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El numero del postre y el cigarrito

Don Amorth ha practicado miles de exorcismos, entre 2.000 y 4.000

El demonio está en todas partes y este religioso se ha dedicado a luchar contra él como exorcista

Don Gabriele Amorth junto a una estauilla de la Virgen Maria, figura a la que estudió en los primeros años tras ordenarse religioso. Don Amorth también fue editor jefe de Madre di Dio, una revista mensual dedicada a la Virgen María. El de Gargatella, en Roma, puede clasificarse técnicamente como un barrio de casas de protección oficial, pero parece más una versión italiana de una ciudad jardín inglesa. El rey Víctor Manuel III fundó la población en 1920, tras la 1ª Guerra Mundial, como un lugar donde dar cobijo a los 50.000 agricultores que habían emigrado a Roma. Al igual que el resto de la ciudad, Garbatella es hogar de un número increíble de gatos callejeros. Uno de ellos pasa delante de mí a todo correr justo delante de las oficinas de Don Gabriele Amorth, “presidente honorario vitalicio” de la Asociación Internacional de Exorcistas, y me da la impresión de que se trata de una señal enviada desde arriba. No te relajes. El diablo está en todas partes.

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Temperamental pero ajado tras 25 años luchando contra el mismísimo Satán, Don Amorth, de 86 años, está achacoso. Recientemente tuvo que ser hospitalizado, y tiene reducidas la movilidad y capacidad de audición. Así y todo, unos días antes de mi visita aún tuvo el nervio—o la desorientación, dependiendo de tu punto de vista—de aparecer en un noticiario local declarando que los buenos católicos no deberían leer o ver nada relacionado con Harry Potter (que según él conduce al satanismo) ni practicar yoga, ya que “crees estar haciendo estiramientos, pero en realidad te lleva hasta el hinduismo”. Se trata del mismo hombre que, en su libro Memorias de un exorcista: Mi vida en guerra con Satán, afirmaba que “el mismísimo demonio, hablando a través de una mujer poseída, amenazó con destriparme mientras dormía”.

Don Amorth entra en la habitación cubierto con una sotana negra. Lleva un maletín grande de cuero, que abre una vez hemos intercambiado saludos. En su interior están casi todos sus libros (ha escrito diez, que se han traducido a más de 40 idiomas), un ejemplar de Madre di Dio (una revista mensual sobre la Virgen María de la que fue editor durante varios años), un muestrario de sus herramientas para exorcizar (luego hablaremos de eso), y una bolsa con clavos, tornillos y otros objetos de metal.

“Tengo dos kilos de metal que ha escupido gente poseída por el Diablo”, dice. “A veces les sale del recto. Y también muchos fragmentos de cristal. Te puedo asegurar que se materializan una vez salen de sus bocas. Nunca están cubiertos de saliva o sangre. Si hicieras una radiografía de una persona poseída, no hallarías ni rastro de esto en sus entrañas. Aparecen en el aire, a pocos milímetros de sus labios, aunque la persona generalmente confiesa sentir el dolor que le causa dentro”.

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Don Amorth afirma haber practicado decenas de miles de exorcismos a lo largo de su vida. “Dejé de contar al llegar a 70.000”, dice. Para dejarlo claro: esto no significa que haya exorcizado a 70.000 personas, sino que los demonios son unos bastardos especialmente testarudos y entre 2.000 y 4.000 personas han necesitado docenas de sesiones para librarse de ellos.

“Para liberar a un cuerpo de la posesión demoníaca, la mayoría de las veces tengo que trabajar durante años e intentar hacer al menos un rito cada semana”, dice. “Mucha repetición. Esa es la clave del éxito. Pero lo primero que hemos de hacer es aceptar que el Diablo existe. Si no crees en su existencia, le estás haciendo un favor. Eso es exactamente lo que Él quiere que creas. Y, en ese caso, el exorcismo es inútil. Pero créeme, está ahí”.

Asiento con la cabeza y empiezo a hacerle mi larga lista de preguntas, pero él las ignora. Pronto descubro que la sordera de Don Amorth implicará que sea él quien más hable. “El Diablo hace dos cosas”, explica. “Tiene una actividadnormal y una actividad extraordinaria. La actividad normal consiste en tentar al hombre y atraerle hacia el mal, hacia la tentación, hacia el pecado, para que quebrante las leyes divinas. Su actividad extraordinaria —que sucede pocas veces— es provocarle a la gente trastornos malignos”.

Según Don Amorth, Satán puede ocupar el alma de alguiende cuatro maneras diferentes. La más grave es la posesión demoníaca: “Satán, o uno de sus esbirros, entra en el cuerpo del poseso, que parece estar viviendo con un demonio en su interior. Utiliza sus bocas para hablar y sus energías para moverse. Sabe todas las lenguas del mundo. Conoce el futuro y tiene una fuerza sobrehumana. A veces necesito hasta cinco personas que sujeten al poseso, que no deja de agitarse, escupir, blasfemar, gritar y maldecir”.

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La segunda clasificación de mal demoníaco es la obsesión o tormento. Es cuando las fuerzas malignas perturban a alguien desde fuera, en vez de habitar en su interior. “Piensa en el [santo estigmático] Padre Pío. El Demonio le atizaba hasta hacerle sangrar y le arrojaba de su cama cada vez que se quedaba dormido. Pero no le había poseído. Estaba siendo atormentado. O piensa en la gente con la mente fija en una idea o un concepto que se les mete en su misma alma y les lleva a la locura e incluso el suicidio. Eso es tormento demoníaco”.

El tercer tipo es un vago y menos directo método de ataque satánico: una maldición que puede afectar al trabajo de uno, a su salud, a su vida sentimental. Es fácil de confundir con una enfermedad, de modo que Don Amorth a menudo colabora con médicos y psiquiatras cuando sospecha que alguien puede estar padeciendo dicha aflicción. Si alguien se siente confuso o perplejo, quizá necesite una intervención religiosa. El cuarto tipo es el encantamiento tradicional (es decir, fantasmas), que puede afectar a casas, objetos e incluso animales.

Justo cuando Don Amorth concluye su extensa y detallada taxonomía demoníaca, consigo colar una pregunta sobre sus procesos rituales. “Cuando comienzo mi exorcismo”, dice, “la persona entra en trance y empieza a escupir y gritar, y muestra intolerancia a los símbolos sagrados, los sacramentos y el agua bendita. Ahí es cuando trazo un plan de acción y utilizo mis herramientas. Uso mi estola, que es más larga que la estola tradicional. Cojo una de sus puntas y la pongo en el hombro de la persona a la que estoy exorcizando. Después empleo una botella con unos cuantos agujeros para rociarla con agua bendita. También tengo un crucifijo especial con una medalla de San Benedicto, el santo patrón de los exorcistas. Mi última herramienta es el ungüento consagrado. Ya no necesito utilizar la Biblia. Tras 25 años haciendo esto, me la sé de memoria. Es importante poder recitarla de memoria para así ser capaz de sujetar al poseso con las dos manos”.

Un hombre dedicado a combatir al Diablo debe tener unaopinión acerca de los trastornos sociopolíticos que se han dado en los últimos tiempos en Italia y el resto del mundo. ¿Se está quizá acercando un evento de proporciones cataclísmicas?

“Todo lo que puedo decirte es que lo que está pasando es evidente. Estas guerras y desastres naturales son sólo el comienzo, los entrantes. Lo que se avecina va a ser mucho peor. Soy optimista respecto al futuro, pero sé que habrá un cataclismo y aquellos que quieren construir un mundo sin Dios serán juzgados”.

Y entonces fue cuando me fui de allí.

Ya hemos colgado el vídeo con la entrevista a Gabriele Amorth en VICE.com.