Descansa en Paz, Rey del Canapé

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Comida

Descansa en Paz, Rey del Canapé

Bienvenido otra vez a Stranger Than Flicktion, nuestra columna inspirada en Flickr. Le damos a escritores cinco imágenes de Flickr de comida. En esta ocasión se las dimos a un hombre con una extraña habilidad para los canapés.
Phoebe Hurst
London, GB

Bienvenido otra vez a Stranger Than Flicktion, nuestra columna inspirada en Flickr. Le damos a escritores cinco imágenes aleatorias de Flickr relacionadas con comida y les pedimos que hagan un relato corto de ficción en menos de cinco días. En esta entrega, lloramos a un hombre con una extraña habilidad para los canapés.

Mi padre hizo una lista de dieciséis cosas que quería que hiciera por él después de su muerte y la escondió en la parte trasera de su cartera. Tuvo un ataque al corazón en el parque. El tipo que lo encontró llamó a una ambulancia y encontró la lista mientras revisaba la cartera de mi papá en búsqueda de una identificación.

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Yo amaba a mi padre por dentro y por fuera, de atrás a adelante y por los lados, en el momento adecuado y en el momento equivocado, siempre, y nunca lo suficiente. Cuando el doctor me dijo que estaba muerto, sentí un golpe seco vibrante todopoderoso reverberando a través de mi cuerpo. Estaba en movimiento, el mundo estaba en movimiento, pero estábamos dando vueltas a velocidades diferentes. Mi ritmo cardíaco tronaba y el suelo se había ido. Me desplomé, el corazón por delante, y lloré como nunca había llorado antes. Hundiéndome y sollozando y tratando de respirar.

Mi cerebro trajo recuerdos de mi padre frenéticamente –la vez que me llevó a nadar y se olvidó de traer una toalla, el día que dejé mi lonchera en casa y me trajo algo de McDonald's a la puerta de la escuela, la mañana que limpió la nieve de mi auto y lo condujo por la calle para que yo no tuviera frío en mi camino al trabajo, las muchas noches que me preparó un Horlicks y llenó mi botella de agua caliente antes de acostarse.

Me acordé de cuando nació mi hija Gia y cómo sus ojos brillaban con incredulidad y del éxtasis cuando ella envolvió su mano alrededor de su dedo.

Recordé el día que no pude ir a la fiesta de cumpleaños número 8 de mi amiga Laila porque tenía varicela. Papá organizó una fiesta de té en la cocina y creamos nuestros propios canapés con lo que había en el refrigerador. Estaba convencida de que quería una temática de mariposa (porque era la que Laila usaría), así que hicimos mariposas con triángulos de pan, les untamos pasta de tomate secada al sol, y usamos alcaparrones para las antenas.

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Estaban aguadas y saladas, así que las tiramos y mejor hice sándwiches.

Le dije: "De carne de res en lata o de pavo, papá?" Él dijo: "Sí".

Desde ese día, pasábamos las tardes de domingo en la cocina preparando bocadillos. Empezamos despacio, con galletas y cupcakes, luego pequeñas orejas y finalmente dominamos el arte de hacer mini croissants y brioches bebés. Cuando me fui a la universidad, nos mandábamos nuestras creaciones y él escribía mensajes dentro de cada cajita:

"Espero que estés comiendo tus vegetales".

"Compra un Spiralizer –hace que todo se vea bonito".

"La gente que come semillas de chía para el desayuno no son tu gente".

"Aquellos con refrigeradores vacíos tienen corazones vacíos".

De vez en cuando, le contestaba:

"Alivia el gas con té de jengibre y gingko biloba".

"Los arándanos maduros rebotan como pelotas de goma".

"Manda dinero"

No hubo un solo día en el que escuchara a mi padre elevar la voz. Su risa tranquila fue el telón de fondo de hoja perenne en mi infancia y su sonrisa la única constante que enroscaba juntas las piezas rotas de mi yo adulta, recordándome que ya estaba completa y que era valorada y amada sin revisión.

Estaba vencida, sofocada, y destrozada por la energía ardiente del amor que quemaba a través de mis recuerdos. Sobraba demasiado amor como para instalarse en las cámaras de mi corazón. Así que mi corazón estalló.

Me estaba torturando, estaba a la deriva en una caída de pensamientos, desorientada sin tener a donde ir, atrapada en un simple hospital pero atrapada dentro de mi ruidosa mente.

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Pero luego leí la lista. Y con la lista, ya no estaba perdida. Me estaba riendo:

Querida Maya:

1. Alimentos para mi velatorio: Quiero canapés miniatura de fish-and-chip y bolas de cangrejo fritas. Todo sabe mejor en miniatura. Recuerda eso. Debería recalcar más este punto, pero, como sabes, ya estoy muerto, así que no tengo ni el tiempo ni los medios para repetir este importante punto.

2. Por favor, no pongas música durante el servicio. Quiero que la gente se sienta incómoda porque estoy muerto. La música, por lo general, suaviza el golpe. Deja que la gente sienta su dolor. Estoy en un ataúd. Deben sentir dolor.

3. Vísteme con pants y una camiseta XL. Quiero estar cómodo cuando conozca a Dios.

4. Haz que mamá use medias rojas para mi funeral –ella sabrá por qué ;-).

5. No me cremes, quiero ser enterrado. No me gusta el fuego. Nunca me ha gustado. Nunca me gustará.

6. Come lo que quieras. Eres hermosa.

7. Tengo un paquete secreto de barras de chocolate en el cobertizo. Dáselo a Gia.

8. Recuerda que tu alma siempre está ligada a la mía.

9. Tu hija es tu tesoro.

10. No dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo porque eres mujer. Las mujeres son oro. Tienes un valor incalculable.

11. Todas esas veces que le dije a tu madre que no fui yo quien se echó un pedo, siempre fui yo. Díselo. No quiero irme a mi tumba con secretos.

12. Continuando con ese mismo orden de ideas –yo era el que te enviaba todas esas tarjetas del día de San Valentín en la preparatoria. Estabas gorda. No quería que te sintieras triste porque no tenías admiradores.

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13. Cásate con un hombre al que le guste el gluten. Si no come gluten, es un hijo de puta.

14. Dile a tu madre que la ansiedad la matará. Yo lo sé. Estoy muerto.

15. Gástate todos mis ahorros. Siempre fueron para ti.

16. Nunca estaré ausente. Solo en tránsito. Te amo.

Papá x

Papá fue enterrado con una camiseta, pants y tenis. Mi madre usó medias rojas, un vestido con estampado paisley y sandalias negras en el funeral. Comí tantas bolas de cangrejo como pude y Gia vomitó después de comerse cinco barras de chocolate. Fuimos a un retiro de meditación para ayudar a reducir la ansiedad de mi madre y me casé con un panadero que comía tostadas de masa fermentada cada mañana para el desayuno.

Mi madre me dijo que siempre supo quién se había echado el pedo.

*****

Los domingos, Gia y yo hacemos bocadillos juntas en la cocina. Sus favoritos son los mini sándwiches de queso y jitomate atravesados por palillos en forma de corazón, porque, dice, el abuelo le enseñó dos cosas que nunca olvidará: La presentación es clave y nunca puedes tener demasiada mantequilla. Valoro a mi hija y recuerdo que mi alma está siempre ligada a mi padre.

Y todo sí sabe mejor en miniatura. Recuerda eso.