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Un neurocientífico explica cómo descubrió que la metanfetamina es casi idéntica al Adderall

Esto no quiere decir que las personas que tienen recetado el Adderall deben descontinuar su uso por temor a volverse adictos, sino que deberíamos ver a la metanfetamina igual que como vemos dextroanfetamina

Este artículo fue publicado en colaboración con The Influence.

El largo trayecto del aeropuerto de Washington DC a Silver Spring fue mejor de lo normal. Había pasado casi una hora desde que tomé una pequeña dosis de metanfetamina. Era mi cumpleaños número 40 —el 30 de octubre de 2006— y me dirigía a una reunión patrocinada por el Instituto Nacional contra la Drogadicción (NIDA, por sus siglas en inglés).

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Un amigo, al que le recetaron el medicamento, me regaló un par de pastillas porque sabía que yo era experto en anfetaminas pero en realidad nunca había probado una. Cuando iba en el tren me sentía eufóricamente sereno, alerta y mi mente estaba estimulada.

Horas después, cuando se me pasó el efecto, pensé "Qué bien se sintió eso" y disfruté la productiva reunión de dos días. Bueno, no la disfruté, a fin de cuentas era una reunión de NIDA. Pero no sentía la necesidad de volver a tomarme una de esas pastillas. Desde luego no empecé a tener un comportamiento inusual ni me convertí en el estereotipo del "yonqui".


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Entonces, ¿por qué el publico en general tiene una opinión tan diferente con respecto a esta droga?

Quizá tiene algo que ver con las campañas "educativas" públicas cuyo objetivo es desalentar el consumo de la metanfetamina. Por lo general, estas campañas muestran fotos explícitas y horrorosas de jóvenes que consumen la droga por primera vez y terminan prostituyéndose, robándole a sus padres o asaltando desconocidos para conseguir dinero y comprar la droga. Al final del anuncio, en medio de la pantalla dice "Metanfetaminas: ni siquiera la pruebes". También hemos visto las infames fotos de los dientes maltratados de los adictos a la metanfetamina que presentan erróneamente como una consecuencia directa del consumo de las metanfetaminas.

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Este tipo de campañas no previenen ni disminuyen el consumo de la droga. Tampoco ofrecen información real sobre los efectos de la metanfetamina. Lo único que logran es hacer sigan existiendo creencias falsas.

El público, impactado por estos mensajes, permanece ignorante ante el hecho de que la metanfetamina produce casi los mismos efectos que la famosa dextroanfetamina, que sirve para tratar el trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Probablemente lo conoces como Adderall®: una combinación de sales mezclada de anfetamina y dextroanfetamina.

Sí, ya sé. Esta afirmación necesita un respaldo.

Esto no quiere decir que las personas que tienen recetado el Adderall deben descontinuar su uso por temor a volverse adictos, sino que deberíamos ver a la metanfetamina igual que como vemos dextroanfetamina. Recuerden que tanto la metanfetamina como la dextroanfetamina son medicamentos aprobados por la FDA para el tratamiento del TDAH. Además, la metanfetamina fue aprobada para el tratamiento de la obesidad y la dextroanfetamina para el tratamiento de la narcolepsia.


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A favor de una divulgación completa, yo también llegué a creer que la metanfetamina era mucho más peligrosa que la dextroanfetamina a pesar de que la estructura química de los dos fármacos es casi idéntica. A finales de la década de los 90, cuando estaba estudiando mi doctorado, me dijeron (y lo creí) que agregar el grupo metilo a la metanfetamina la hacía más soluble en lípidos (traducción: entraba con más rapidez al cerebro) y, por lo tanto, era más adictiva que la metanfetamina.

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Y no fue hasta años después de salir de la escuela que me deshice de esta creencia gracias a la evidencia hallada no sólo por mi propia investigación, sino por los resultados de investigaciones realizadas por otros científicos.

En nuestro estudio participaron 13 hombres que consumieron metanfetamina en el laboratorio. El experimento a doble ciego consistía en darle a cada participante una dosis de metanfetamina, de dextroanfetamina o de un placebo en días diferentes. Repetimos esto varias veces con cada persona en el transcurso de varios días y con diferentes dosis de cada medicamento.

Al igual que la dextroanfetamina, la metanfetamina aumentaba la energía de nuestros pacientes y mejoraba su capacidad para prestar atención y concentrarse; también reducía la sensación subjetiva de cansancio y los trastornos cognitivos que causados normalmente por la fatiga y/o la falta de sueño. Los dos medicamentos aumentaron la presión sanguínea y el ritmo cardiaco. No cabe duda de que estos son los efectos que justifican el uso continuo de la dextroanfetamina en numerosos ejércitos, incluyendo el estadounidense.

Y cuando ofrecimos la oportunidad de escoger entre la droga y distintas cantidades de dinero, nuestros pacientes decidieron llevarse la dextroanfetamina casi el mismo número de veces que escogieron llevarse la metanfetamina. Estos consumidores regulares de metanfetamina no podían diferenciar entre los dos fármacos. Es posible que el grupo metilo mejore la solubilidad en lípidos de la metanfetamina pero este efecto parece ser imperceptible para el consumidor humano.

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También es cierto que los efectos de fumar metanfetamina son más intensos que los de ingerir una píldora que contiene dextroanfetamina. Pero esa intensidad aumentada se debe a la vía de administración y no a la droga en sí. Fumar dextroanfetamina produce efectos igual de intensos que fumar metanfetamina. Pasaría lo mismo al inhalar las dos drogas.

Cuando salí de Washington DC camino a Nueva York, reflexioné acerca de cómo antes yo también exageraba los peligros de la metanfetamina y engañaba a la gente sin querer. Por ejemplo, en uno de mis primeros estudios, con el objetivo de documentar la naturaleza adictiva de la droga, descubrí que cuando das a escoger entre una pequeña dosis de metanfetamina (10 mg) y 20 pesos, el 50 por ciento de los consumidores de metanfetamina escogen la droga.

Para mí, en 2001, esto significaba que la droga era adictiva. Pero lo que me enseñó en realidad fue mi ignorancia y mis prejuicios. Por que, en un estudio que llevé a cabo años más tarde, me di cuenta de que si aumentaba la cantidad de dinero a 100 pesos, la mayoría de los participantes habrían escogido el dinero —incluso si sabían que tenían que esperar varias semanas hasta que terminara el estudio para recibir el dinero—. Todo esto me sirvió como lección de cómo los medios de comunicación son capaces de influir hasta en el conocimiento científico sobre las consecuencias del consumo de drogas.

Me tomó casi 20 años y decenas de publicaciones científicas en el área de consumo de drogas para reconocer mis propios prejuicios en torno a la metanfetamina. Sólo espero que no necesiten tanto tiempo y actividad científica para entender que el Adderall que toman ustedes o sus seres queridos todos los días es, en esencia, lo mismo que la metanfetamina.

Y espero que esta información haga que la gente deje de juzgar a los adictos a la metanfetamina y que genere más empatía.

El doctor Carl L. Hart es profesor de siquiatría en la Universidad de Columbia. También es autor del libro Precio alto: el viaje de autodescubrimiento de un neurólogo que desafía todo lo que conoce acerca de las drogas y la sociedad. Síguelo en Twitter.

Este artículo fue publicado originalmente en The Influence, una página de noticias que abarca el espectro completo de la relación entre los humanos y las drogas. Sigue a The Influence en Facebook o en Twitter.