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VICE World News

Una década después del Katrina, la brutalidad policial sigue azotando Nueva Orleans

Las muertes de varios negros a manos de la policía de Nueva Orleans y su impunidad han dejado a muchos residentes del estado del sur de EEUU preguntándose por si su controvertido departamento de policía necesita una reforma absoluta.
El cráneo de Henry Glover se encuentra en la parte posterior del vehículo que fue incendiado por los oficiales del Departamento de Policía de Nueva Orleans tras el huracán Katrina en septiembre de 2005. (Imagen por Rebecca Glover)

El día 2 de septiembre de 2005, unos días después de que el huracán Katrina dejara convertida a Nueva Orleans en una ciudad fantasma, Henry Glover, de 31 años, caminaba por el estacionamiento de un centro comercial en el barrio de Algiers. Glover estaba de pie, asomado a un balcón de la segunda planta del lugar, cuando la policía le descerrajó un disparo en el pecho. Las circunstancias que rodean al asesinato de Glover siguen siendo un misterio. Lo que está claro es que Glover no iba armado y que ninguno de los agentes de policía presentes en el lugar hicieron nada por socorrerle después de dejarle gravemente herido.

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William Tanner, un individuo que pasaba por allí en su coche, arrastró a Glover hasta la parte trasera de su Chevrolet y lo condujo por la desértica ciudad en busca de ayuda. Finalmente se encontró con otro grupo de agentes de policía. Los agentes en cuestión decidieron entonces que, en lugar de asistir a Glover, que se estaba desangrando, su deber consistía en esposar a Tanner. Acto seguido otro policía se llevó el coche de Tanner del lugar.

El coche de Tanner fue localizado algunos días más tarde en un dique cerca de una comisaría de policía. El cuerpo de Glover seguía dentro, aunque ahora estaba calcinado e irreconocible.

Pese a las aberrantes evidencias, tuvieron que pasar años, tuvo que concurrir el interés de varios periodistas de investigación y tuvo que abrirse una investigación por parte del departamento de Justicia de Estados Unidos, antes de que ningún policía fuese imputado por la muerte de Glover y por su posterior calcinamiento. Las investigaciones concluyeron no solo que la policía había asesinado a Glover, sino que también había intentado encubrir su muerte, alterando las evidencias y editando grotescamente todo el papeleo relacionado con el crimen.

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Finalmente cinco policías fueron imputados por asesinato y por otros cargos relacionados con su encubrimiento. El agente que disparó a Henry Glover — David Warren — fue castigado por homicidio imprudente en 2010 y condenado a una pena de 25 años de cárcel. Sin embargo, un tribunal de apelación invalidó su condena, y dictaminó que Warren debería de ser juzgado de nuevo, esta vez por separado, habida cuenta de que sus compañeros habían sido acusados de quemar el vehículo de Tanner y de obstrucción a la justicia. En 2012 un nuevo jurado absolvió a Warren.

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Gregory McRae es, a día de hoy, el único de los cinco agentes que sigue cumpliendo condena en prisión por un cargo relacionado con la muerte de Glover, obstrucción a la justicia. Hace solo unas semanas a McRae le fue concedida una nueva audiencia ante el tribunal en la que tiene muchas posibilidades de que le reduzcan la pena.

Mientras tanto, el cráneo de Henry Glover, que podría haber contenido pruebas de cómo murió, ha desaparecido de manera tan inexplicable como misteriosa.

Los familiares de Glover llevan diez años, la década desde que cayó el implacable Katrina, peleando por sobreponerse a la traumática muerte de Henry. Sin embargo, la última sentencia es un crudo reflejo de lo difícil que es para los afroamericanos obtener justicia en Estados Unidos. Una ecuación que se complica fatalmente cuando el negro o la negra hans sido víctimas de la brutalidad policial.

"Si cualquiera de los que estamos aquí ahora hubiese cometido un crimen como el que terminó con la vida de Herny, ahora mismo estaríamos en la sombra. Se nos hubiesen tirado encima y ya nunca nadie hubiese sabido nada más de nosotros", asegura Rebecca Glover, la tía de Henry, una mujer de 70 años. "Y sin embargo la policía se dedica a ir matando a negros y están seguros de que nadie les molestará por ello. Y eso no está bien".

Hace un año el adolescente Michael Brown fue asesinado Ferguson, Missouri, durante un tiroteo. Era negro e iba desarmado. Desde entonces, la brutalidad policial se ha convertido en un tema de conversación a nivel nacional. Las manifestaciones se han extendido por todo el país. Desde Nueva York hasta Ferguson. Y desde Baltimore hasta San Francisco. El movimiento nacional Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) también ha calado hondo en Nueva Orleans. Allí se organizaron sendas manifestaciones tras las muertes de Michael Brown y Trayvon Martin.

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Sin embargo, mientras cada vez se dispensa más atención al asunto de la brutalidad policial, tanto los activistas como las víctimas de la violencia policial en Nueva Orleans aseguran que hay pocos motivos para el optimismo. En Nueva Orleans hay razones de sobras para la desconfianza. No solo por la muerte de Henry Glover y por la muerte de varios negros más desde entonces, sino por la impunidad posterior, por la absoluta ausencia de condenas para sus responsables. En lugar de eso, los policías involucrados han sido exonerados por una justicia de guante blanco. Tal es la prueba de que a veces, mantener la esperanza consiste en ser decepcionado una y otra vez.

A Edna Glover, la madre de Henry, le cuesta mucho hablar de la muerte de su hijo sin echarse a llorar. Cuando se le pregunta si cree que ha cambiado algo en el departamento de policía de Nueva Orleans desde la muerte de su hijo, su respuesta es sencilla: "No".

En casa de Sherrel Johnson, la esperanza tampoco abundaba.

Una semana después del Katrina, el hijo de Johnson, James Brissette había salido de la residencia familiar donde se había refugiado durante el huracán en busca de ayuda y provisiones. Aquella fue la última vez que Johnson vio a su hijo. Tuvo que pasar otra año hasta que la madre descubriera lo que había sucedido. James y otros cinco individuos habían intentado cruzar una parte de la autopista conocida como Danziger Bridge, un puente que une los dos lados de una ciudad dividida por el canal de Nueva Orleans. Según un testigo, y sin venir a cuenta, un grupo de agentes abrieron fuego contra el grupo, alcanzando a James varias veces, una de ellas por la espalda. Él y otro hombre murieron. James tenía 17 años.

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En los informes sobre lo que ocurrió se describió a Brisette como un "hombre negro desconocido".

Lo siguiente fue un nuevo intento de la policía por encubrir el tiroteo en el puente. Esta vez se inventaron a testigos imaginarios. Tuvieron que intervenir varios fiscales independientes para que Sherrel Johnson descubriese qué le había pasado su hijo.

"Yo pensaba que se había ahogado", recuerda Johnson. "Y esperé y esperé. He estado enferma del corazón durante meses y meses y meses.

Varios agentes fueron sentenciados por los delitos. Sin embargo, debido a un problema de presunto comportamiento negligente durante el primer juicio, los agentes se enfrentarán en breve a un nuevo juicio, del que tendrán oportunidad de salir igualmente impunes. Para Johnson, que reconoce que todavía padece pesadillas relacionadas con la muerte de su hijo, ni siquiera sería suficiente una sentencia de cadena perpetua para sentir que se ha hecho justicia.

"Lo que quiero es estar al otro lado de la ventana y observar como dejan escapar su último aliento", explica. "Reventaron a mi hijo en mil pedazos… Les quiero muertos".

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Los asesinatos ejecutados por la policía después del Katrina fueron solo los casos más flagrantes de la violencia perpetrada por el departamento de policía de Nueva Orleans. Según relatan los activistas, la vida en Nueva Orleans cuando eres negro o negra, está bajo constante sospecha. Además, el acoso de la policía es constante. Las tensiones entre la policía y los vecinos llegaron a tal punto en 2010, que el departamento de Justicia de Estados Unidos se vio obligado a abrir una investigación sobre la policía de Nueva Orleans. Encontrar infinidad de violaciones de los derechos civiles. En 2012, el departamento de Justicia emitió un decreto extrajudicial de 490 párrafos, detallando de qué manera podía mejorarse el departamento de policía — a día de hoy sigue siendo el decreto extrajudicial más completo del país.

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La amplia mayoría de los residentes de Nueva Orleans votaron a favor de la creación de una organización independiente que supervise el comportamiento de la policía. Sucedió en 2008. Desde entonces, la ciudad dispone de dos oficinas — la oficina de supervisión de la policía, elegida democráticamente, y el decreto de acuerdo extrajudicial — que fiscalizan el comportamiento del cuerpo de policía de la ciudad.

"Cuando llegué, el entrenamiento, simplemente, no existía", explica Susan Hutson, jefa del cuerpo de supervisión de la policía. "Los agentes lo hacían todo a su manera. Algunas veces era como estar en el lejano Oeste".

Las cosas han mejorado, cuenta Hudson: el entrenamiento es más completo, las denuncias de abuso y de brutalidad policial son ahora investigadas por una unidad nueva e independiente asociada al departamento. Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer y parece que el departamento todavía va muy lento a la hora de aplicar las reformas.

"En un primer momento habíamos solicitado que, para empezar, el departamento de Justicia se hiciera cargo directamente del departamento de policía. Sabíamos que el departamento de policía no iba a cambiar", cuenta el activista contra la brutalidad policial Wes Johnson. "Hace ya tres años que se aplicó el decreto de acuerdo extrajudicial y todavía avanzan muy lenta y perezosamente".

While Johnson es pesimista con la idea de cambiar la cultura del departamento de policía de Nueva Orleans. Otros son más optimistas que él. Es posible que la gente más esperanzada de la ciudad es la que conectada al movimiento Black Lives Matter. El colectivo creció rápidamente el año pasado, especialmente después de los mediáticos asesinatos de decenas de mujeres y hombres de raza negra, como Michael Brown, Adolph Grimes y Sandra Bland. Las manifestaciones desplegadas por todo el país como respuesta a la violencia de la policía, también sacaron a centenares de indignados por las calles de Nueva Orleans.

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"Yo no creo en intervenir sin esperanza", afirma Westley Bayas III, un joven activista. "Algo va a suceder. Se puede sentir en el aire".

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Mientras que Bayas y otros activistas involucrados en el movimiento Black Lives Matter no creen que el cambio llegue rápidamente al departamento de policía de Nueva Orleans, tienen sus esperanzas puestas en que el movimiento nacional, consiga, finalmente, hacer la vida de los negros de la ciudad más fácil.

Pero para las víctimas directas de la violencia policial en Nueva Orleans, es muy duro encontrar esperanza alguna, ni siquiera ahora que cada vez hay más activistas en las calles.

Adolph, el hijo de 22 años de Patricia Grimes, fue a visitar a su madre procedente de Texas durante la noche de fin de año de 2009. Fue la noche en que fue asesinado. Grimes estaba sentado en el interior de su coche, afuera de casa de su madre, cuando la policía se detuvo a su lado. Según parece le habían confundido con el sospechoso de un robo acaecido poco antes. Los agentes le descerrajaron 14 disparos, 12 de ellos por la espalda. Los policías alegan que Grimes disparó primero. Sin embargo, los vecinos relatan que Grimes nunca desenfundó su arma legal contra los agentes.

A principios de este año, el departamento de justicia anunció que no presentaría cargos contra los agentes involucrados en el tiroteo. Poco después, el marido de Patricia padeció una crisis nerviosa. Su salud empeoró rápidamente. Estuvo ingresado durante meses en el hospital. Hasta que, finalmente, murió. Patricia dice que murió del estrés.

"Llegó un punto en que ya no podía lidiar con ello", explica Grimes. "No pudo hacer justicia a la muerte de su hijo. Era algo con lo que no podía vivir".

Patricia Grimes pasa la mayor parte de su tiempo procurando no derrumbarse y ser fuerte. Es la única que queda de la familia. De vez en cuando concede entrevistas. Y, de vez en cuando, también, participa en campañas de activismo. Pero, por encima de todo, procura mantenerse cuerda. Así lo cuenta ella.

"Lidio con ello cada día", dice Grimes. "Simplemente no permito que me agobie ni que me venza. No les voy a permitir que me derroten a mí también. Ese es el pensamiento que me mantiene: no voy a dejarles ganar".