Así comimos en el Festival Bahidorá 2017
Foto de Carlos Castillo.

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Comida

Así comimos en el Festival Bahidorá 2017

Bahidorá no baja la guardia, continúa complaciendo por quinto año consecutivo el apetito de fanáticos de este festival escondido en un paraíso natural.

"Faltaron unos ostioncitos", me dice uno de los comensales del festival Bahidorá mientras interrumpo su enorme mordida a una torta de rib eye cubierta por papas fritas . "Acá, los zombies para revivir necesitamos comer", concluye.

Una comida sustancial en los festivales de música es elemental para el desgaste que se vive entre tanto baile y bebida que a el público le gusta compartir para esparcir la empatía por la música y la diversión. Dentro de Las Estacas, el festival Bahidorá transforma este parque natural en un espacio que despierta el encanto por la música con cada una de las presentaciones, y por una razón u otra: el hambre.

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La llegada al festival inició desde el día viernes para los que quisieran evitar el tránsito lento de autobuses y autos repletos de jóvenes ansiosos por llegar lo más pronto posible a la mañana del sábado. La zona para acampar era un ir y venir de personas cargando sus sleeping bags y mientras muchos estaban enfrascados armando sus casas de campaña, otros tantos se paseaban por los cuatro puestos exclusivos de esta zona para decidir qué comer en el momento de la cruda o el hambre mañanero.

Algunos se hicieron de la boca chiquita y compartieron burritos de cochinita pibil de Primario o unos taquitos de guisado de Las Estacas Food Court mientras se preparaban para dar inicio al llamado Bahidorá en el escenario Umbral.

En las primeras horas del sábado, la zona de camping estaba saturada de comensales disfrutando de chilaquiles y jugos de naranja frescos, pero las baguettes y porciones de fruta de Amati Deli, fueron las de mayor demanda para una mañana calurosa con un ligero desvelo de la noche anterior: nada mejor que un desayuno saludable y equilibrado para compensar la futura destrucción.

La inauguración del festival tuvo sus efectos; la resaca llegó antes de lo esperado y ya muchos se andaban atragantando desde temprano con tortas de chilaquiles del food truck "El Godínez", hamburguesas bien servidas de Butcher & Sons y hot dogs de Los Jochos. Eso sí, a la parada de aguas frescas y smoothies recién hechos nunca les faltó clientela.

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La cervezas no tuvieron descanso y las paletas de horchata con mezcal complacieron a los recién llegados al igual que los helado artesanales.

"Las micheladas no están tan buenas y fue donde más espere en la fila", expresó un bahidorano después de darle un trago apresurado a su cuarta cerveza, pues el calor obligaba a beberla rápido.

Las aguas cristalinas del río ayudaron a amortiguar los repentinos bochornos; las clases de meditación y pintura brindaron un momento de relajación; y las dinámicas para ganar obsequios le dieron una pausa al consumo de alcohol.

Por otro lado, los ritmos latinos y la herencia musical africana de Systema Solar abrieron el apetito de quienes tanto bailaron. A muchos comensales la oferta gastronómica les despertó envidia: "Se ve muy diferente la comida que está del lado del campamento, ¡se la mega volaron!", comentaron.

Los que no pagaron boleto de campamento no podían comer ni tener acceso a esta parte del carnaval y deseaban las quesadillas, esquites y elotes con una embarrada de mayonesa y chile. El antojo por esquites lo cubrieron con mangos con chile y chamoy o vasos con mezcla de frutas.

La noche nos alcanzó mientras Mala terminaba de tocar y ponernos las vibras hasta el tope. La mayoría no pudo describir su gusto por las marquesitas de Nutella o los burritos de pastor con queso y más y más tecolotas; supuse que estaban concentrados en saborear su comida y no que simplemente habían perdido la capacidad de comunicarse.

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Los stands de comida no echaron pestaña durante todo el evento, cuando terminaron de alimentar al público de Nu, ya tenían desayunos listos para los que recibieron los primeros rayos de sol con la música de DJ Sotofeti a las 8 AM. Para muchos, la comida no fue motivo para rascarle cada pesito a la cartera ya que cada propuesta gastronómica ofreció variedad de precios para cada platillo e incluso alcanzó para hacer comidas completas para el viernes, sábado y domingo.

A pesar de los comentarios de comensales que apuntaron a la comida del festival como: "más de de lo mismo", muchos otros se vieron fascinados por la cochinita pibil de Cochiloca; los kebabs y shawarmas o los burritos y tacos veganos rellenos de jamaica y vegetales.

Bahidorá no baja la guardia y continúa complaciendo por quinto año consecutivo el apetito de fanáticos de este festival escondido en un paraiso natural. Sólo un consejo para el próximo año: "unos ostioncitos".