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Noisey

La exótica 'world music' que triunfa en los festivales 'indie'

Diego Armando DJ nos recomienda unos cuantos grupos de la edición de este año del Primavera Sound.
Foto vía Facebook de AfroCubism

Se acerca el Primavera Sound y, a falta de los horarios definitivos, ya empezamos a seleccionar los grupos que más nos interesan. De entre todos los nombres siempre hay algunas formaciones de las que no tenemos ni puta idea, normalmente se tratan de bandas con nombres exóticos como AfroCubism, Omar Souleyman, Mdou Moctar o King Sunny Adé. Ya sabemos que el PS siempre ha tenido su sección, por decirlo de alguna forma, exótica, de ritmos que se alejan de los comportamientos más anglosajones del resto del cartel.

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Para saber más sobre estos grupos hemos contactado con Francesc Xavier Riembau y Rosich, quien era una de las principales vértebras del sello Bankrobber y una parte del dúo de experimentación musicológica Wunderkammer. También actúa como Diego Armando DJ, pinchando todo tipo de músicas alejadas de los cánones occidentales, y forma parte del colectivo Finis Africae, donde explora y defiende nuevas y viejas formas de hacer y escuchar música.

Aparte de recomendarnos algunos grupos de la edición del Primavera de este año, también charlamos sobre la presencia de la world music en los festivales indie y de cómo percibimos en España este tipo de propuestas.

VICE: Buenas Xavi, empezaré con una pregunta un poco larga así que me disculpo ante los lectores. Muchas veces, cuando estoy deambulando por el Primavera Sound, me encuentro con que está tocando un grupo, ataviado con prendas de vestir holgadas y coloreadas, lanzando sonidos tradicionales de otros países. Por mucho que estuviera yendo al concierto de Blank Dogs o King Tuff, siempre me quedo atrapado, admirando lo desconocido e hipnótico. A mi alrededor ha caído otra gente, presa de este hechizo. Entonces doy por sentado que estos tipos forman parte de "uno de esos grupos de músicas del mundo que selecciona el Primavera Sound no sé muy bien por qué y que van bien para bailar borracho". Dime, ¿qué hacen esos tipos tocando en el marco de un festival indie?
Diego Armando DJ: Mi respuesta también va a ser larga. Lo primero es tirar para atrás conceptos como los de indie y músicas del mundo.

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Si con indie te refieres a "independiente", queda claro que una música patrocinada siempre le deberá algo a la marca, o sea que nunca va a ser indie. Seguramente ser independiente es cada día más difícil pero nunca imposible. Si como indie nos referimos a cierta explosión de finales de los 80 y principios de los 90 —música de guitarras hecha por chicos blancos de occidente— seguramente este es el canon con el que trabaja el festival, tanto en formato nostálgico de reunificaciones de bandas como retromaníaco, con bandas nuevas copiando a sus predecesoras.

El segundo concepto, el de músicas del mundo, es aún peor. ¿Acaso el rock & roll no es una música de este mundo? Y, aunque no lo parezca, es el mismo planeta donde habitan Siria y el Reino Unido. Por otra parte, en el estado español, como excolonizador tenemos un problema gravísimo respecto a la cultura de los países latinoamericanos. Si bien hemos aceptado de buena gana su literatura y su gastronomía, no conseguimos tratar de tú a tú las músicas que llegan desde allí más que como folclorismo turístico. En buena parte de Europa, los grandes festivales ya llevan tiempo normalizando estas músicas, ya sea en el Reino Unido —con la música Jamaicana—, en Bélgica —con la música del Congo— o en Portugal —con la música de Cabo Verde, Angola o Mozambique—, y no solamente esto sino que esto abre y genera un espacio mental y físico para músicas de otros continentes que no hayan sido colonias de esos mismos países.

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¿Y por qué a España le cuesta tanto asimilar estas músicas?
A eso hay que añadirle los 40 años de Franquismo, en los que se convirtió en postal tanto el flamenco como la rumba. Esto hace que nos cueste entender las músicas que nos son propias y creo que la escasa presencia de estas es mucho más grave que el tanto por ciento de músicas de otros continentes. No estamos cómodos tampoco con otras expresiones autóctonas porque la música de raíz dejó de ser patrimonio vivo para ser patrimonio de museo.

Por otra parte, existen muchos y variados festivales de músicas no occidentales con una programación interesante pero a la que acude gente ya con un interés en esas músicas pero lo que mola es la yuxtaposición de músicas variadas en un mismo espacio para encontrar los puntos en común.

Aclarado esto, creo que no hay nada más indie que un grupo de músicos tuaregs empuñando guitarras eléctricas para difundir su mensaje y su cultura. La tradición se mueve, se agita, no es algo sagrado que no se pueda subvertir. En África, Latinoamérica u Oriente saben que para hacer esto hay que conocer el lenguaje musical. Aquí cada vez que alguien se atreve a tocar flamenco con otras formas, es denostado, aunque al final todo esto se acaba convirtiendo en un nuevo canon.

El alcohol y las drogas ayudan al "Free your mind & your ass will follow" que dirían Funkadelic y por esa misma razón uno se siente atrapado por lo exótico, lo ajeno, lo misterioso de la interpretación de estas músicas. Es curioso que a la gente le guste hacer safaris y la comida exótica y nos cueste tanto con la música, seguramente el arte más abstracto; el que no hace falta comprender para disfrutarlo. A veces queremos entender las cosas desde el eurocentrismo y ese es nuestro error: disfrutar de las cosas es mucho mejor que entenderlas, especialmente en el arte.

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Entonces, ¿cómo crees tú que deberíamos llamar a estos estilos de música?
Si las etiquetas sirven para identificar géneros —y usamos mil y una para cada estilo de la electrónica o del rock—, no podemos darle un nombre genérico [a estas músicas] solo porque no vengan de occidente. Si King Sunny Adé hace jùjú music —que así se llama el estilo con el que trabaja—, no podemos pretender etiquetar el proyecto con músicos de Rajastán de Jonny Greenwood bajo el mismo paraguas, a no ser que sea el de la música popular. Pero son etiquetas que no sirven para nada más que identificar, en el caso de las más genéricas, que la música no procede de la tradición anglosajona; aunque muchas de ellas, sobre todo a través de la guitarra eléctrica, tienen una atadura con esos sonidos. Todas las músicas provienen de la mezcla y la colisión de culturas.

Puede que por mucho que queramos desvincularlos de esta etiqueta (en el fondo, el término world music se utiliza constantemente en todas partes: en catálogos de discos, en reseñas, en discográficas, etc.), estos mismos músicos juegan dentro de una liga en la que son conscientes de esa idea de la world music y por eso muchos visten con ropas tradicionales de su país, cosa que, por ejemplo, en otros géneros como el post-punk o en la electrónica no pasa.
Si la vestimenta es una cosa a destacar, sería mejor llamarla música folclórica. ¿O no se visten de una forma determinada los músicos que tocan jotas o las comparsas cantoras de los indios de Nueva Orleans?

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Buena parte de estas bandas vienen a reivindicar una cultura y a mostrarla al mundo, y por eso mismo visten algo que, a nuestros ojos, los distingue. Toda música tiene su raíz geográfica pero no está exenta de influencias externas. El ejemplo del post-punk me viene que ni pintado. Por una parte no hay género que dé más importancia al vestir — glam aparte— que el punk y el post-punk. Todos ellos explicaban y contaban muchas cosas en cómo vestían, tanto dentro como fuera del escenario. Y no hay género más amplio —en cuanto a las músicas que contiene— que el post-punk, que es más una forma de entender la música que un estilo, y que bebe igual del dub (Slits) que de la música disco (A Certain Ratio); de la experimentación más pura (Pop Group), del afrobeat (Talking Heads ) o del pop (Young Marble Giants).

¿Crees que hay un sector de esta, perdón por decirlo todo el rato, world music que funciona sobre todo en circuitos más indie? Hablo de, claro está, de gente como Omar Souleyman, Mdou Moctar, Group Inerane o Bombino.
Es que estos grupos tienen a menudo una rudeza que los emparienta con los sonidos afines de ese circuito. La impureza y la imperfección de las guitarras tuaregs y los teclados arábigos, la distorsión de las kalimbas de unos Konono Nº1. Este seguro es el gran cambio de estas bandas que los diferencian de la primera oleada de música popular de otros continentes que llegó en los 80 cuando se creó este término, y es que gran parte de esos proyectos se pulían y suavizaban para ser agradables al público medio. En cambio, todas estas otras bandas llegan a un público más indie porque el sonido es más cercano. Por ejemplo, en el caso del blues tuareg al rock garajero y las producciones lo-fi, a menudo seguramente de forma involuntaria por la escasez de recursos.

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Este año, de los grupos del Primavera Sound que podrían entrar dentro de esta categoría, ¿cuáles nos recomendarías?
Sin duda King Sunny Adé es uno de los músicos más importantes del continente africano. Nigeria es un país que —aparte del afrobeat de Fela Kuti y familia y de la ingente cantidad de ritmos folclóricos— tiene en la jùjú music uno de las músicas más bellas que he escuchado jamás. Hipnóticos sonidos de guitarra eléctrica que se dejan querer por las cadencias casi dub y que tienen en los sintetizadores, combinados con las percusiones tradicionales y la batería, su leitmotiv. El buen amigo Mau Boada aka Esperit!, en su camiseta EP Electric Mustela, se dejó querer por esa música en el tema Mahave.

Aunque nunca he sido devoto de Radiohead, estoy seguro que Junun —con Shye Ben Tzur & The Rajasthan Expres— que ha montado Jonny Grenwood con músicos de Rajastán va a sorprender e impactar como lo hizo Afrocubism hace unos años, solo por la cantidad de músicos implicados en escena. No siempre menos es más pero cuando ves algo parecido a un ensemble o una big band la magnitud te noquea. Esta es otra característica de algunos grupos no occidentales, que las formaciones son más extensas que las de la tradicional banda de rock, las orquestas siguen a la orden del día y suelen ser tan generosas como una cobla que toca sardanas. Algunos temas suenan a techno para acercarlo a unas coordenadas inteligibles para el público no familiarizado.

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Elza Soares, es una sambista veterana que es solo una muestra de Brasil, uno de los países más ricos del planeta en legado musical. De forma natural se adaptan lenguajes foráneos pero con una identidad propia tanto del rock, del funk como del hip hop. No sé cómo andará la señora pero su voz y su arte hace más de 30 años era un prodigio de frescura. Dicen que toda la música del país contiene en su ADN un ritmo de samba, ¡y ella sabe de eso!

También Seu Jorge sabe lo que vale un samba y así se pueden entender las versiones libres del difunto David Bowie, que parecen canciones brasileras de toda la vida. Naturalidad por encima de todo. Fue la banda sonora de cabecera de The Life Aquatic with Steve Zissou del señor Wes Anderson.

Y si se trata de reivindicar lo autóctono, ¡la colisión entre los Hermanos Cubero y su bluegrass de la Alcarria y el folklore vasco a manos del maestro de la trikitixa aka acordeón diatónico promete!

Y poca cosa más hay en estas coordenadas no anglosajonas, aunque hay una serie de propuestas electrónicas que se dejan querer por los sonidos y la concepciones más abstractas de otras tierras. Don't Dj aka Florian Meyer de The Durian Brothers, el serbio Vladimir Ivkovic, son parte de una escena que huye de las convenciones de la pista de baile y lo hace en el Salon Des Amateurs de Dusserldorf, que entre muchos otros, encuentra en la música no anglosajona, una fuente de inspiración más allá del mero y barato exotismo con que a menudo se adornan algunas producciones contemporáneas de electrónica. Y los rumanos Khidja, también habituales del club alemán, se acercan, sobre todo y sin remilgos a oriente, con edits y sesiones generosas en anomalías sonoras para las orejas occidentales.

Mola que eso no sea con lo que nos quedemos, de la misma forma que no comemos lo mismo cada día ni viajamos a los mismos países —aunque uno siempre tiene preferencias—. Indaguemos un poco en la riqueza musical que nos llega y que, en el fondo, son continentes a los que debemos gran parte de lo que escuchamos. ¿O no tiene el rock & roll un ritmo latino en su interior? ¿O el techno en la poliritmia africana su leitmotiv? Y así podríamos seguir. Creo que aunque parezca naïf, es una de las mejores formas de combatir el racista que todos llevamos dentro.