Lo más desasosegante de todo es que tal es la inequívoca estampa de lo que podría suceder ser grandes partes de Irak el más que probable día en que su precario gobierno se derrumbe. Entonces, cuando haya caído el gobierno, solo quedarán hombres armados que se disputarán la propiedad de los desvencijados territorios, de tierras de nadie plagadas de milicianos de bandos distintos. La única fuerza que sería capaz de imponer aquí una paz duradera sería el gobierno federal. Claro que tal es una opción que parece cada vez más improbable.

Tuz Khurmatu se levanta en mitad de la carretera que separa Bagdad de la rica provincia petrolífera de Kirkuk, ahora controlada por los combatientes peshmerga de la región kurda autónoma del norte. De tal manera, su ubicación es tan estratégica como está poco desarrollada.

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'Los kurdos están intentando echar a los turcomanos de la zona'.

La mayoría de su población está integrada por turcomanos — una etnia de raíces túrquicas , cuya mayoría de miembros en esta zona son musulmanes chiíes —, aunque lo cierto es que la ciudad también cuenta con una importante delegación de vecinos kurdos, y de suníes de origen árabe. Los problemas aquí, sobran, y uno de ellos es que los kurdos y el gobierno federal están enfrentados por la titularidad de territorios como este, que ambos reclaman para ellos.

Mientras la titularidad no se resuelva, ninguna de las dos facciones va a invertir en el desarrollo de la misma, nadie hace nada por cuidar este suelo, de manera que se ha convertido en un enclave miserable y pordiosero donde perros sarnosos olfatean cada rincón en busca de algo de basura que llevarse a la boca, y donde los hombres, inexpresivos y endurecidos, contemplan fija y desafiantemente a todos los vehículos a los que no reconocen.

En verano de 2014 las tropas del ejército iraquí huyeron en desbandada de aquí ante el imparable avance de las fuerzas de Estado Islámico. Entonces los únicos que se decidieron apostarse en la ciudad y defender Tuz Khurmatu fueron los peshmerga. Sin embargo, en la ciudad quedaron vecinos turcomanos, a quienes tanto las fuerzas yihadistas de Al-Qaeda como otras organizaciones terroristas de árabes suníes habían intentado eliminar desde hacía tiempo con toda suerte de bombardeos y de ofensivas suicidas. Así que los turcomanos no se fiaban de nadie. Y siguen sin hacerlo ahora.

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"Los kurdos están intentando echar a los turcomanos de la zona", explica Ali Akram Albayati, un trabajador de la organización humanitaria Fundación para el Rescate de Turcomanos.

Muchos turcomanos se unieron a sus respectivas guerrillas chiíes, que habían sido armadas y aprobadas y financiadas por el gobierno federal y respaldadas por Irán. Un desconcertante cúmulo de tropas se trasladó hasta aquí y todos ellas intentaron ganarse el favor de los vecinos. "Han venido para ayudarnos, qué duda cabe", señala Abbas Ali Mohamed, un doctor turcomano que reside aquí.

Los kurdos lo ven de esa manera. El capitán peshmerga Ibrahim Ali está convencido de que las milicias chiíes están manipulando a los vecinos turcomanos con la única intención de desplegar a sus fuerzas en la zona. Y para, en última instancia, hacerse con las zonas petrolíferas más prosperas del Kurdistán. "La intención de esta fuerza es avanzar desde Tuz hasta Kirkuk", asegura. "Nosotros creemos que los kurdos ven a las guerrillas chiíes como a otro grupo parecido a Estado Islámico".

Y si bien ambos bandos están convencidos de que sus rivales están maquinando grandes ofensivas para deshacerse los unos de los otros, también es verdad que hasta ahora los problemas más insustanciales son analizados desde una perspectiva sectaria cada vez más enfermiza. "Los problemas de Tuz son una mezcla de muchas cosas, un mix de diferencias políticas, ideológicas, religiosas, rematadas por una proverbial ausencia de responsabilidad criminal", relata Barhan Ghazi Ahmed, un médico kurdo que también vive en la zona. "Son problemas tan complicados, tan endémicos, que a veces cuesta distinguirlos".

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Un civil armado en Tuz Khurmatu (Imagen por Cengiz Yar/VICE News)

Los policías de Tuz Khurmatu tampoco pueden hacer mucho contras las guerrillas armadas.

"Los vecinos de la zona han empezado a resolver sus problemas de manera primitiva y la policía tiene cada vez más miedo de su poder", asegura el coronel peshmerga Kawa Abdel Aziz. Las tensiones llevan escalando desde hace años: en 2012 la policía intentó detener a un hombre kurdo. La situación desató un tiroteo entre los soldados iraquíes y las fuerzas peshmerga.

Desde entonces se han producido varias situaciones similares y la violencia callejera no ha dejado de crecer. Ha habido tiroteos, secuestros, incendios, bombardeos y la ocasional intervención de los francotiradores. Los concejales locales apuntan a que solo el año pasado se habrían producido 250 asesinatos en la ciudad — casi tantos como los registrados en Nueva York, una ciudad de 8 millones de habitantes. Se estima, además, que se pagaron cerca de 2 millones de dólares en rescates de personas secuestradas.

Ahora ambos bandos sienten que son las víctimas. Y no son solo las milicias las que están cada vez más armadas — muchos vecinos han empezado a comprarse armas para su protección personal. Sayid Razwan lleva una pistola en su cinturón y siempre lleva su rifle de asalto Kalashnikov AK-47 cerca de él. Incluso cuando juega con su hijo de 3 años.

Este conductor de furgonetas de 34 años asegura que es uno de los últimos kurdos que viven en el vecindario Hay Askari, uno de los últimos reductos en que conviven kurdos y turcomanos. En realidad, Razwan huyó del que había sido su hogar durante los últimos 14 años debido a la escalada de enfrentamientos. Poco después de que huyera, su casa fue quemada. Ahora se ha trasladado a la zona kurda de la ciudad. Pero sigue temiendo por su vida cada día. "Lo que tengo muy claro es que no puedo volver a mi antiguo barrio".

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El reciente acuerdo de alto el fuego estipula que ambos bandos retirarán a sus combatientes de manera paulatina de la ciudad, y que ambos dejarán tras de sí a sus respectivos ejércitos para que estos pasen a formar parte de una fuerza de seguridad local. Ese será el auténtico reto. "Por mucho que se haya declarado un alto el fuego, nosotros no confiamos en el compromiso de las milicias chiíes", explica el capitán Ali. "Se supone que el gobierno de Irak tiene que apoyar nuestro acuerdo y reforzar a los efectivos de la policía local, pero en realidad ni siquiera sabemos si el gobierno seguirá resistiendo dentro de dos meses".

Los combatientes peshmerga patrullan alrededor de un muro acribillado que ha sido levantado para proteger a los barrios kurdos de los francotiradores en Tuz Khurmatu (Imagen por Cengiz Yar/VICE News)

El gobierno del primer ministro Haider Al-Abadi se tambalea por momentos. Los políticos iraquíes han impedido el nombramiento de los nuevos ministros que había elegido el líder. Este sábado un grupo de manifestantes irrumpió en la Zona Verde de Bagdad para invadir el parlamento.

En Tuz Khurmatu la gran mayoría de intentos de desmilitarización han fracasado, señala Christine van den Toorn, directora del instituto Sulaimani de estudios Regionales e Internacionales de la universidad estadounidense de Irak. "Son medidas que nunca se cumplen. No hay intermediarios, nadie en quien delegar o que se pueda hacer cargo de que sean cumplidas".

El alto el fuego en Qamishli permite a los kurdos controlar más territorio en el norte de Siria. Leer más aquí.

Por casi todo el norte de Irak, el frágil equilibrio entre los kurdos y los chiíes podría convertirse en cualquier momento en un conflicto de órdago. "Se trata de un peligroso polvorín que podría convertirse en el ejemplo para otros lugares donde el equilibro es igual de precario y la diversidad étnica igual de explosiva", comenta Van den Toorn, quien ha llevado a cabo trabajos de campo tanto en Tuz Khurmatu como en otras zonas en conflicto.

De nuevo en el vecindario de Komari, Mohieddin Qassem, un estudiante de 18 años que luce un espeso bigote, desliza sus dedos por el álbum de fotografías de su hermano que tiene archivado en su móvil. Abdullah, su hermano, aparece como un tipo de complexión enjuta y grandes orejas. Sus gestos son educados, entrañables. Mohieddin cuenta que Abudllah se licenció hace poco por la universidad de Bagdad y que poco después decidió regresar a casa. En las fotos se le ve posando frente a un avión, compartiendo una shisha con sus amigos, y en compañía de su hermano menor. Abdullah fue abatido mortalmente por un francotirador kurdo hace solo una semana. Se disponía a salir de casa, de la residencia familiar.

"Imagínate. Tu propio hermano", dice Mohieddin. "¿Te imaginas lo que harías tú?"

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