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Hablamos con Adrian Tomine sobre su nuevo cómic

Las historias de Tomine abordan temas muy pertinentes, en especial los problemas relacionados con la salud mental y su experiencia con el racismo.

Número 2 de Optic Nerve. Todas las imágenes son cortesía de Adrian Tomine.

En 1991, un Adrian Tomine adolescente empezó a publicar Optic Nerve, una serie de cómics semiautobiográficos con un entrañable plantel de personajes extravagantes e inadaptados. Las historias eran breves, rebosantes de realismo y dibujadas con trazo elegante y sutil, un atisbo de lo que se convertiría en el característico sello de Tomine.

La serie no tardó en reunir a un nutrido grupo de admiradores que se identificaban con la forma en que Tomine canaliza el desapego y las carencias sociales en su trabajo. Tras la publicación del quinto número, recibió una carta manuscrita de Chris Oliveros, el entonces editor del popular sello canadiense independiente Drawn & Quarterly. Con la ayuda de Chris, las historias de Tomine llegaron al público de todo el mundo.

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Como una caja llena de recuerdos de la escuela o el descubrimiento de tu antiguo Nokia repleto de mensajes de texto olvidados, las historias de Tomine tienen la capacidad de transportarte de vuelta a las situaciones sociales incómodas, al amor no correspondido y el sufrimiento emocional que conlleva crecer y abandonar la adolescencia.

Su primera colección, Sleepwalk, está formada por historias breves y evocadoras sobre la soledad, extraídas de la serie precedente, Optic Nerve. La más memorable muestra los pequeños actos de rebeldía en los que es fácil incurrir mientras estás en tu trabajo de verano y la a veces deprimente realidad de estar atrapado en un puesto que para la mayoría es un trabajo temporal.

Portada de Summer Blonde.

Casi todos somos culpables de habernos encaprichado de esa persona con la que coincidimos a menudo (chica de la camiseta a rayas de la cafetería, ¿dónde estás?). En la segunda colección de Tomine, Summer Blonde (Rubia de verano), la historia principal gira en torno a la enfermiza obsesión de un dependiente por la novia de un vecino y de cómo la situación se precipita y el personaje principal acaba dominado por la desesperación y la neurosis. Esta colección, que explora temas más elevados representados con dibujos minimalistas y muy refinados, Tomine profundiza en el dolor y la soledad de la existencia urbana moderna. Summer Blonde supone el reconocimiento generalizado de la obra de Tomine por parte de los sectores más elitistas y convencionales de la industria editorial.

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La tercera y más destacable entrega de Tomine, Shortcomings, nos plantea las tribulaciones de su protagonista asiático-estadunidense, Ben, y su obsesión, para disgusto de su sufridora novia, por un grupo de rubias aparentemente inalcanzables. El cinismo y las miradas indiscretas de Ben llevan a su novia a tomar la decisión de mudarse a Nueva York en busca de un nuevo compañero.

Killing and Dying, la última entrega de Tomine, es una colección de historias a color con el denominador común del trastorno emocional y físico, la ambición creativa y la lucha con las a menudo difíciles realidades de la vida familiar. Contacté a Tomine para hablar de su último trabajo, el proceso creativo, llegar a los cuarenta y el miedo al fracaso.

Killing and Dying, el último trabajo de Tomine

"No tenía ningún tema concreto en mente cuando me puse a hacer este libro, así que probablemente no soy el más adecuado para contestar a esa pregunta", responde Tomine a mi petición de que describa el concepto detrás de su último trabajo. "Para serte sincero, el proceso creativo es como un misterio para mí, y buena parte del mejor material resulta sorprendente incluso para mí; no es producto de ninguna estrategia.

"Con una perspectiva más general, veo que en el libro hablo mucho de padres e hijos y noto cierta ansiedad recurrente por tratar de ser creativo, y quizá también los aspectos negativos y positivos de estar tan expuesto al público.

"En general, creo que el libro es el resultado de haber dejado California después de 30 años y de intentar captar emociones y estados de ánimo que asocio a los lugares en los que vivía".

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Efectivamente, muchas de las primeras viñetas de Tomine trataban sobre la agitación emocional y el miedo al cambio. En Shortcomings, el abismo sentimental entre los dos protagonistas queda reflejado en la distancia física que acaba destruyendo la relación. Las historias de Tomine a menudo abordan la angustia y la incertidumbre de alcanzar la edad adulta y de encontrar un lugar en el mundo, así como la fragilidad y la complejidad de las relaciones a los veintitantos.

Le pregunté cómo había afectado a sus historias el hecho de tener su propia familia: "Cuando me enteré de que mi mujer estaba embarazada, tomé la decisión consciente de hacer historias breves, ya que intuía que mi vida laboral iba a ser muy impredecible", respondió.

"El hecho de tener hijos me obligó a centrarme mucho más y a ser más disciplinado en mis hábitos de trabajo; más que esperar a que me llegara la inspiración".

Con cada nueva publicación, Tomine parece tratar de superarse a sí mismo en lo referente a la dimensión y la intención de sus historias, con tramas más largas y complejas y con mayor profundidad emocional. Quise saber si consideraba que Killing and Dying era su trabajo más ambicioso hasta la fecha. "A veces el simple hecho de contestar todos los emails o de hacer la colada cuando estoy en casa con mis dos hijas pueden convertirse en objetivos muy ambiciosos", explica. "Aunque espero no tener que pronunciar nunca la frase 'Este es mi trabajo más ambicioso hasta la fecha', debo decir que estoy muy sorprendido de haber sido capaz de acabar este libro".

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Como en una película de final abierto, las colecciones de Tomine siempre me han parecido como una serie de instantáneas de un periodo de tiempo concreto en la vida de un personaje con un desenlace nada convencional. Tomine no coincidía con mi interpretación: "Siempre intento contar historias de la forma más clara posible. Fíjate en el final de Hortisculpture: cuando acabé esa historia, pensé, Ahora nadie puede venir a decirme que he evitado cerrar la historia de forma intencionada, pero al fin y al cabo, ¿qué sé yo?"

De Killing and Dying.

"Tengo la impresión de que mis personajes son como dobles raros de mí mismo", explica Tomine cuando la conversación deriva hacia nuestra mutua admiración por la sinceridad de los cómics autobiográficos de artistas como Dan Clowes y Joe Matt. Le pregunté cuántos de sus personajes actuales siguen estando basados en él: "Todas mis historias, en mayor o menor grado, son autobiográficas. El hecho de no tener que explicar qué partes son inventadas y cuáles se basan directamente en mi vida me otorga cierta libertad. Pero estoy contigo al cien por cien: los cómics autobiográficos son geniales. Ojalá hubiera más. ¿Qué ha sido de ti, Joe Matt?"

Teniendo una parcela tan importante de su vida, sus fracasos personales y experiencias tan expuestos en su obra, le pregunté a Tomine si todavía se ponía nervioso cuando publicaba una nueva colección, pese a ser ya un autor consagrado: "Por supuesto. Siempre tengo la sensación de estar a punto de tirar la toalla y de buscarme un trabajo respetable, porque soy demasiado débil para afrontar la crítica o el fracaso.

"Pero llevo ya 20 años con esa sensación, así que supongo que es mi mantita de seguridad. Es muy reconfortante saber que hay un montón de cosas que podría hacer con mi vida y que seguramente me aportarían más anonimato y beneficio económico".

Las historias de Tomine abordan temas muy pertinentes, en especial los problemas relacionados con la salud mental y su experiencia con el racismo como asiático-estadunidense. En algunas viñetas de Killing and Dying traslucen asuntos de mayor gravedad sobre la familia y la mortalidad, aunque Tomine se lamenta de que se dé tanta importancia al hecho de centrarse en los temas serios: "A estas alturas, parece que las mejores historias gráficas sean las que tratan grandes problemas, y no creo que tenga que ser necesariamente así".

Lo cierto es que la sencillez, la sutileza y la pureza de la narrativa de Tomine so, en gran parte, responsables de su éxito. Es fácil identificarse con cualquiera de sus personajes y sus esfuerzos por establecer relaciones sociales saludables en un mundo cada vez más desconectado. Después de leer Killing and Dying, parece que madurar no facilita las cosas.

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