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Netflix

Okja está destinada a convertirse en la gran fábula ecologista de nuestro tiempo

La celebrada película de Netflix es un cuento moderno y ecofriendly, donde un cerdo modificado genéticamente huye de las fauces de la industria alimentaria.
Imagen cortesía de Netflix

Si los cuentos infantiles clásicos acostumbran a elevar con trazos de fantasía antiguas costumbres y vicios, para derivar en una moraleja o enseñanza, Okja toma el relevo a esa tradición a través de un relato disparatado y sobrenatural, pero con una indudable intención crítica y cierta carga ética de carácter universal.

Así como las fábulas populares acostumbran a enfrentar a los niños a sus miedos, el largometraje de Netflix, estrenado en el Festival de Cannes, propone una mirada original a uno de los grandes terrores de nuestros días: las monstruosas consecuencias de la ganadería industrial y los peligros de la investigación transgénica.

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Okja es un animal de proporciones extraordinarias creado en un laboratorio y criado en libertad, diseñado por la corporación alimentaria Empresas Mirando para hacer creer al mundo que es posible alimentar a millones con un mínimo impacto ambiental.

Propone una mirada original a uno de los grandes terrores de nuestros días: las monstruosas consecuencias de la ganadería industrial y los peligros de la investigación transgénica

Incluso en el raro caso de que comas despreocupadamente carne animal, te aseguro que si el filete de tu plato te devolviera la peculiar mirada de un ser tan fabuloso como Okja, aullarías, te lanzarías a la carrera, atravesarías continentes y te agarrarías a camiones en marcha como hace Mija, la niña que ha crecido junto a esta bestia en los bosques del sur de Corea.

Cuando el equipo de investigadores y reporteros de Empresas Mirando llega hasta la colina donde vive Mija bajo la tutela de su abuelo, la niña siente el primer desengaño de su armoniosa vida salvaje al darse cuenta de que aquellos hombres han venido para llevarse a Okja a Nueva York. Igual que Max, el niño disfrazado de lobo que protagoniza el más popular relato de Sendak, Mija saltará a través de paisajes, de días y de noches, capaz de hacer lo que sea con tal de liberar a Okja de cualquier jaula, laboratorio o ciudad.

Cual King Kong moderno, la bestia es arrancada de su jungla natural para ser arrastrada hasta esa otra jungla cruenta: la urbe, el progreso. Mija saltará a través de paisajes, de días y de noches, capaz de hacer lo que sea con tal de liberar a Okja de cualquier jaula, laboratorio o ciudad.

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El responsable de este vertiginoso cuento eco-friendly es el hábil director Bong Joon Ho, conocido por filmes tan notables como Snowpiercer y The Host. Con el mismo ánimo de entretener y servir de paso algo en lo que pensar presente en sus anteriores obras, la nueva película de Bong Joon Ho funciona como una suerte de E.T. contemporáneo, un relato tan inocente como cruel que mezcla con perspicacia la aventura pura con meditaciones sobre nuestra moral y nuestras esperanzas como sociedad.

Okja toma la forma de una fábula moderna que es al tiempo impulsiva y reflexiva, y opera en varios niveles de lectura: desde el más simple relato infantil, que recae en esa amistad insobornable entre la niña y el animal, hasta el discurso remueve-conciencias sobre el precio pagado por el medio ambiente debido a nuestros hábitos alimenticios, y la amenaza creciente de las hegemonías corporativas.

La película se inicia con un fascinante aliento naturalista para desembocar en el sofoco de una pesadilla urbana, sin dejar de ser en todo momento un divertimento de proporciones colosales. Seguramente el mayor acierto de Okja es aprovecharse de la altísima expresividad de la narrativa coreana, capaz de compensar con humor absurdo, dislocadas secuencias de acción y gags de aire slapstick toda la carga épica y moral de la historia. Un tipo como Bong Joon Ho es incapaz de caer en lo cursi, y nosotros que lo agradecemos.

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Okja es un animal de proporciones extraordinarias creado en un laboratorio y criado en libertad, diseñado por la corporación alimentaria Empresas Mirando para hacer creer al mundo que es posible alimentar a millones con un mínimo impacto ambiental

La hipérbole cómica, el ritmo febril y los desbordantes niveles de parodia logran hacer que el pulso de la película nunca decaiga. Además, los protagonistas de esta función están trazados con una ironía hilarante. Por un lado, conoceremos al zoólogo y presentador de televisión Johnny Wilcox (un fabulosamente histriónico Jake Gyllenhaal), que es la cara pública de Empresas Mirando junto a Lucy Mirando (Tilda Swinton), la verdadera líder y creadora de este circo empresarial convertido en espectáculo mediático.

Igual que en los años 60 la maquinaria publicitaria prostituyó las verdaderas intenciones del movimiento de la contracultura, los responsables de Empresas Mirando se sirven de la conciencia ecológica imperante hoy en día para convertirla en un concurso televisivo y un negocio de lo más rentable. Su discurso a favor de la vida sostenible y en contra del maltrato animal no es más que un fraude, otro truco publicitario, un engaño para las masas en la forma de cerdos del tamaño de elefantes.

La película se inicia con un fascinante aliento naturalista para desembocar en el sofoco de una pesadilla urbana

Pero el caso es que la otra facción de esta aventura pintoresca tampoco queda demasiado bien parada: el grupo activista amante de los animales y defensor del medio ambiente que trata de rescatar de su destino a Okja y al resto de animales creados en el laboratorio (las estanterías del súper) provoca momentos del todo hilarantes, como la secuencia donde asaltan con extrema educación un camión de la empresa, o las motivaciones de ese miembro del grupo que decide no consumir ningún tipo de alimento, porque incluso el veganismo le parece una afrenta a la naturaleza.

Entre esos dos bandos opuestos y rocambolescos prevalece la tierna historia de amistad entre una niña y un animal, y la fantasía invertida de un cuento moderno y mordaz, con moraleja múltiple.