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Cultură

El mayor club fetichista de Europa ha cumplido 25 años

Torture Garden es un espacio en el que es habitual ver una felación o a una mujer azotando a un hombre atado a una cruz de San Andrés mientras te tomas una copa en la barra.
foto club fetichista

¿Recuerdas la escena inicial de la discoteca en inicial de la discoteca en Blade? Bien. Ahora, imagina que en lugar de hombres con camisa de manga corta y gorras Kangol, hay tíos con jockstraps de látex y zapatos de tacón, y que las mujeres, en vez de llevar pantalones capri y chaquetas de polipiel, van ataviadas con corsés o parches para los pezones. Escupidores de fuego y sexo reemplazan la lluvia de sangre humana y la matanza de vampiros a manos de Wesley Snipes.

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El lugar que acabo de describir es Torture Garden, un espacio en el que es habitual ver una felación o a una mujer azotando a un hombre atado a una cruz de San Andrés mientras te tomas una copa en la barra. Este emblemático club fetichista el mayor de Europa abrió sus puertas en 1990 y hace unos días celebró su 25 aniversario con una fiesta por todo lo alto.

Mi primera experiencia en el Torture Garden fue en 2003, cuando el club celebró otro de sus cumpleaños en la Brixton Academy. La planta principal del edificio se llenó de culos, tetas y esclavos sexuales enfundados en ajustadísimos monos de látex, cuero, caucho o Spandex, todo con distintas texturas del riguroso negro propio del mundo BDSM.

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Desfile de moda de House of Harlot en un evento organizado por Torture Garden en 1993. Foto: Jeremy Chaplin

Me di una vuelta por la sala de las parejas (la zona principal de "juegos") con el chico con el que estaba saliendo, dos gais que observábamos incrédulos cómo cientos de personas con distintos grados de desnudez se enrollaban, chupaban y azotaban unas a otras. Desde los juegos más suaves a los latigazos propinados con ganas, la indulgencia irreverente de la escena resultaba excitante y divertida.

Hasta ese momento, mis flirteos con los "clubs de sexo" se limitaba a los patéticos cuartos oscuros de las discotecas cutres de Gran Canaria o a las fiestas sexuales desenfrenadas de la escena BDSM de Londres, que por lo general eran demasiado extremas para mis gustos más recatados. Torture Garden, en cambio, ofrecía y sigue ofreciendo un ambiente distendido, descarado, sexy y, obviamente, extremo, si es lo que buscas. Pero lo más importante: es divertido.

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Perdí a mi pareja en la sala de juegos y me topé con una mujer completamente desnuda, a excepción de unos tacones y un sujetador, que estaba follándose a un hombre sobre la mesa. Ella era muy guapa y él tenía un cuerpo espectacular. No habría sabido decir quién de los dos me ponía más cachondo. Empezó a formarse un grupo de observadores a su alrededor, hombres y mujeres. Nadie intentó aprovecharse de la situación. Se limitaron a observarlos follar, mientras los protagonistas disfrutaban siendo el centro de atención.

Para poder entender el carácter único de Torture Garden hay que conocer sus orígenes y las razones que lo han llevado a seguir en lo más alto, incluso 25 años después.

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Folleto de uno de los primeros eventos de Torture Garden, en 1991

Su primer evento se celebró "un miércoles o jueves de octubre de 1990 en Opera on the Green, un local gay en Shepherd's Bush", afirma David TG creador de Torture Garden junto con Allen TG mientras tomamos un café en el Soho.

En aquella época, Inglaterra era un sitio muy distinto al que es ahora. El mandato de Thatcher había terminado hacía poco, el país estaba sumido en una recesión galopante y los periódicos nacionales se regocijaban destapando escándalos inmorales en sus primera plana. Era la época dorada de la exclusiva de la edición del domingo, en la que aireaban las aventuras sexuales de algún parlamentario o miembro de la Realeza. Aparte del tiempo, el tema de conversación preferido de los ingleses era la vida sexual de los demás.

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En un panorama tan conservador como la Inglaterra de los 90, un club como el Torture Garden podría prosperar como vía de escape y refugio de un sector de la sociedad deseoso de abrazar la sexualidad, en lugar de reprimirla.

"Nosotros veníamos de la escena gótica alternativa, que empezó a ser un poco retro con la llegada de la movida rave a finales de los 80", explica David. Teníamos un pie en cada mundillo. Queríamos ser un club moderno. La música era siempre innovadora, fresca y vital, y a todos esos elementos le añadíamos arte de performance y del mundo de los tatuajes y los piercings, que empezaban a despuntar por aquel entonces. Era un panorama muy distinto a lo que había antes".

La teatralidad de Torture Garden logró llevar el mundo fetichista a las pistas de baile. Su primer evento atrajo a unas 100 personas, pero al siguiente acudieron 500.

Pero el camino al éxito internacional no fue en absoluto sencillo. Con frecuencia, la policía irrumpía en los locales en los que se celebraban las fiestas para clausurarlas y también era habitual que aparecieran en los medios. Dos artículos publicados en el Sunday Mirror "Noches traviesas en el Garden" (1991) y en News of the World "Muere un hombre que frecuentaba un club de sadomasoquismo durante una fiesta" provocaron la cancelación de varios eventos de Torture Garden.

"En aquella época no podías decirle a la gente que frecuentabas un club fetichista", recuerda David. "Te ponías la chaqueta, te metías en un taxi y te dirigías a un sitio por lo general bastante clandestino. No se lo contabas a tu familia ni a tus compañeros de trabajo. Podías incluso perder el trabajo si se enteraban tus jefes. Incluso el hecho de llevar látex era un poco un gesto revolucionario".

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Folleto de un evento de Torture Garden de 1997

El debate sobre sexo fue ganando en franqueza con el tiempo. "Las cosas cambiaron mucho cuando los medios empezaron a hablar más abiertamente de la sexualidad y con todos los documentales de Channel 4", explica David. "Ahora hay mucha tolerancia sobre este tema y se ve más normal que la gente se disfrace un poco, aunque no sea de la escena BDSM".

El club encontró su primer hogar en Electrowerkz (lo que ahora es Islington Metal Works). Luego se trasladó al más popular Ministry of Sound. "El primer evento en el Ministry fue increíble, porque siempre andábamos en la cuerda floja con el tema de la legalidad, así que era un alivio que un local tan potente nos respaldara", explica David.

La policía y los medios no tardaron en perder el interés por las actividades del club. "No hemos vuelto a tener problemas con la prensa, las autoridades ni los locales desde 1993. De hecho, todas nuestras relaciones han ocurrido en un ambiente muy liberal y tolerante desde entonces", afirma David, y añade que en Londres nunca han tenido que cancelar ningún evento.

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La artista de performance Suka Off en Torture Garden en 2010. Foto: Manolo

Torture Garden vivió su auge con la fusión de los mundos de la moda y el fetiche prueba de lo cual es la visita de Alexander McQueen al club. Dita Von Tease visitó Europa por primera vez de la mano de David. Además, el club dispone de una sala de burlesque y cabaré desde 1993, mucho antes de que surgiera la tendencia como la conocemos hoy.

"No hay tanta diversidad en ningún otro club", asegura orgulloso David. "Supera cualquier expectativa que pueda tener la gente de un club fetichista. Nosotros siempre hemos considerado que el fetichismo tenía que ser un concepto mucho más abierto, un espacio para la imaginación, la fantasía y para explorar la sexualidad y los límites de nuestro cuerpo. Para los que vienen es un proceso transformador en el que pueden convertirse en un personaje increíble".

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¿Qué depara el futuro? "No esperábamos que durara ni seis meses", confiesa David. "El mundo de las discotecas es muy frágil que por lo general uno no espera que duren tanto. Cada año, cada mes, podrían ser el último. Tener tres eventos malos en este negocio podría suponer el final".

La mayor amenaza a la que se enfrenta ahora Torture Garden ya no son los medios conservadores ni la policía, sino el apetito insaciable que parece tener la ciudad de Londres por demoler edificios antiguos para volver a levantarlos. Ya son tres los locales consagrados en los que Torture Garden ha tenido su sede y que han caído víctimas del aburguesamiento urbanístico: SeOne, en el puente de Londres; Canvas, en King's Cross, y el Coronet, en Elephant & Castle, cuyo cierre está previsto para el próximo año.

"Londres siempre ha puesto muchos límites y ha cerrado prácticamente todos los locales con aforo para más de dos mil personas", se lamenta David. El último evento en el Coronet lo celebraremos en diciembre, y para 2017 estamos buscando instalarnos en Pulse. El hecho de no disponer de local nos altera mucho los planes".

Pese a las dificultades que atraviesa la cultura de los clubes de Londres, David no parece demasiado afectado. Él más que nadie sabe que su club nació del deseo de innovar y, sin duda, puede volver a reinventarse. Al fin y al cabo, un local nuevo es como cambiarse de ropa, y el armario de Torture Garden es tan variado como la imaginación de sus creadores.

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Traducción por Mario Abad.