FYI.

This story is over 5 years old.

Noticias

Lo que se puede hacer para controlar (sin reprimir) la rumba bogotana hasta la madrugada

Opinión // De la zanahoria de Mockus a la rumba extendida de Petro. Los alcaldes no han sabido controlar los amanecederos ilegales ni la inseguridad. ¿Qué se puede hacer? Acá, una propuesta.

Soy bien tronco para la rumba: nunca he podido coordinar hacer el ocho, me estresa la chichonera, y cuando ponen la canción de moda y la gente alza los brazos y empieza a gemir, lo único que quiero es desaparecer. Yo soy la minoría, lo sé: a los bogotanos, en general, les gusta bailar hasta que amanezca, beberse los cunchos del trago, raspar las fiestas, irse de farra hasta las últimas consecuencias.

Publicidad

Tanto es así que, creo, lo hemos aprendido a hacer muy bien. El negocio de la rumba produce 516 mil millones de pesos al año, genera miles de empleos, y es una de las principales razones para que los extranjeros vengan a Bogotá. Sin embargo, la consolidación de la cultura y el negocio de la rumba parecen haber sucedido a pesar y no gracias al Distrito, que lleva años y años dando palos de ciego tratando de decidir cómo manejarla bien.

La primera movida fue por allá en 1995, cuando Mockus impuso la hora zanahoria que obligaba a cerrar los bares a la una de la mañana. La idea era reducir los accidentes de conductores borrachos y los homicidios: lo logró, no sobra decirlo. Pero, al mismo tiempo, apareció toda la cultura tan conocida del amanecedero: esos "clubes after" que aterrorizaban a papás y Distrito por igual.

Tanto así, que en 2002, el mismo Mockus, para combatir a los rumbeaderos ilegales, tumbó durante su segundo mandato la hora zanahoria y creó la "hora optimista" que permitía abrir hasta las tres de la mañana. Era "optimista", no sobra aclararlo, porque esperaba que la gente no se siguiera matando. Pero para los bogotanos rumbear hasta las tres de la mañana tampoco era suficiente: los sitios ilegales siguieron funcionando relajados, rodeados de una nata de corrupción que hacía imposible manejarlos.

El tiempo pasó. Confesando la incapacidad administrativa de la Policia y las alcaldía locales para controlar estos sitios, Petro se inventó la "Rumba Humana y Responsable", conocida en la calle como rumba extendida. La lógica era que si había sitios legales abiertos, los ilegales iban a desaparecer y que, a cambio de hacer unos pactos, y ser "corresponsables", los bares de ciertos sectores de la ciudad podían abrir hasta las cinco de la mañana. Como en todo, Petro y Peñalosa alegan el éxito de esta medida, pero en la última semana el Secretario de Gobierno, Miguel Uribe, salió a decir que iban a suspender la medida hasta que se definieran unos criterios "objetivos" para escoger los bares que pueden abrir hasta más tarde.

Publicidad

Índice de victimización de la Cámara de Comercio.

Es decir, volvimos al punto de partida. En Bogotá tenemos un negocio de la rumba muy activo y lucrativo, pero caótico. Los residentes la odian con pasión y no hay dueño de bar que no se queje del inclemente boleteo de las autoridades. ¿Así que, por qué no echarle un poquito más de cabeza esta vez y parar de manejar el tema a punta de decretos aislados?

La rumba en Bogotá tiene tres retos principales: concentrarse, una mano firme y una estructura clara de incentivos.

El nuevo POT debe crear unas zonas de rumba en Bogotá que sean realistas y que permitan concentrar la mayoría de establecimientos y no tenerlos desparramados en las áreas residenciales. Al mismo tiempo, se debe fortalecer las capacidades de las alcaldías locales para sellar establecimientos que violen el uso del suelo y los horarios permitidos. Y por último, dentro de esas zonas de rumba no se debe regalar el derecho a abrir hasta más tarde a cambio de unos pactos gaseosos sino que se deben vender, exigiéndole a los bares más responsabilidades de las que tienen normalmente. Eso permitiría tener plata para más policía, más equipos de emergencias e inclusive peatonalizar algunas de las zonas.

No hay ninguna razón para que en Bogotá no podamos tener una rumba estilo J Balvin que no le quite el sueño a los que no quieren venir. Pero hoy estamos bien, bien lejos de eso, y de la 1era de Mayo a la 82 las zonas de rumba parecen cada vez cloacas que atractivos turísticos.

***

Diego ama a Bogotá. Más de él por aquí.