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Opinion

Odio la ciclovía nocturna

OPINIÓN | Qué verguero.
Foto Vía Ciclovía Bogotá

Llevo moviéndome en bicicleta más de tres años en Bogotá. Descubrí una ciudad diferente, una que se vive a otro ritmo y que quienes van en carro y transporte urbano no alcanzan a percibir por estar pendientes de su celular, del trancón o de lograr subirse al bus. O simplemente porque no están en una bicicleta. No alcanzan a ver lo distinto.

Para Bogotá, la ciclovía de domingo es algo beneficioso, sano y recreativo. Es un espacio para el deporte y el tiempo en familia. Es una iniciativa innovadora, que aunque lleve más de 30 años en la capital, sigue siendo reconocida como una propuesta de vanguardia en los países más avanzados en aspectos de movilidad, que, además, la incorporan a sus usos corrientes.

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El problema empezó cuando esta jornada se implementó en la noche. Según el Instituto de Recreación y Deporte —IDRD—, la primera ciclovía nocturna se realizó en 1999 con una participación cercana a las tres millones de personas. Hoy, como varios días al año, llega el cierre de vías para esta jornada: la pesadilla de conductores, ciclistas urbanos y algunos peatones, y además, mi infierno personal como ciclista: intentar llegar a mi casa evitando la ciclovía a como dé lugar.

La ciclovía nocturna es el carnaval de los puestos de comida poco salubres en la mitad de la calle que, junto a sus tanques de gas, impiden el paso de ciclistas y peatones. Con su espeso humo proveniente de la fritura de carnes en plena vía pública, llenan el ambiente dispuesto para el deporte. Vaya uno a decirles algo a ver cómo termina la cosa.

Como si esto no fuese suficiente excusa para no salir a esta demostración pública de nuestro desorden como bogotanos, tenemos el elemento de la inseguridad, que es inherente a la ciclovía nocturna. Basta con abrir Facebook un día como hoy, para encontrar una gran cantidad de memes respecto a los robos de bicicletas que se realizarán en la noche. La seguridad de los ciclistas ya es vulnerable un día normal, imagínese recorriendo la ciclovía nocturna viendo uno de los pocos policías que "está haciendo su trabajo" con su celular "patrullando" desinteresadamente las vías.

Los casos de robos de bicicletas en los grupos de Facebook donde se reportan, aumentan sustancialmente en este día. Ni hablar de la ciclovía nocturna realizada en diciembre de 2015, en la que se amotinaron ladrones bajo uno de los mal llamados "columpios" de la calle 26: ahí robaron a diestra y siniestra haciéndose pasar por ciclistas. No hubo ayuda policial ese día.

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No es que sea algo nuevo para nosotros los ciclistas, pero uno pensaría que en una operación como la ciclovía nocturna, donde se esperan más de tres millones de personas, uno al menos tendría algún acompañamiento institucional, algún apoyo para los guardianes de ciclovía (las personas encargadas de la logística de la jornada).


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Los guardianes de ciclovía, dotados apenas con lo necesario para atender una emergencia, se ven doblegados frente a masas de gente que no cree en las figuras de autoridad. Sin apoyo de la policía, responden con frases de este estilo: "Yo para qué me meto, el que sale perdiendo es uno" o, "uno les dice, pero ya depende de cada persona saber comportarse".

La ciclovía nocturna es nuestro pequeño microcosmos de ciudad. Una ciudad donde no existe la tolerancia, donde pasan personas tumbando los conos que los guardianes de ciclovía ponen con anterioridad y luego deben recoger. Personas que se apropian del espacio público con inmensos puestos de comida bajo la premisa de que todos tenemos derecho al trabajo.

El problema no está solamente en la falta de apoyo policial, en la absurda cantidad de puestos de comida o en la logística en general.

Personas que roban e intimidan a quienes deciden disfrutarse su ciudad con este tipo de actividades, que atemorizan y generan un ambiente de miedo constante a quienes participan en la jornada. Personas que caminan por la mitad de la calle con tres mascotas sin algún tipo de collar.

Piense que entre más dañe usted la infraestructura, la jornada de los guardianes más se alarga, es algo directamente proporcional. Si el objetivo inicial de la ciclovía nocturna es promover el deporte, hay que replantear qué se entiende por deporte para las alcaldías pasadas, actuales, y venideras. El problema no está solamente en la falta de apoyo policial, en la absurda cantidad de puestos de comida o en la logística en general, sino sobre todo en que los bogotanos no sabemos comportarnos fuera de la casa.

En definitiva, creo que no odio la ciclovía nocturna, lo que sí es claro es que odio nuestro comportamiento como capitalinos, la falta de planeación institucional para un evento de tal magnitud y lo desinteresados que estamos con nuestra ciudad. Si vamos a promover el deporte o soluciones alternativas a la movilidad, que sea en el día a día y no un experimento fallido que se tilda de "jornada exitosa" en los medios.