FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Llevo una semana espiando el móvil a desconocidos en el Metro

En los vagones se pierde totalmente la intimidad, te miran el móvil, y te cotillean tu tablet. Decidimos participar durante unos días de esa costumbre.

Todas las fotografías por el autor

Soy un poco cotilla, nivel medio, me gusta enterarme de historias ajenas. Como a todo el mundo, supongo. Bueno, tengo que confesar —los que me conocen lo saben— que en sitios públicos me quedo colgado (mucho) de alguna conversación ajena.

Siempre me defiendo diciendo que soy observador, que soy periodista, que qué le voy a hacer. Pero quizá no es más que una excusa para no reconocer que me apasiona enterarme de detalles sobre las vidas ajenas.

Publicidad

Algo que no había probado hasta ahora, un placer culpable ajeno a mi vida, —creo que simplemente por pudor— era invadir la intimidad de desconocidos en los vagones del metro. Sabía que otros sí lo hacían, de hecho soy fan de la cuenta de IG Madrid_Metro, en la que aparecen "cazados" los viajeros. Pero esta semana quería ver qué hacían con sus móviles, con quién chateaban, qué aplicaciones usaban, a qué juegos le daban…

Fisgonear o espiar está ligado a los orígenes de la cultura humana como seres sociales. Procedemos de un mundo sin paredes, donde vivíamos continuamente expuestos a los demás

Tomando el territorio subterráneo como si fueran aguas internacionales —donde no está muy claro quién manda y a quién pertenecen— me puse un objetivo. Cinco días, cuatro trayectos de media, catorce minutos por trayecto, total: 280 minutos. Viajando y metiendo codo, como Pau Gasol, alargando cuello como Mr. Fantástico, y colocándome las gafas para no perder ni un detalle.

Solo dos pilladas peligrosas, creo que se me da bien espiar, y curiosamente ninguna de una víctima sino de testigos accidentales que me recriminaron mis primeros planos sobre dispositivos móviles ajenos. Con gestos y, la segunda vez, con palabras algo subidas de tono. Sabía que corría estos riesgos.

Como me ha gustado tanto el experimento, antes de pasar a las conclusiones, he decidido consultar con un experto. Un psicólogo al que le he confesado que esto me ha molado, y quería saber cuál era mi diagnóstico, si tenía un problema insuperable o solo se trataba de una manía transitoria.

Publicidad

"Fisgonear o espiar está ligado a los orígenes de la cultura humana como seres sociales. Procedemos de un mundo sin paredes, donde vivíamos continuamente expuestos a los demás. Cuando empezamos a hacernos sedentarios y creamos las paredes y la privacidad se produce un deseo no resuelto entre saber lo que les pasa a los demás y la intimidad. Es decir, las paredes aumentaron la desconfianza", me comenta Luis Antón de IPSIA Psicología.

Primeros datos muy válidos. Pero, ¿esto es muy antiguo? O es algo propio de la (post)modernidad. "Necesitamos tener información de la vida de otras personas, las raíces de esta dinámica es nuestra evolución, cuando gran parte de nuestro éxito reproductivo y la supervivencia dependía de conocer la actividad de los demás, ese conocimiento sobre el comportamiento social te daba unas expectativas sobre el entorno, para saber lo que puedes esperar y reducir así la incertidumbre. Además se ha comprobado que saber información de otras personas nos ayuda a evaluarnos a nosotros".

Y, ya para terminar, quiero saber por qué coño me ha gustado esto tanto: "Cuando espiamos hay emoción en estado puro. De hecho, son historias y nos satisfacen , con el aliciente de que conocemos a los protagonistas". Le damos gracias a Luis y vamos con una pequeña conclusión de este experimento.

Aplicaciones estrella

Resulta obvio, pero hay que recordarlo, la mensajería arrasa y, en concreto, WhatsApp. Siempre abierto o en la modalidad de "miro el listado de mis canciones o cualquier otra historia y paso al WhatsApp". Una cosa curiosa: muchas veces, la gente observada entra en el menú de la aplicación y mueve el scroll de forma compulsiva, entra en el hilo de un chat y lo vuelve a leer. Es como el que cada cierto tiempo lee poemas de Borges. Por otra parte, llama la atención los diferentes modelos de envío: la gente mayor repasa el mensaje varias veces y pulsa el intro como con alivio, como el que metía una carta en un buzón. Sorprendentemente, otra de las aplicaciones más usadas en el metro es Wallapop, luego volveremos sobre ella, aunque no puede hacer sombra a el titán del underground, es decir, Facebook.

Publicidad

Ligar o no ligar

Muy poco Tinder, o casi nada. Y nada de Happn. Uno podría pensar que el metro es el lugar ideal para cruzarse con un desconocido, siempre ha sido un lugar idílico para el contacto visual, pero se ve que la falta de cobertura en ciertos tramos desanima mucho a la hora de geolocalizarse con la idea de pillar. Así que nada, a volver al método clásico.

Gente de mañana

Cambia el panorama, eso es obvio. Es como la gente que va al cine a la primera sesión, y la que prefiere la de madrugada. Obviamente, no son el mismo tipo de gente. Por la mañana hay mucho uso de Wallapop, se ve cómo los viajeros pasan fotos con ansias, miran ofertas y pujan. Se podría catalogar como una fiebre consumista mañanera, el optimismo del que empieza el día deseando cambiar algo de su hogar o comprando un juego de raquetas de badminton. También aparece con fuerza en las primeras hora del día Airbnb, las razones parecen ser las mismas, "a ver si llega pronto el finde y puedo ir a ese apartamento tan guay que hemos reservado en Guadalajara, como para desconectar".

gente de noche

El panorama cambia cuando cae el sol. Como hay menos frecuencia en los trenes, la observación (el cotilleo) se tiene que realizar en el andén, con lo que la cercanía física, la proximidad, se complica bastante. Hay deporte de riesgo, ahí se produjo una de las "cazadas" enumerada anteriormente. La verdad es que el panorama nocturno es más bien rutinario, bajadas y subidas por la pantalla de FB en busca de nada, un chat avisando que ya has pillado el tren y, lo que más, gente que vuelve del curro y aún sigue contestando mails o leyendo documentos en PDF que se han descargado para ocupar la hora que tardan en llegar a su hogar.

Publicidad

¿Qué pasa si gana el Atleti al Bayern?

Nos tocó vivir en un tren la salida de los hinchas del Atlético de Madrid, la noche en la que los del Cholo ganaron a los de Pep. La verdad es que me contagié del espíritu, de los comentarios sobre Saúl que pude leer en los móviles. Por lo demás, lluvia de emoticonos sonrientes, montajes de Simeone subido en un caballo, muñequitos vestidos de indios y gifs del Niño Torres fueron las grandes estrellas de los mensajes enviados esa noche.

Momentos de oro

Asistí a la ruptura de una relación por chat. Ella (la observada) le dejaba a él, con un seco "no te quiero volver a ver más". Tristeza. Desde aquí espero que lo hayáis podido arreglar, de verdad.

¿Qué va escuchando mi vecino?

Cierto es que no hace falta asomarse a una pantalla ajena para descubrir qué escucha la gente, los amantes de la electrónica más comercial y también los del rock duro suelen llevar la música a toda hostia o bien tienen unos auriculares que no impiden que el sonido se propague por todo el vagón. Se podría usar Shazam y se pillaría la canción. Entre los que quieren guardar la privacidad, triunfa Spotify y YouTube, para ver vídeos musicales y también alguna gilipollez que nos ha llegado a un grupo de amigos aburridos que mandan esas cosas.