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De copiloto con los paramédicos voluntarios de Guatemala

Los Bomberos Voluntarios que también la hacen de paramédicos atienden entre 20 y 30 llamadas por semana, la violencia no ha terminado.

Fotos por Giles Clarke/Getty Images. 

Este año conocí al doctor Jorge Chiu en una escena de crimen mientras documentaba a los Bomberos Voluntarios, que además se encargan de realizar labores de paramédicos. Un hombre en la calle recibió un disparo en la cabeza, se le cubrió con una lona de plástico y su sangre llenó las grietas del pavimento.

Mientras esperábamos a que llegaran los policías a asegurar la escena, Chiu vino a presentarse conmigo. Me dijo que era el único doctor capacitado entre los voluntarios, que dada la violencia extrema de la ciudad, la gente creería que reciben un salario. Pero Chiu sale a la calle a arriesgar su vida a cambio de nada.

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Chiu intenta salvar a un la víctima de un tiroteo. 

El área central de la ciudad de Guatemala es la más grande en Centroamérica (hay entre 2.5 y 4 millones de personas aquí), y el país es de los más violentos del mundo. De acuerdo con el Departamento de Estado de Estados Unidos, en 2012 había al rededor de 100 asesinatos a la semana en un país de 15 millones de personas; el 60% de esa gente tiene un arma. Pon a una población bien armada en una región donde la violencia y el tráfico de drogas están desenfrenados, súmale una policía corrupta e incompetente y los problemas causados por la pobreza, y tendrás un montón de cuerpos en las calles. Chiu es un hombre muy ocupado.

El doctor me dio aventón a su estación. Mientras manejaba, llegó otra llamada y nos apuramos a llegar a otra escena. Así comenzó mi viaje al horripilante mundo de Chiu, y durante los siguientes diez días lo seguí y grabé su desgarrador oficio.

Chiu, un guatemalteco nativo, asistió a la escuela médica en la Universidad de Francisco Marroquín en la ciudad de Guatemala y finalmente se convirtió en cirujano torácico y cardiovascular. Estuvo en la Clínica Cleveland en los Estados Unidos del 2003 al 2007 y de 2011 a 2012, entrenando como bombero. Hace tres años regresó a su país, donde pasa los días como el jefe del departamento cardiovascular en el centro militar de Guatemala y sus noches como el subdirector del servicio voluntario del EMT, una posición sin paga en la que responde a llamadas y entrena voluntarios, muchos de los cuales tienen poca o ninguna experiencia médica.

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Una madre ve cómo atienden a su hijo, accidentado en una motocicleta. 

En las tardes que pasé con él, anduvimos en su Land Cruiser maltratada, que tenía incrustado equipo médico, proveniente de donantes extranjeros. Los radios de Chiu estaban sintonizadas a las frecuencias usadas por los paramédicos, bomberos y la policía. Había una cacofonía constante; hay demasiados asaltos, accidentes y asesinatos para que el servicio de emergencias del gobierno se encargue de todo, así que le toca a los voluntarios cubrir el resto.

"Mucho del trabajo ocurre antes de que la policía llegue al lugar", me dijo Chiu. Los médicos llegan tan pronto como pueden, muchas veces la violencia no ha terminado. "Tenemos que guardar las cosas y huir mientras los criminales siguen en la zona", dijo Chiu.

Hay 13 equipos de Bomberos Voluntarios en la ciudad de Guatemala. Chiu intenta enseñarles nuevas habilidades en noches tranquilas, aunque no hay muchas. Él estima que hay entre 10 y 15 balaceras cada día de la semana, además de los incendios, accidentes viales, e intoxicaciones alcohólicas que tienen que tratar. En fines de semana, puede haber hasta 30 balaceras por día. Él atiende entre 20 y 30 llamadas en una semana promedio.

Un paramédico voluntario toma un pequeño descanso.

Cuando le pregunté sobre los peligros de la profesión, Chiu me contó de una vez, hace dos años, que fue a una escena de crimen a las afueras de la ciudad.

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"Era un caos. Había cuerpos por todos lados", recordó. "Me dijeron que había sido un tiroteo y varias unidades habían respondido al llamado. Cuando salí de la camioneta, escuché un tronido, y lo siguiente que supe fue que había sangre chorreando en mis botas. Me habían disparado. ¡Es el tipo de mierda a la que nos enfrentamos en la ciudad de Guatemala!".

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