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Imágenes vía Shutterstock
Música

La primera década del 2000 fue cuando la música de protesta negra se volvió popular

Beyoncé, Solange, Kanye West, Frank Ocean y Rihanna lanzaron álbumes provocativos y progresistas durante el ascenso de la candidatura de Trump, consolidando el legado de la música negra como música de protesta.
KC
Queens, US
HF
ilustración de Hunter French
LC
traducido por Laura Castro

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Durante la última década, Estados Unidos ha estado dividido en dos versiones de sí mismo. Con Barack Obama surgió la idea de una utopía "postracial", una que vimos diluirse en 2015 cuando Donald Trump anunció su candidatura presidencial. El álbum To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar, lanzado tres meses antes de que Trump anunciara su candidatura, puso en evidencia la polarización del país.

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Contada a través de la perspectiva del rap, el jazz y el funk —géneros en que los artistas negros son pioneros—, To Pimp a Butterfly es la historia de un estandarte profundamente estadounidense: la libertad. Durante más de una hora, Lamar expone los paralelos entre el comercio de esclavos y la industria del entretenimiento, en la cual, irónicamente, la cultura negra todavía es vista como una moneda de cambio. Las letras de las canciones, brutalmente honestas y oportunas, evidencian problemas como el racismo institucionalizado. A lo largo del álbum, hay una frase que se repite seis veces: "I remember you was conflicted, misusing your influence / Sometimes I did the same" [Recuerdo que te sentías conflictuado, al hacer mal uso de tu influencia / A veces yo hice lo mismo]. En la música de Lamar, además, se evidencia la responsabilidad que implica ser un artista negro en una época de gran descontento político y social. "How Much a Dollar Cost?" [¿Cuánto cuesta un dólar?] no fue solo el título de una canción, sino un desafío para otros músicos.

Dando continuidad al compromiso de To Pimp a Butterfly con la crítica cultural, Beyoncé, Solange, Kanye West, Frank Ocean y Rihanna lanzaron álbumes provocativos y progresistas durante el ascenso de la candidatura de Trump, reviviendo el legado de la música negra, firmemente arraigada en la música de protesta. Kanye West y Frank Ocean nunca fueron ajenos a la controversia, pero en el caso de Beyoncé (Lemonade 2016) y Rihanna (Anti 2016) estos álbumes las desviaron de su imagen de estrellas del pop apolíticas.

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Los asesinatos de los adolescentes Trayvon Martin y Michael Brown gestaron el movimiento Black Lives Matter, que cuestionó si la comunidad afro realmente podía ser protegida en Estados Unidos. La canción "Alright" de Lamar hace referencia directa a este asunto: "Nigga and we hate po-po / Wanna kill us dead in the street fo' sho'" [Negros, odiamos a la policía / Ellos sin duda quieren matarnos en las calles]. Los nombres Freddie Gray, Sandra Bland y el de otros nueve feligreses de la iglesia metodista Mother Emanuel en Charleston, entre otros, se usaron en los hashtags que conmemoraban a los afroamericanos inocentes y desarmados que fueron asesinados a tiros por la supuesta amenaza que representa su condición de afros. El movimiento Black Lives Matter logró mayor tracción, cuando la revista TIME nombró al movimiento la persona del año, meses después de la muerte de Brown. Desafortunadamente, a pesar de la creciente visibilidad del movimiento, gente afro seguía muriendo.

El Black Lives Matter continuó creciendo y logrando influencia durante el final de la administración Obama poniendo el foco de atención en el presidente entrante y los aspirantes a la Casa Blanca. En 2015, Obama defendió el movimiento: "Creo que todos entienden que todas las vidas importan", dijo en un panel de justicia penal que ocurrió en la Casa Blanca. "Creo que la razón por la que los organizadores usaron la frase 'Black Lives Matter' no fue porque estuvieran sugiriendo que la vida de los demás no importa". La mayoría de los candidatos presidenciales de 2016 pensaban lo contrario. El republicano Ben Carson dijo que "ya se había repartido suficientes culpas", y Ted Cruz llamó al movimiento "perturbador" y "vergonzoso". Demócratas como Hillary Clinton le dieron vueltas al tema, lo que convirtió a Bernie Sanders en el único candidato que dijo explícitamente la frase: "Black lives matter". Por su parte, Donald Trump no cuidó sus palabras al manifestar su postura: "Creo que representan un problema", dijo en una entrevista con Bill O'Reill. El comportamiento racista de Trump está bien documentado, y la perspectiva de una transición en la que la casa Casa Blanca tuviera como centro sus creencias provocaba gran ansiedad.

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Antes de postularse para presidente, Donald Trump era un magnate inmobiliario de la ciudad de Nueva York con muchísimo poder. En 1973, el Departamento de Justicia presentó una demanda federal contra Trump y Fred Trump, su padre y colega del sector inmobiliario, por "fingir ante afroamericanos que los departamentos no estaban disponibles para su alquiler", infringiendo la Ley de Equidad de Vivienda de 1968. Dos décadas después, el prejuicio racial de Trump quedó al descubierto. Sacó un anuncio de página completa en cuatro periódicos de la ciudad de Nueva York después de que Yusef Salaam, Kevin Richardson, Antron McCray, Raymond Santana y Korey Wise, ahora conocidos como los Cinco Exonerados, fueran acusados de atacar y violar a una corredora en el Central Park. El anuncio demandaba la ejecución de los cinco adolescentes, a pesar de la ausencia de pruebas de ADN que los conectara con el crimen. "QUE VUELVA LA PENA DE MUERTE. ¡QUE VUELVA NUESTRA POLICÍA!" escribió, lo cual, en retrospectiva, parece ser el precursor del lema "Make America Great Again" [Que Estados Unidos vuelva a ser grande] de su presidencia, que representa la necesidad de volver a un pasado histórico imaginario.

La campaña de Trump estuvo disfrazada de patriotismo, y pasó varios años, previos a la misma, tratando de invalidar cualquier persona o acto que fuera incongruente con su definición de América. Tres años después de que Barack Obama asumiera el cargo, Trump comenzó a cuestionar públicamente su estatus como ciudadano estadounidense. "No tienes permitido ser presidente si no naces en este país", dijo en 2011. "En este momento, tengo serias dudas". El magnate inmobiliario convertido en celebridad afirmó que había iniciado una investigación para ver el certificado de nacimiento del presidente e incluso cuestionó sus calificaciones en la universidad. Su objetivo de ser jefe de estado, junto con su prejuicio contra la comunidad negra, creó una inminente sensación de temor que incluso las estrellas más grandes del hip hop pudieron sentir

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El 2016 marcó el vigésimo año de la carrera de Beyoncé, que había sido diseñada meticulosamente para atraer a las masas. Sexy, en ocasiones tonta y peligrosamente enamorada, pero nunca antes abiertamente política hasta su canción "Formation". En esta, la cantante de Houston, lanzó un conmovedor video dirigido por Melina Matsoukas, en el que representaba, de manera efectiva, las consecuencias de la brutalidad policial en las comunidades negras. Ver a Beyoncé, en cuclillas encima de una patrulla de policía de Nueva Orleans que se hunde, no fue solo un acto provocativo, sino que llamó también la atención sobre la violencia permitida por el Estado sobre la cual, movimientos como Black Lives Matter se manifestaban, mientras que a la vez le rendía homenaje a los residentes afroamericanos desplazados de la ciudad una década después del huracán Katrina. Una de las escenas más conmovedoras del video muestra una fila de policías antidisturbios enfrente de un joven negro que baila, ilustrando las diferencias entre una amenaza aparente y una amenaza real. Cuando interpretó la canción en el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl usando un vestuario que evocaba a los militantes del Partido de las Panteras Negras de los años 60, los conservadores interpretaron su mensaje como "antipolicial". Beyoncé no estaba de acuerdo. "Pero seamos claros: estoy en contra de la brutalidad y la injusticia policiales, esas son dos cosas distintas", dijo en una entrevista de 2016 con la revista ELLE.

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"Formation" fue solo el preludio de la música de protesta de Beyoncé y el lanzamiento de Lemonade, su sexto álbum de estudio, le dio continuidad a la semilla que sembró con su sencillo. "Freedom", en la que participa Lamar, y que es la otra canción del disco, que convoca directamente a la revuelta social: "I'ma riot, I'ma riot through your borders / Call me bulletproof" [Soy una rebelión, soy una rebelión que atraviesa tus fronteras / Llámame a prueba de balas], canta. En lugar de llenar Lemonade con discursos políticos como los hace Lamar en Butterfly, Beyoncé adaptó su activismo a su lenguaje natural. La cualidad más entrañable de Lemonade es que da la impresión de ser el álbum más personal de Beyoncé. El álbum se enfocó en la infidelidad, lo que ocasionó que muchos se preguntaran si se refería a su matrimonio con Jay Z. Su furia era muy clara y se expresó en canciones como "Hold Up", y se desbordó en su canción "Don't Play Yourself" que hizo en colaboración con Jack White. El álbum, de 12 pistas, fue una oda a la feminidad negra del sur, y el más transparente que habíamos escuchado de la cantante de Houston. Puede que no haya sido un acto de protesta tan abierto como Butterfly, pero eligió celebrar el sentir afro y la feminidad cuando el mundo no estaba haciéndolo.

Mientras que Beyoncé usó Lemonade para hacer referencia a las injusticias a gran escala, A Seat at the Table de Solange fue más íntimo y se ocupó de las microagresiones cotidianas contra la comunidad negra, y en específico contra las mujeres negras. Una de sus letras dice que estaba "cansada de la forma en que funcionaba el mundo", pero que poseía la fuerza suficiente para alejar de su cabello negro las manos blancas. El álbum estaba impregnado de ansiedad, y algunas canciones, como "Cranes in the Sky", habían sido escritas ocho años antes de su lanzamiento. Solange lo intentó todo: bailó, durmió, intentó que otros estados fueran su hogar, pero no pudo deshacerse de la sensación de ser una persona negra en Estados Unidos.

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"Recuerdo haber pensado en ["Cranes in the Sky"] como una analogía de mi transición al separarme del padre de mi hijo: por esta idea que había en nuestro país en ese momento de construir, construir, y seguir construyendo, todo ese alto y excesivo edificio, y realmente no enfrentar lo que estaba delante de nosotros", le dijo a Beyoncé en la revista Interview. "Y ocho años después, es realmente interesante ver que ahora estamos aquí de nuevo, sin entender lo que sucede en nuestro país, sin querer poner en perspectiva todas estas cosas complejas que nos están mirando justo a la cara".

Lanzado semanas antes de que Donald Trump fuera elegido presidente, A Seat at the Table se sintió tan fúnebre como Butterfly. Fue un álbum que encontró las palabras para expresar la angustia de no saber si volverías a ver a otra familia presidencial negra en tu vida. Ella usó el álbum para mitigar los pensamientos de incertidumbre, otorgándole a la comunidad negra el poder para creer que había valor y espacio para nuestras historias, con viñetas de su madre, su padre y Master P. Al adoptar el mantra "For us, by us" [Para nosotros, por nosotros] de la línea de streetwear FUBU de los 90, Solange no estaba creando un álbum para el consumo masivo. "Don't feel bad if you can't sing along / Just be glad you got the whole wide world," [No te sientas mal si no puedes cantar con nosotros / Solo alégrate de tener el mundo entero], cantó ella. "This us / This shit is for us / Some shit you can't touch." [Es para nosotros / Esto es para nosotros / Algo que no puedes tocar].

Ya sea que sus mensajes fueran tan deliberados como los de las hermanas Knowles, los artistas negros encapsularon el caos de 2016. El álbum The Life of Pablo de Kanye West experimentó con la música gospel al usar elementos de la iglesia negra, conocida como un santuario para la comunidad durante la agitación política, en canciones como "Ultralight Beam" y "Father Stretch My Hands". En "Pt. 2", Kanye grita "I just wanna feel liberated," [Solo quiero sentirme liberado], y nosotros también, pero su reunión (y eventual amistad) con Trump en diciembre fue suficiente para que surgieran dudas sobre de qué estaba huyendo realmente el rapero de Chicago. El tema de la liberación fue el hilo rector del álbum ANTI de Rihanna, que parecía estar en oposición a su personaje pop previo. El álbum amplió el espectro de lo que podía hacer una mujer negra en el pop; pudo hacer un álbum donde blandiera su dialecto Bajan como una insignia de honor con una canción como "Work", y también pudo hacer sus propias versiones de la grandeza psicodélica de Tame Impala. Esa misma flexibilidad es algo muy característico de Frank Ocean desde el comienzo de su carrera y podemos verla claramente en su álbum Blonde, lanzado en agosto de ese año. Incluso en sus letras, aunque cómicas a veces, Ocean refleja el gran peso del mundo. "Pour up for A$AP, R.I.P Pimp C, / R.I.P Trayvon, that nigga look just like me," [Bebe a la salud de A$AP, Pimp C Q. E. P. D., / Trayvon Q. E. P. D, ese negro se parece a mí], canta en "Nikes".
Los álbumes que musicalizaron 2016 capturaron los elementos del dolor negro, aun si esos momentos fueron fugaces.

La música negra siempre ha sido una forma de resistencia y lo seguirá siendo incluso después de la administración Trump. Se resistió a las plantaciones, la era de Jim Crow y la Guerra de Vietnam. El éxito comercial que tuvo Marvin Gaye al pasar de cantar la ultra sexy "Let's Get it On" a cantar "What's Going On", una canción con conciencia social, allanó el camino para que artistas como Beyoncé y Solange crearan magnum opus que tuvieran más importancia que su posición en las listas de popularidad. "Lo que importaba era el mensaje", dijo Gaye. "Por primera vez, sentí que tenía algo que decir". Existe la vieja creencia de que el mejor arte surge de las más grandes crisis, lo cual parece confirmarse con lo que vimos en 2016; sin embargo, es difícil no preguntarse: ¿qué crearían los artistas negros si no conocieran ni los prejuicios ni la discriminación?

Kristin Corry es parte de la redacción de VICE.